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9 de diciembre de 2009

Luis y sus vientos

Qué difícil se me hace, aún hoy, hablar de Luis Suárez Ambrosi. En enero se cumplirán cinco años de su desaparición. Luis fue como un padre, un maestro, un guía. Pero también fue el camino hacia una pesadilla de la que aún me cuesta despertar.
Lo conocí en la universidad. El dictaba clases y yo era un simple muchacho que se ganaba la vida vendiendo café. Fue así que varias veces, mientras le servía un café sin azúcar, entrábamos en el juego del diálogo y a veces nos íbamos por las ramas, hablando de todo un poco.
No soy un tipo muy inteligente, pero me gusta leer. Y Luis, bueno, él era todo conocimiento. Dictaba la cátedra de geología, pero su pasión era la meteorología. Podía estar las horas hablando de fenómenos atmosféricos, de la presión, el viento, saltar de allí a las eras geológicas, trazar paralelos a través de millones de años... en fin, podía quedarme las horas escuchándolo.
Así fue que las primeras charlas de dos minutos se fueron extendiendo cada vez más, hasta acabar en el bar de la esquina, donde el café quedaba de lado y compartíamos una o dos cervezas.
Luis era una persona muy abierta, cordial, amable. Se preocupó por mi educación. Le sorprendió que alguien con mis conocimientos no tuviera estudios. Quiso que me anotara en la universidad, pero le tuve que ser sincero: no había terminado la secundaria. Me obligó a hacerlo. En una escuela nocturna.
No me resultaba fácil, porque desde la mañana trabajaba para poder ganarme la vida y llegaba a la noche rendido, exhausto. Luis se dio cuenta y una vez que terminé el último año me dijo: "Alejandro, demostraste que podías. No es necesario que sigas exigiéndote. Venite conmigo, que a partir de mañana sos mi ayudante personal".
Y así largué la cafetería ambulante y comencé mis tareas como asistente de Luis. Estaba en sus clases, manejaba su agenda e incluso en ocasiones acudía a entrevistas o reuniones en su nombre. Tal era la confianza que me tenía.
No recuerdo con exactitud cuando fue que Luis empezó con las ideas raras. Pero a partir de allí, él cambió. O sus objetivos cambiaron.
Si recuerdo que una mañana me dijo "desde mañana ya no vamos a la universidad". No entendía la razón, estábamos a mitad de año. Le pregunté si había pasado algo, alguna pelea, alguna confrontación con el rector, con otro profesor, pero no, negó con la cabeza y arrojó delante de mi pocillo de café (siempre había café, no podía faltar) una carpeta con más de cincuenta hojas.
¿Qué es? farfullé, pero me di cuenta que quería que lo leyera. Mientras miraba las primeras hojas, tomó su abrigo y se fue. Quedé en el estudio que tenía sobre la avenida hasta vaya a saber que hora de la madrugada, leyendo la hipótesis que Luis había preparado en los últimos meses y que ahora se proponía comprobar.
Es imposible, me dije. Debe ser una broma. Sacudí la cabeza varias veces, me preparé más café y finalmente me fui a dormir a mi departamento. Por la mañana lo llamé al teléfono y ni bien escuchó mi voz largó su pregunta: ¿Y qué te parece?. No supe que responder, pero me animé a un "¿no es una broma, verdad?.
Pensé que se iba a enojar, pero al contrario, dejó escapar una carcajada. Así era Luis. Inmediatamente me dijo "sabía que dirías algo por el estilo, es más, de ahora en adelante voy a tener que acostumbrarme a que tilden la idea de tal".
Si, coincidía. Seguro tildarían la idea de broma. Broma de mal gusto. Y así fue, con los primeros inversores que entrevistó para sus fines de investigar la hipótesis.
Es que, imagínense, un respetable académico, con títulos de geología y meteorología, en un momento cumbre de su vida se propone realizar una investigación de enormes proporciones, anunciando que será algo revolucionario y que por lo tanto ha debido dejar de lado la docencia y sale explicando que lo que quiere demostrar es que los vientos en lugar de movimiento de masas de aire están conformados por las almas de los muertos, bueno, sin dudas, o bien hace reír a carcajadas al inversor o bien, se gana el título de loco grabado con fuego en la frente.
Discutimos varias veces y en lugar de amilanarlo, solo lograba entusiasmarlo más. Veía en cada objeción, un obstáculo más que debería superar buscándole la explicación. Me hablaba entonces de las zonas calmas, donde los vientos eran brisas, porque las almas estaban en mayor reposo. De regiones de vientos fuertes, por pasados vertiginosos, de catástrofes y masacres y por lo tanto, almas inquietas y hasta furiosas.
Me mostraba imágenes satelitales y garabateaba sobre ellas contornos no definidos que según su teoría daban indicios de la clase de almas que se movilizaban de un lado a otro del planeta. Juro que comencé a asustarme, no tanto por lo que proponía, sino por la salud mental de Luis.
Lo apreciaba mucho y comprenderán que escucharlo hablar de ese modo, sobre fenómenos físicamente demostrados, con teorías de siglos apoyadas en nuevas tecnologías como respaldo, pero intentándoles dar un nuevo sentido, tan irreal, tan extraño, me erizaba la piel. Me lo veía siendo llevado a la rastra a un manicomio y se me partía el corazón.
Fue quizá por eso que nunca le dije que no y que a partir de entonces comenzamos un recorrido por distintas partes del mundo que parecía, sería interminable. Llevamos la loca teoría por regiones remotas, muchas veces indagando en la soledad de los desiertos, en la frialdad de las noches polares, en la inclemencia del sol pampeano.
