El chorro de agua fría quitaba la sangre bajo la canilla del baño, mientras la ropa teñida de sangre ya ardía dentro de la bañadera, en una hoguera improvisada.
Miraba en el espejo el reflejo de su cuerpo desnudo, distante de los años en los que aún podía encontrar músculos en el abdomen y en los brazos. La panza parecía un garabato tragicómico que despertaba repulsión. Incluso su rostro no era el mismo, demacrado y con ojeras pronunciadas, coronado por una calvicie alarmante, que en los últimos tiempos había dejado al descubierto más de lo que se hubiese querido.
Por más que intentara restarle culpas, no podía. Pero era tarde para lamentos. El patético ser que era finalmente había cruzado la línea de la normalidad y saltado de pleno a vivir en el mundo de la demencia.
La sangre había desaparecido de sus manos y la ropa era un montón de cenizas oscuras despidiendo humo. Caminó desnudo hasta la habitación y buscó ropa limpia. Observó la habitación detenidamente y sonrió satisfecho. Ni una sola mancha, ni un solo objeto fuera de su lugar.
Tan solo dos razones necesitó Esteban para hacerlo. Una mentira y una verdad. La mentira era su vida. La verdad, el deseo de acabar con ella.
Se colocó el reloj que estaba sobre la mesa de luz. Consultó la hora. Aún tenía tiempo. Pasó un cepillo sobre su cabellera rala y acomodó el cuello de la camisa. Fue hasta el baño y limpió la bañadera, hasta no dejar rastros de las cenizas. Volvió a mirar el reloj.
Comenzó a preparar la cena con la tranquilidad de siempre. Su rutina en la cocina, metódica y paciente, no se vio alterada en lo más mínimo. Tres cuartos de hora más tarde, prácticamente tenía preparada la comida.
Escuchó sonidos en la puerta de calle y reconoció al instante el tintineo del llavero de su mujer y luego, el de la llave girando en la cerradura. El chirrido de la puerta, el sonido de tacos repiqueteando en el parquet, avanzando por el pasillo, hasta donde él estaba. Luego, su mujer, con el rostro malhumorado como de costumbre, acercándose para saludarlo, como quién saluda a un conocido por compromiso. Casi de inmediato le dio la espalda, en dirección a la habitación, donde seguramente iría a cambiarse.
Regresó a los quince minutos, con ropa más cómoda y se sentó a la mesa, a mirar televisión. En ningún momento cruzó palabras con su esposo.
Esteban llevó la comida a la mesa, sin atinar a iniciar conversación alguna. Comieron y luego cada uno siguió en lo suyo, ella mirando televisión y él paladeando aún el contacto con la muerte. Si ella lo hubiese mirado le habría llamado la atención esa mirada de felicidad, de extraño goce. Pero el sabía que ella no lo miraría, porque hacía años que no sucedía.
Y en ese cancerígeno silencio, la noche se fue prolongando, haciéndose carne la indiferencia entre ambos. Y si a ella no le importaba, se había dicho Esteban, a él tampoco le dolería. Incluso lo disfrutaría, como había hecho en la tarde, primero con un sexo como hacía tiempo no gozaba y luego con el placer inigualable de la sangre, mientras en un susurro pronunciaba su nombre, casi en éxtasis, en tanto el filo corrompía la piel suave y hermosa de aquella prostituta del diario.
Algún día, con suerte, se lo susurraría a ella, mientras con ternura acompañaría esos ojos verdes apagarse, para así terminar con todo y olvidar cualquier pensamiento sobre su patética existencia.
Algún día.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 6 horas.
12 comentarios:
Aaaaahhhhhhh!!!
Volvió el terrorífico Neto a su género favorito...Para morirse de ¡¡¡espanto!!!. Tiene la cadencia de un guión de Hitchcock...cuando te lo imaginas...
Me voy antes de que se le ocurra aparecer al autor, ja,ja.
Abrazos!!!!
algún día el sabor de la sangre embriagará a este oscuro personaje... o no... quién lo sabe?
Espanto sin respiro nos regalaste hoy che!
Salute!
Esa indiferente esposa está condenada a muerte, irremediablemente.
Morirá feliz... si su potencial asesino le pone algo de onda, con un poco de suerte.
La frase ¨silencio cancerígeno¨ es demoledora.
Genial historia, Netuzz (otra vez)
ABRAZO INMENSO !!!
SIL
A todo el que lea esto: este tipo es un genio.
Doña Tinta, volvimos a lo habitual, para que no quedaran dudas que aquí traficamos sangre ja. Gracias por lo que dice, saludos!
Dieguito, un espanto de esos que salpican para todas partes ja. Gracias muchacho, un abrazo!
Doña Sil, no le pida ondas al olmo o no era así? Bueno, no creo que tenga mucha onda el hombre. Habrá que ver que pasa. Saludos y gracias!
Don Mannelig, doy por sentado que se refiere al protagonista del relato, no? Un abrazo!
Al´gún día...
Patético destino el de esa mujer. Sin ella saberlo su asesino está planeando su final.
Una muy buena historia, un tipo que disfruta con la muerte, la piensa y la paladea es un psicótico, un enfermo.Muy bien escrito.
saludos.
mariarosa
Bueno, Netituzzz, no le pido ondas al olmo, pero si está planeando matarla y de cualquier manera la va a asesinar, mejor que lo haga de la manera y en el lugar que lo hizo esta otra fémina,
y no mientras la esposa le está haciendo los fideos con crema...
:D
Doña Mariarosa, gracias! Si, aquel que daña con premeditación más que humano es una bestia. Saludos!
Doña Sil, la idea fija, por favor! Justo fideo con crema va a pedir para ese momento! Jajaja. Saludos!!
Neto:
lo que se dice, hizo un boceto para recién después encarar "la gran obra"...
Originalmente macabro, muy bueno lo suyo,che!
Felipe, sabés que ese hubiera sido el título ideal: "El bocetista". Un abrazo!
Un cuento bien a lo Neto, con el misterio y el horror en su punto justo.
Abrazos
Con sangre y chimi, como Dios manda. Jaja. Un abrazo.
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