Hasta hoy, que tras treinta años regreso a la casa, para concretar su venta. Está vacía, sin amoblamientos, las paredes recién pintadas. Le pregunto al albañil que estaba terminando de arreglar una pared, que por qué no han quitado la alfombra. El hombre con desconfianza, preguntó qué alfombra. Se la señalé. Eso es sangre, me dice. Sangre que incluso ha traspasado el nuevo piso de cerámicos que han puesto.
Y no pregunto nada más. Total, la casa ya fue vendida.
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