Espera don García, espera.
Mientras la noche lo rodea sus pensamientos van y vienen. Mientras su cuerpo es presa de la vida, su espíritu juega a soñar.
Y allí, en la esquina de cada noche, a la hora de siempre tras la comida, aguarda casi herido que continúe la fábula de nunca acabar.
Con la luna como testigo se apea al transporte que se detiene sobre el cordón, sin sentirlo, sin quererlo. Pero es obligación, es motivo y tras él, queda esa soledad de esquina oscura, atenazando sus anhelos, sus esperanzas.
En tanto, el derruido colectivo se lo lleva lejos, a su prisión nocturna, de horarios y responsabilidades, de rutina y tedio, de necesidad y subsistencia.
Por la ventanilla observa el firmamento extenso y las estrellas vigilantes y por un momento las envidia; libres, distantes, testigos de la historia, del pasado, del presente y del futuro.
Piensa en el ayer. No en el suyo, sino en el del país que ama, dueño de esa tierra que pisa a diario, por el que transitaron hombres y mujeres que lo forjaron.
Se remonta décadas en el tiempo, en épocas donde la lucha eran moneda corriente y la patria un valor enorme, en tanto la hidalguía, el fervor y el sentimiento nacional se recelaban como un tesoro invaluable.
Ese pasado que había dejado huellas, no solo en los libros de historia. Esos campos en cuyas tierras aún hoy debajo de las siembras se esconden ocultos viejos caminos, deterioradas armas, olvidados esqueletos y derramada sangre, ahora seca, invisible, vencida por los años.
Esos mismos campos atravesados una y mil veces, en una época sin rutas como las de hoy, pero con mayor decisión que nunca.
En su mente enumera nombres y apellidos, que se amontonan, se agolpan, como queriendo pedir permiso en su cabeza. Pero no hace falta, porque le guarda a cada uno su lugar, porque el pasado así lo merece; sabe quiénes son, que han hecho, cómo vivieron, cómo murieron, cómo se los recuerda.
Hombres justos, hombres malos, hombres simplemente, que el tiempo y los hechos convirtieron en páginas escritas con tinta, en próceres, en ciudades y pueblos, calles y autopistas, en ideas y pensamientos, en acciones y consecuencias.
Y todo ello viene a su mente y como un aluvión, piensa en los pueblos y ciudades que aún preservan las raíces de la historia, con esfuerzo, a veces en soledad.
Piensa en las viejas pulperías, en las casonas de antaño, en el manojo de historia extirpado a la modernidad que sobrevive como refugiado en un mundo extraño e indiferente que crece en derredor, muchas veces a merced del abandono, de la extinción.
Nuestras raíces secándose, echándose a perder, bajo el sol de los años y la soberbia. La grandeza de antaño pereciendo a manos de la baja autoestima de hoy, de los malos gobernantes, de los negocios por encima de los intereses del pueblo.
El ayer muriendo en las noches de frío, por omisión, por olvido, a causa del recuerdo falso, ese que solo se rescata en fechas especiales o aniversarios de números redondos.
Por la ventanilla ve todo eso, como un reflejo del dolor de su alma y se queja sin voz al saberse preso de sus responsabilidades, de los horarios, imposibilitado de viajar y movilizarse por esos lugares que cobija en el corazón, esos campos que se extienden en sus sueños, esas pulperías que resuenan de noches de luna eterna en sus oídos, por esos caminos que en el ayer se forjaron los cimientos del hoy.
Incluso a veces, sentado en aquel incómodo asiento, en el traqueteo del andar, deja correr por su mejilla una lágrima sin sabor, pensando en aquellos hombres haciendo patria, a cuesta de sangre, luchas y pasión, transformando en verdades los anhelos, los sentimientos, los deseos de nación.
Ya con el colectivo a sus espaldas, camina por la calzada rumbo a su puesto, bajo la estrellada noche de otoño, a la par de muchas otras almas que marchan también en pos del pan para sus mesas.
