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6 de marzo de 2010

El camino al norte

Hay un estrecho pero largo pasillo en el edificio de la escuela donde me formé que guarda tantos misterios como crímenes la ciudad.
Conocido como "el camino al norte", pues en esa dirección cardinal se encontraba el aula de dirección, era transitado con miedo por aquellos que castigados por sus maestras debían tomar sus útiles y enfrentarse cara a cara con la directora.
Testigo de llantos contenidos y lágrimas a raudales, el pasillo erigió su fama de siniestro con el correr de los años.
En los recreos o bien en los juegos de los niños fuera del colegio se contaban historias que parecían inverosímiles y hasta fantásticas. Relatos sobre chicos que una vez enviados a dirección ya nunca más eran vistos, otros sobre niñas a las que invisibles manos le cortaban las trenzas mientras corrían evitando trastabillar y caer rendidas sobre los mosaicos oscuros del lúgubre recorrido.
Todos habíamos oído hablar de los susurros al pasar; de las paredes que parecían acercarse unas a otras, estrechando aún más el camino; de los murciélagos que habitaban los rincones que los ojos no alcanzaban a vislumbrar; de las ráfagas heladas de viento que calaban los huesos y que parecían provenir de ninguna parte en especial.
De una u otra forma, siempre alguien era castigado y aquello era quizá el miedo mayor. Todos intentábamos comportarnos, más sabiendo lo que nos esperaba en caso de incurrir en alguna travesura. Sin embargo, las maestras creían ver en todo gesto un acto de maldad hacia algún compañero; en cada abrazo, un intento de empujar al otro al suelo y en los diálogo existentes, escuchar una mala palabra nunca dicha.
En nuestras charlas de niños, esas que discurrían en un sinfín de temas, saltando de uno a otro como si fuésemos chimpancés bailoteando entre las ramas de los árboles, hablábamos de ello con un terror silente.
Estábamos convencidos que existía un embrujo y que las maestras estaban poseídas por ese poder oscuro que con seguridad residía en el aula de la directora. Hasta la campana que indicaba los recreos parecía sacada de una película de horror; ni siquiera el campanario de la iglesia sonaba tan lúgubre cuando anunciaba un entierro. Y eso que se hacía escuchar seguido, porque aquella era una ciudad extraña, donde la muerte era moneda corriente.
Quizá por ello los adultos no creían nuestras historias y justificaban nuestros miedos amparándose en que ir a dirección no era bonito para nadie. ¿Pero cómo nos podían explicar que Carlitos faltaba a la escuela desde el día que lo enviaron a dirección por dejar caer una hoja al suelo en medio de un examen? ¿Cómo podían hacernos olvidar que Angelita asistía a clases con la boca cosida debajo de ese gran vendaje que llevaba desde la tarde en que comenzó a gritar alocadamente camino a dirección tras ser haber sido acusada por la maestra de haberle mostrado la lengua? ¿O podíamos ignorar lo que le sucedió a Juan, o a Ismael, a Florencia, Germán, Omar, Miguel, Anahí, Jazmín y a decenas de nombres que ahora se me van de la cabeza?
Ir a la escuela era un infierno. Y aquel pasillo una figura fantasmal. Ninguno de nosotros tenía la certeza de regresar a casa, de volver a jugar con nuestros juguetes, de pelarnos otra vez las rodillas en la canchita de fútbol del club. De a poco el color de los juegos, de los pasatiempos, de las cosas felices, perdió su brillo y se vio opacado por el temor constante. Nuestras sonrisas se borraron y pasamos a ser niños de ojeras amplias, atentos a no cometer ningún error, a no infringir ninguna "ley", a ser estatuas vivientes.
Con los años vimos como muchos de esos niños sucumbieron a la locura, al suicido, al crimen. Y fuimos testigos de como muchos de nosotros escapamos de milagro de destinos similares.
El pasillo sigue allí, aterrorizando a otras generaciones, incluso a nuestros hijos. Cuando nos cuentan lo que ya sabemos, callamos la verdad y alegamos las mismas mentiras que nos decían de niños. Tememos. Aún hoy tememos.
¿Acaso nos creen tan valientes de poner un pie en esa escuela? Jamás. Nunca más la pisaremos. Ninguno de nosotros, ninguno que haya sobrevivido, tiene la más mínima intención de recorrer ese pasillo para enfrentar a la directora.
Por eso escuchamos y miramos hacia otra parte, como corresponde. Como la humanidad ha hecho siempre para sobrevivir.
Que así sea.
O mejor dicho, que sea lo que la escuela quiera.

