No salía de mi asombro.
- ¡Le cortó la oreja!
- ¿Y ella la quería larga?
- ¡No! ¡La quería donde siempre!
- Ahí está el cesto - me señaló - si la encuentra, llévesela.
De una patada lo volqué. Además de cabello, rodaron por el suelo al menos una docena de orejas. Le indiqué a mi hija que buscara la suya. La vi dudar.
- ¿Me puedo llevar esta? Me gusta más.
A regañadientes, se lo permití. Mirá si al final, el ogro terminaba siendo yo.
1 comentario:
¡¡Aplausos Neto!!
mariarosa
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