Su mente no se detiene, sigue pensando porque no puede evitarlo. ¿Acaso podía llamarse a su encarcelada vida un intento de hacer patria? ¿Allí encerrado en un trabajo, sobreviviendo para no morir, muriendo cada día un poco para poder vivir?
Sentía que si la respuesta era sí, la vida era injusta. Tantos años de trabajar para aún seguir trabajando, tantos años soñando con la libertad de viajar por la tierra que amaba para que el sueño siguiera siendo solo eso.
Sus pisadas eran el eco de la desilusión. A lo lejos veía el mismo horizonte que antaño observaran en noches de espera y sigilo los héroes de entonces, en las vísperas de batallas o jornadas históricas, las mismas que hoy se aferran a nuestra sangre, que forman parte de nuestro espíritu, de la condición de argentino, patrimonio sagrado desde la cuna.
Pero como cada noche, con bronca, arriba al momento infranqueable de la resignación. No intenta auto convencerse de que lo que hace es vital. Sabe que no lo es. La misma prisión en libertad de tantos otros trabajadores, sin escapatoria alguna, sin posibilidad de vivir la vida de todo ser libre, apresados por la vorágine del día a día, del dinero necesario y maldito, de la línea entre existir y subsistir.
Vuela entonces en su mente, imaginándose libre, paseando por las tierras regadas por la historia, bebiendo en las pulperías colmadas de fantasmas nacionales, apreciando los monumentos legados y a veces olvidados. En su mente, entonces vuelve a ser feliz.
En soledad, en un paraje olvidado de la vida, imagina y eleva entonces una copa y brinda por un aniversario más de su patria, la que ama y proclama, pero que se ve impedido de conocer y disfrutar. Y a pesar de estar solo, siente que miles de almas del pasado le hacen compañía, agradecidos por el recuerdo y el humilde fervor.
Recién entonces, hace las paces con la vida.
Al menos, hasta la siguiente espera en la esquina de cada noche.
Cuento seleccionado para la antología "XI Encuentro de Poetas y Narradores del Departamento Constitución", publicado por la Municipalidad de Villa Constitución y presentado en la XX Feria del Libro de la misma ciudad el día 26 de junio de 2010.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 2 horas.
13 comentarios:
No es extraño que quienes quiera que sean los jurados que seleccionan estos relatos para la Antología, hayan seleccionado éste. Por la verdad, por la serena y doliente reflexión. Por el pálpito de un corazón que siente sus raíces y por el planteamiento dicotómico entre las creencias de uno mismo y la cruda realidad que nos obliga a respirar y a subsistir. Por el homenaje a los que nos precedieron y por mantener viva la memoria.
Neto, totalmente merecido
Felicidades
Abrazos y gracias por compartirlo con nosotros.
Neto, te pasaste con este relato. Duro, reflexivo, cargado de significados profundos en todas sus oraciones.
Uno se va yendo con el personaje a hacer vivas sus emociones.
Ah, y felicitaciones por las publicaciones que no había ojeado ahí en la columna de la derecha.
Y no le haga caso a Felipe pero alimente a los enanos para que le sigan rindiendo así.
Abrazo!
que gran relato para la antología Neto!
Es duro de leer, debo asumirlo, pero dentro de cada frase hay verdades como puños, cierto sentido de la dignidad ante esas eternas esperas en las esquinas del tiempo.
Felicitaciones, espero tener una copia de ese libro en mis manos che!
jeje!
Este mes editan tu cuento en la revista Redes!!! Ya tengo reservado el número en el kiosco del barrio!
Salute!
Qué orgullo me da este relato, Neto...
Nos cabe a todos el sayo.
Hacer las paces con nosotros mismos también.
Creo que a aún sin espadas, sin sangre ni laureles, el paso del trabajador honesto, a pesar de tanto desmadre, es el verdadero sello patriótico de los tiempos que corren.
ESOS , son los héroes DE HOY.
Un abrazo inmenso, Netuzz
SIL
Me sobró un ¨a¨ por ahí arriba.
Haga de cuenta que no lo puse.
