Fue como dejar caer una copa de cristal al piso. La misma sensación de impotencia de verla caer, de no poder tomarla con las manos, no evitar el estrellarse contra el plano desenlace y las esquirlas... cómo olvidarme de esa imagen, de la desfragmentación de la materia, haciéndose añicos, mil partes volando en diversas direcciones, pero todo en cámara lenta, con sufrimiento.
Cuánto dolor y remordimiento. Hoy suspiro hondo, hablo con especialistas, voy a eternas sesiones de terapia, pero no alcanza. La imagen vuelve una y otra vez. Me dicen que la vida sigue, que lo mejor es lo que aún no ha llegado. Pero estoy anclado en el ayer, en aquel instante fatídico.
El acantilado, imponente, retorna con su vértigo a cuestas cada vez que pienso en ella. Esas rocas mortales, contemplando la vastedad de la naturaleza, en el más absoluto de los silencios, como pidiendo que las veneren. Ancestral, el paisaje se tendía a nuestros pies, mientras tomados de la mano, nos dejábamos llevar por las horas.
De la pequeña heladera portátil sacamos la botella de champagne, bien helada. Dos copas de cristal se posaron en la superficie de piedra, en el ínfimo espacio que dejábamos entre ambos, mientras nuestras piernas colgaban al vacío, desafiando las leyes de la gravedad.
Brindamos, con un toque leve y sonoro de los cristales. Bebimos, degustando con el alma el momento. La brisa apenas si nos despeinaba. Las nubes algodonaban el cielo, en tanto el sol, oculto, nos privaba de su tibieza habitual.
Dejamos las copas en el borde mismo. Quizá los dos pensamos de igual manera al mismo tiempo, jamás lo sabré. Las respuestas no vendrán hasta mi, no me abrazarán ni me darán un desahogo. Pero con las copas en la orilla del acantilado, adelantamos nuestras manos, casi en forma sincronizada, y empujamos, con un suave golpe, nuestras respectivas copas a una inevitable caída libre.
Y mientras caían, asomamos nuestros cuerpos de manera imprudente hacia delante, con el único fin de ser testigos del estallido, cientos de metros más abajo. Fue entonces que (en caso de haberlo estado haciendo) dejamos de pensar lo mismo. Pues ella no actuó como lo hice yo. Ella permaneció erguida hacia delante, mientras mi brazo cobraba impulso y golpeaba en su espalda, haciendola caer detrás de las copas.
No entiendo aún por qué lo hice. Siento impotencia del pasado, remordimiento. Pero también tengo cierta pereza por olvidar. Esa imagen, en cámara lenta, con su grito desgarrando el infinito, es más fuerte que cualquier otra cosa. Vuelve una y otra vez. Y yo se lo permito.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 18 horas.
8 comentarios:
Guau, qué imagen... casi hasta el final pensé que había sido algo más accidental, pero supongo que a veces incluso nosotros mismos nos tomamos por sorpresa.
Doña Sonia, alegría de verla por aquí! Si, somos una caja de sorpresas, sin dudas! Y algunas, muy feas. Por las dudas, no asomarse acompañado a un acantilado! Ja. Gracias por pasar!!! Saludos!
Pensé como Sonia...:)
El remordimiento lo perseguirá de por vida, ese recuerdo será el precio a pagar.
El cristal cuando se rompe me recuerda a nosotros mismos, en algún momento de la vida, antes, después... como el poema de Cortázar.
Abrazo inmenso, Netito(genial la ¨fotografía¨de este texto)
SIL
excelente el final, entendible, quizá, la acción instantánea del personaje; me hizo recordar a alguien que una vez me contó que cada vez que debe viajar en subte se para bien en el borde del andén y la sensación de querer tirarse es muy fuerte, y no es una persona depresiva ni nada de eso.
Me encantó la imagen de la mujer cayendo después de las copas, morbo, si querés, pero está narrada de forma genial.
No sé si el tipo no quiere olvidar, no puede ni podrá, me parece.
Buen jueves.
Pero que pedazo de asessino!!!!
Descomunal su cuento!
Como lo quiero :)
=) HUMO
Muy buena narración. Una historia que el protagonista, nunca olvidará, vivira reviviendo ese intante de locura.
mariarosa
Bueno, Blooger se rompió y cuando regresó se llevó el cuento y los comentarios. Pero como hombre precavido vale por dos, guardo todo:
Sonia
Guau, qué imagen... casi hasta el final pensé que había sido algo más accidental, pero supongo que a veces incluso nosotros mismos nos tomamos por sorpresa.
Netomancia
Doña Sonia, alegría de verla por aquí! Si, somos una caja de sorpresas, sin dudas! Y algunas, muy feas. Por las dudas, no asomarse acompañado a un acantilado! Ja. Gracias por pasar!!! Saludos!
SIL
Pensé como Sonia...:)
El remordimiento lo perseguirá de por vida, ese recuerdo será el precio a pagar.
El cristal cuando se rompe me recuerda a nosotros mismos, en algún momento de la vida, antes, después... como el poema de Cortázar.
Abrazo inmenso, Netito(genial la ¨fotografía¨de este texto)
SIL
Cal Viva
excelente el final, entendible, quizá, la acción instantánea del personaje; me hizo recordar a alguien que una vez me contó que cada vez que debe viajar en subte se para bien en el borde del andén y la sensación de querer tirarse es muy fuerte, y no es una persona depresiva ni nada de eso.
Me encantó la imagen de la mujer cayendo después de las copas, morbo, si querés, pero está narrada de forma genial.
No sé si el tipo no quiere olvidar, no puede ni podrá, me parece.
Buen jueves.
HUMO
Pero que pedazo de asessino!!!!
Descomunal su cuento!
Como lo quiero :)
=) HUMO
mariarosa
Muy buena narración. Una historia que el protagonista, nunca olvidará, vivira reviviendo ese intante de locura.
mariarosa
Qué tipo precavido...!!!
Yo tengo el ¨suprimir¨ fácil... y así me fue...
:/
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