Suelen ser esos días de hojas amarillas y cielo gris. La brisa amontona la melancolía en la banquina, dejándola a la merced de la soledad. La gente se va desgastando sin saberlo. No pierde piel ni centímetros. Va dejando atrás instantes, segundos, pedacitos de alma. No existen barrenderos para esos casos, lo que cae ya no vuelve, lo que se esfuma, se va.
Una bruma que es difícil de ver, lo rodea todo. Provoca que nuestros ojos lagrimeen sin razón, que el paso sea cansino, que las piernas no quieran nunca llegar donde sea que fuese el destino. Nuestra mente se siente ida, con ganas de emigrar. Si vemos a un niño sonreír deseamos volver a ser niños, si vemos a una pareja besándose, deseamos volver a estar enamorados. Pero nada de ello es posible, ni tampoco verdad.
Toda música nos parece triste y en cada línea del libro que leemos, encontramos referencias tristes que nos hieren el corazón. Entonces, apartamos los placeres para concentrarnos en el tormento. Nos hundimos en el fango de nuestra propia sinrazón, nos convertimos en el ombligo del dolor. Nos hacemos víctimas por comodidad.
Son esos días de cabeza, que deberíamos evitar ni bien los vemos entrar por la ventana. Clausurarles las puertas de nuestra realidad. O confrontarlos; mirarlos a los ojos y asustarlos, obligarlos a volver al rincón del que salieron, viendo nuestra vulnerabilidad. Pero ojo, no es tarea fácil. Estaremos para entonces tan desgastados que un solo soplo, nos tumbará.
Porque lo que se pierde, no se recupera jamás.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 17 horas.
7 comentarios:
Bien sabe Dios que he tenido muchos días así... :'(
Bonitas palabras, Neto; describiste esas sensaciones magistralmente bien. ;D
Saludos!
Siempre pensé que nada nos reflejaba mejor en la naturaleza que las hojas de otoño.
A nuestros pies, son inferiores y débiles, y si lo razonamos, nos parecemos en todo.
Es maravilloso este post.
La suma de nuestros días nos resta y nos resta, irremediablemente.
Un abrazo grande, Netito
YOP
Ya me gustaría encontrar un fantasma lo suficientemente horrible para darle un susto de muerte a esos días cuando aparecen...y que no volvieran.Bien descrito.
Besos!
Ojalá fuese fácil cerrarle la puerta a esos días. Pero a pesar de lo difícil que son, pertenecen a la naturaleza humana y hacen de nosotros lo que somos. Tristemente inevitable.
http://idasueltas.blogspot.com/
Que triste relato, pero que verdadero.
En esos días tenemos que ser muy fuertes, y salir para adelante, buscando la mejor manera de estar bien.
¡Muy buen texto!
Neto: siempre me deslumbras. Que buena reflexió, que justa, ¿quién no ha tenido días así? Donde perdemos piel, sonrisa y hasta ganas de vivir.
un beso.
mariarosa
Don Calavera, una descripción sacada de un día así, sin dudas. Gracias! Un abrazo.
Doña Sil, si, el otoño tiene imágenes tristes, pero lo suyo es empeño en desprestigiarlo jajaja. Muchas gracias! Saludos!
Doña Tinta, ojo, quizá se asuste el fantasma! Gracias! Saludos!
Don Camilo, ud lo ha dicho. Extrañaríamos esos días si dejasen de llegar. Gracias! Saludos!
Doña Viajera villense, siempre hay que salir adelante, no hay dudas. Gracias! Saludos!
Doña Mariarosa, muchas gracias!!! Lo mismo digo de su último texto, una belleza. Saludos!!!
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