18 comentarios:

Viviana dijo...

Tu cuento me hace pensar en "Ideología y aparatos ideológicos de estado" de Althusser.
La verdad es que son pocos los que sobreviven a la escuela y no quedan convertidos en estatuas.
Muy bueno!
Un abrazo

Mannelig dijo...

Ah, qué buena historia. ¿Las reuniones de antiguos alumnos de esa escuela son quizá algo silenciosas?

SIL dijo...

Tu cuento de ficción es magnífico, me repito en éso.

Pero me hace pensar que debiera existir en la infraestructura de cada escuela un estrecho pero largo y siniestro pasillo con las mismas características de éste...

Por ahí debieran transitar los padres que cuestionan notas o defienden a sus hijos de todo y cualquier acto de indisciplina, prefiriendo hablar antes con la directora que dirigirse al maestro de aula, violando reglas de convivencia y escalafón.

Y por qué no...
también podrían mandar a pasear por ese pasillo, a los alumnos que amparados por sus padres no respetan reglamento alguno, haciendo de cada establecimiento escolar un pequeño infierno...

Y por qué no...
Y por qué no ?

Sería una manera algo drástica pero bastante efectiva de erradicar la cizaña de nuestras benditas escuelas.

A veces, no tengo otra opción que decir lo que pienso , viste...

Besos-todos-


SIL

Con tinta violeta dijo...

Neeeeto, encantador el relato. Casi se pone la piel de gallina sintiéndose en medio del pasillo, camino hacia el norte...
En mi caso había una escalera que subía al segundo piso...pero ni en broma ere tan "real y temible" como este.
En cuanto a la educación, ahora es de otra forma, ya no se recurre al temor. Pero también se olvida el respeto, así que desgraciadamente no hemos logrado encontrar el equilibrio...
Fantástico relato.
Un abrazo.
Paloma.

Con tinta violeta dijo...

Ché, que pasó volviste o esto se lo debemos a la tecnología "programable"???
Besos.

Anónimo dijo...

Una realidad demasiado terrible como para callarla El miedo a la vida no se debe, no se puede silenciar. Hay que mirar cara a cara a estos miedos y poco a poco ir disminuyendo su infección en nosotros. Un relato esplendido.

Anónimo dijo...

yo creo que este tipo de pasillos, estrechos y misteriosos no son tan de ficción, vos sabés a la escuela que yo iba, y te puedo asegurar que cosas oscuras como estas he visto, y quizás peores....
grande Neto, que bueno leerte nuevamente!

Netomancia dijo...

Doña Viviana, desconozco el trabajo que hace mención pero supongo que debe ser interesante. Muchas veces la figura de la escuela se le presenta a los niños como algo horrible e insalvable. Algo de eso quise plasmar, pero con un temor un poco más allá de la prueba de matemáticas. Gracias! Saludos!

Sir Mannelig, me imagino que las reuniones escolares se deben efectuar a kilómetros de la escuela ja y si, seguramente hablarán de todo, menos de aquellos años. Saludos!

Doña Sil, van a venir con pancartas los de derechos humanos jaja. Creo que todos tenemos un pasillo por el cual nos cuesta caminar, podemos trasladarlo a cualquier ámbito. Y siempre el miedo será el mismo. Gracias por el comentario! Saludos!!!