:)
Hacer patria no es fácil, sobre todo porque el reconocimiento no llega, claro, salvo raras exepciones como este relato.
Todos somos prisioneros de algo, todos nos enraízamos caprichosamente , pero no todos gozamos de la libertad de ese capricho :)
Te puedo aplaudir???
Hoy me enorgullece leerte!
besos!
=) HUMO
Algo raro ha pasado en Blogger entre las últimas horas de anoche y las primeras de la madrugada, ya que se han borrado de los blogs (creo que en la mayoría) los comentarios emitidos en dicho horario.
Aquí coloco el que escribió Doña Humo y luego paso a responder uno por uno (como la salvé doña Humo, me debe una docena de medialunas):
Hacer patria no es fácil, sobre todo porque el reconocimiento no llega, claro, salvo raras exepciones como este relato.
Todos somos prisioneros de algo, todos nos enraízamos caprichosamente , pero no todos gozamos de la libertad de ese capricho :)
Te puedo aplaudir???
Hoy me enorgullece leerte!
besos!
=) HUMO
Doña Tinta, muchas gracias. Está inspirado en un personaje real, que lleva ese apellido y que viaja conmigo al trabajo. A partir de su forma de sentir la patria y ese encarcelamiento que siente, es que fue armando el relato. Saludos!
Don Oso, muchas gracias. Lo bueno es que está publicado otra vez junto a un texto tuyo, lo que me hace poner mucho más contento. Gracias por lo de las publicaciones! No te preocupes por Felipe, el lo dice de envidia porque no consigue ni gnomos jajaja. Un abrazo!
Don Diego, muchísimas gracias! Pensar que ya lo tendría tu mamá en sus manos al libro si hubieses participado, salame jajajaja. Y hasta con un relato tuyo dentro!!! Ya haremos algo, no te preocupes. Buenísimo, es cierto, sale dentro de poco lo de Redes, me había olvidado!! Ja. Un abrazo!!!
Doña Sil, que lindo lo que dice, es cierto, quizá el héroe contemporáneo es ese, el trabajador que sacrifica su vida en pos de sobrevivir (pocas veces de hacer lo que le gusta o al menos, darse todo el tiempo deseado para ello). Muchas gracias! Y no se preocupe por la a. Ja. Saludos!
Doña Humo, le robaron el comentario! Pero che. Es cierto lo que dice, todos somos prisioneros de algo, por cosa del destino o elección, pero prisioneros al fin. Aplauda, pero bajito jaja. Saludos y gracias!!!
Es verdad, los comentarios no salen, aparecen en el mail y no en el bloggggggggggggggggg.
Qué está pasando aquí DIABLOGGGGG?
:O
Aparecieron al rato doña Sil, cosa e' mandinga.
Debe ser obra de los enanos, esos que usted tiene encerrados y que son -hay que decirlo de una vez- los verdaderos escritores de Netomancia,que tanto.
Déles de comer a los enanos verdes,Neto,hágame caso.
Con respecto al cuento es extraordinario, el estilo y lo que dice. Rescato lo de Sil, cando expresa que esos son los verdaderos héroes, los que hacen la Patria anónimamente con su trabajo diario.
Copio un párrafo que me encantó:
"Esos campos en cuyas tierras aún hoy debajo de las siembras se esconden ocultos viejos caminos, deterioradas armas, olvidados esqueletos y derramada sangre, ahora seca, invisible, vencida por los años".
¿Se puede acaso escribir mejor?
Neto sos -como dijo una vez el Oso- "el Messi de los escritores...
muy buen relato. Es toda una reflexión yo que tengo mia años me vi en él, en ese ser que sufre al ver como se pierden los valores de patria y familia. Muy bueno, te dejo mi aplauso.
mariarosa
Don Felipe, muchas gracias por tantas palabras alentadoras. No me pase factura, que me quedo seco. Me alegro que te haya gustado, que es lo principal. Un abrazo, trabajador!
Doña Mariarosa, gracias por el aplauso, es reconfortante. Como siempre, un gusto tenerla por aquí. Saludos!
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