El problema era las uñas de las manos. Parecían cuchillos afilados, que revoleaba de un lado a otro, sin percatarse del tamaño. Fue así que hirió de gravedad a un oficial en la entrada de un banco y que, al ser apresado, le sacó un ojo a otro.
Por supuesto, en el juicio abreviado no le creyeron lo de la enfermedad y en la cárcel lo primero que hicieron fue cortarle las uñas. Más de uno con el mismo cuento, las ha usado en el pasado para acuchillar a otro.
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