Doña Tinta, ya retiramos el piloto automático, estaba cobrando un sueldo muy alto. El temor no es un buen aliciente para el estudiante. Cuando pienso en el colegio y el castigo o el temor siempre me viene a la memoria la imagen de la película "Pink Floyd The Wall" en la que el profesor descubre al niño (Pinky) escribiendo poemas y la burla de este ante todos los compañeros del mismo "Poems everybody, poems". Y lo que sigue, con la picadora de carne y los niños saliendo por ella, bueno, ya es un clásico que no necesita explicación. Saludos!!!

Don Luis, espero que esté mejor! Y es muy bueno su comentario, coincido con lo que dice. Le mando saludos y siga cuidándose de su dolencia. Saludos!!!

Dieguito, ja, sobreviviste a esa escuela que ya es mucho. No tengo malos recuerdos realmente del colegio, salvo un par de años en la primaria, pero a veces, como hablamos con el amigo Oso (que también fuera mi profesor en la secundaria, ja, esto suena a delatar años jajajjaa) la educación no está bien encarada y los chicos asumen la obligación de ir como un castigo más que un beneficio. Es decir, es un tema largo para charlar y debatir, pero importante. Un abrazo Dieguito!

La Tomata dijo...

Neto, estas hablando de la escuela Normal??!!! jejeje. Viste que siempre se dijo que estaba embrujada!! :p (o era la san martin la embruijada?? nose! jeje)

Soy daina, de villa, cambie la dire del blog, es el mismo, pero ya no es mas la bellavella, ahora escampo de tomates. igual queda guardado en este comentario que te estoy escribiendo!! jeje

Exelente como siempre!!! Es bueno sabes que hay estos talentos en la lugubre villa!!
Saludos!!

Silvana Muzzopappa dijo...

Neto, su capacidad de imaginar terrores infantiles parece ser infinita! Y otra vez el horror en la escuela... parece que en Villa Constitución hay algo siniestro visitándolas.
Me encantó lo de pelarse las rodillas jugando :)

Excelente el cuento.

Besos,
Shirubana.

Felipe R. Avila dijo...

Neto querido, con pequeños ajustes si quisieras, este relato es una metáfora de la dicatura que padecimos, pero de cualquier dictadura, también podría ser.
Al leerlo pensaba en eso, como muchas personas callaban si sabían algo o por las dudas o por si los (nos ) escuchaban que alguien sabia...ni hablar si alguien estaba directamente en su contra...
El miedo al miedo es terrible y tu cuento lo hace patente.
extraordinario.

A la querida amiga Sil, debo discrepar con lo que pusiste.
Y te diría que si construyen esos pasillos, muchas pero muuuuuuuchas maestras debieran transitarlo antes que esos padres que ella acusa y condena.

Me senti tocado: ¿sabés las veces que tuve que ir a discutir con maestras arbitrarias, absurdas y faltas de argumentos pero con mucho abuso de autoridad para con los hijos y con los padres?
Hay una "moda" actual de cierta derecha vernácula
que ve con buenos ojos decir que "los padres se quejan de todo".
Mis maestras(otras, décadas atrás) imponian respeto,pero no miedo.Y si mandaban una nota era por algo cierto,no como muchas veces ahora
"maestritas oficinistas" que mandan notas a los padres como si ficharan la entrada al trabajo, en vez de resolver ELLAS SOLAS las situaciones que se planteen.
Una vez me mandaron esta nota, sobre mi hijo de (por entonces)
7 años:
"Señores papis, su hijo le pegó a un compañerito, ayer en clase.Notifíquese".
Cuando fuimos resulta que no hubo golpes, que en realidad
AL TERMINAR LA CLASE, MIENTRAS SE LEVANTABAN PARA IR AL RECREO, EL NENE Y SU COMPAÑERO DE BANCO SE PUSIERON A MIRAR LAS FIGURITAS(CROMOS,ESTAMPAS,ETC) que cada uno llevaba para el recreo.
Tuve que hacerle escribir a la maestrita en el borde de la notificación que eso que me contaba personalmente era lo sucedido y no lo que ALARMANTEMENTE habia escrito.
Como ésta, de los primeros 3 años tengo cien.
Hasta luego.
Y ahora me voy a una reunión de padres en el colegio.

el oso dijo...

Uy, Neto, si conoceré pasillos de esos...
Existen, ¡y de qué manera!
He transitado muchos de ellos, doy fe, tratando de eludir (si mucha suerte) las calamidades mencionadas en el relato.
Ah, olvidé decir que en los últimos 25 años se han puesto más atroces para mí.
Abrazos

el oso dijo...

"SIN" mucha suerte, quise decir...

SIL dijo...

Te pido disculpas, Felipe.

Quizás en generalizar consistió mi error.
Un beso.

Viviana dijo...

Te recomiendo el libro de Althusser, entonces.
Yo quería hacer alusión a la peligrosa labor "formativa" de la escuela. Me hizo pensar en eso cuando le cosían la boca a la rebelde y el hecho del miedo de los adultos, y eso de lo que nadie habla y que, de última, queden todos hechos estatuas, "formateados, para sobrevivir en esta sociedad. No sé si me explico...es la queja sobre este sistema educativo inmundo que sanciona las diferencias y castiga al pensante.
Capaz que nada que ver con lo que te llevó a escribirlo pero es un cuento con un potencial enorme de lecturas.
Un abrazo

Netomancia dijo...

Tomata, cómo estás. En realidad de ninguna escuela en particular, pero conozco y muy bien la primera que nombrás ja, dejé trece años de mi vida allí! Y no sabía que estaba embrujada, a menos que llames brujas a... mejor hagamos silencio! Además el amigo Oso comenzó su martirio con los jóvenes dándome clases en los salones del ala trasera. En aquel entonces con cariño le decían "el Cuervo", no por malo, sino por ser hincha de San Lorenzo (calamitosa elección, pero bue... jajaja). Saludos Tomata y me alegra que estés cerca del blog!

Doña Shiru, muchas gracias! En Villa suceden cosas extrañas, aunque la autoridad para retratar lo sobrenatural en la ciudad es don Oso que está haciendo un compendio único. Lo de pelarse las rodillas es un recuerdo muy recurrente, que a veces se extraña y mucho. Saludos!

Don Felipe! Y si, tiene alguna connotación, aunque no adrede. Creo que todo lugar de represión nos lleva directamente a ese recuerdo tan nuestro. Lo de discrepar con doña Sil, lo dejo en sus manos, no quiero ser testigos de arañazos y patadas ja. Con respecto a las maestras nuevas, tendría que juntarse a dialogar algún día entre mate y mate con el señor Oso, que de eso sabe y mucho! Un abrazo!

Don Oso, a usted lo vengo nombrando en los comentarios! Es que si hablamos de colegios, es un referente, aunque de los buenos! Me imagino lo de los pasillos, otra que pesadillas para usted! Un abrazo!

Doña Sil, no pida disculpas, cítelo a una contienda de puños, no se ponga exquisita a esta altura! Jajaja. Gracias ;)

Doña Viviana, tomo nota entonces. No, no es eso que me llevó a escribirlo, sino algo más sencillo, que es el miedo no racional tanto de grandes como de niños, pero como todo cuento, se abre a innumerables posibilidades, según la óptica desde la cual se lea y eso, desde mi punto de vista, es lo más lindo, lo más valioso, de la literatura. Gracias!

La Tomata dijo...

Es mas Neto, de la Normal se decia y todavia se dice, que hay una secta!! Que el personal de la escuela o no que esta en ella lleva una trenza en la nuca y un collar creo. pero eso deben ser leyendas urbanas!! Eso espero porq sino me da miedito!! jejej

Netomancia dijo...

Daina, si, ese rumor me llegó! Pero no sabría si es verdad o no, pero circulaba hace unos años! Lo de embrujada puede que sea la San Martín, que tiene un edificio del año del ñaupa jaja.