Divagaba sobre las almas, hacía apuntes aquí y allá, no cesaba de sacar fotografías y en todo momento pedía mi opinión, mis apreciaciones y yo... debo admitirlo, le mentía. No quería que se sintiera defraudado. Había abandonado todo para investigar su hipótesis. A dudas penas había encontrado los inversores, más por compromiso que por otra cosa.
Luis parecía un niño persiguiendo su cometa, en tanto el viento se empeñaba en llevarlo de un lado a otro, sonriente, pícaro. Y si, justamente era el viento su oasis en el desierto. El bálsamo tras una larga y dilatada carrera, donde se hizo de un nombre y de un respetable cariño.
No entendía la razón por la que arrojaba todo ello por el balcón, persiguiendo una loca teoría que solo él podía creer. Y en teoría, yo también. Pero mi devoción por Luis fue más fuerte que mi convicción de lo que estaba mal y lo ayudé. Caminé junto a él cada palmo de la pesadilla.
Hasta que pasó lo de Aragón. Hace cinco años Luis quiso estudiar los vientos del Valle del Ebro. Allí, en una vasta región del noreste de la Península Ibérica por donde corre el río Ebro sobre una falla, existe un viento bastante peculiar.
Nuestra guía, Paloma, nos dijo que no debíamos internarnos en la región en pleno invierno. Decidimos seguir por nuestros medios. El Valle del Ebro está limitado por la cordillera de los Pirineos al norte y la Cordillera Ibérica al sur. En alguna parte de allí, nos perdimos.
La temperatura había descendido a cero grados y el viento era constante. Según Luis, debía estar en los cuarenta kilómetros por hora, un poco más velo que lo normal, pero no alcanzaba ni a estar cerca de las velocidades máximas. Por mi parte, no podía creer que pudiéramos mantenernos en pie a esa velocidad, no quería imaginarme más rápido.
Intenté convencer a Luis de buscar refugio, pero se negó rotundamente. Me dijo que preparara la cámara digital de alta definición que llevaba a todas partes y que estuviera listo. Siempre me decía lo mismo, quería fotografiar el viento y encontrar en las imágenes sus tan esperadas almas. Lo hacía en todas las latitudes. Pero fue allí en tierras de Aragón que lo noté más entusiasmado.
"El cierzo - me gritó por encima del sonido del viento - así es como lo llaman. A mitad del siglo pasado midieron su velocidad en más de ciento sesenta kilómetros por hora. Casi una década después de que terminara la guerra mundial y quince que finalizara la guerra civil española. Y ten en cuenta algo Alejandro, cuando el Cierzo avanza, la temperatura disminuye".
Asentí con la cabeza, buscando de reojo algún refugio o paraje donde no quedar tan expuesto. Una de las claves en su teoría, era la temperatura. No bajaba a causa del viento en si, sino de las almas, que son frías. Y si uno le refutaba sobre los vientos cálidos, se reía y decía "almas que no han sufrido".
El viento parecía me iba a arrojar al suelo en cualquier momento. Luis se aferraba a un árbol y tomaba notas, mirando de frente al viento embravecido. "Luis, Luis -grité en vano - busquemos refugio".
Me hizo un gesto con la mano, sin mirarme. Soltó el árbol. Ví su rostro al girar hacia mí. Sonreía. Sus ojos estaban iluminados, radiantes. Fue la última vez que ví su cara aquerenciada de arrugas. La giró de nuevo, en dirección al viento y con su mano alzada hacia el cielo me señaló algo y entonces, las vi.
El viento estaría entonces a más de cien kilómetros por hora y la temperatura a diez o doce grados bajo cero. Pero todo ello era secundario, había dejado de preocuparme. Alcé la cámara y disparé varias veces, absorto, maravillado. Cientos, miles, millones de pequeñas almas, avanzaban como un rayo pegadas entre si, empujándose, mezclándose, traspasando cada elemento de la naturaleza, no dejando piedra, roca, montaña, árbol, animal o ser humano sin tocar con sus manos invisibles, como tanteando con ellas algo perdido en el tiempo o bien, de dónde asirse para detener la marcha.
Miré fascinado la escena, el cuadro poderoso de sobrenatural encanto. Y busqué con mi vista maravillada a Luis, para asentir con una sonrisa, para decirle que ahora si creía, que ya no había mentira alguna en mi afirmación, que nunca se había equivocado y que el ciego era su ayudante, que loco no es aquel que cree si no el que no quiere ver... pero no vi a Luis.
Cuando el viento amainó, lo busqué entre los árboles, en los caminos, incluso por algunas barrancas. Antes que cayera la noche llegué al pueblo más cercano. Al amanecer emprendimos una búsqueda, pero fue en vano. Tras una semana, me di por vencido. Regresé triste, casi huérfano.
Han pasado cinco años y aún me cuesta hablar de Luis. Nunca publiqué sus trabajos, ni siquiera he hecho mención a sus investigaciones en los ámbitos catedráticos. Temo que las borrosas fotografías no den cuenta de lo que ambos vimos con nuestros propios ojos y su respetable imagen quede tachada por la locura y la idiosincrasia de los que dicen saber porque otros se los han contado sin intentar llegar a sus propias respuestas.
He visto a las almas disfrazadas de viento surcar el Valle del Ebro a la misma velocidad en la que la luz de la luna llega a mis ojos. Los días de viento salgo a la calle y acaricio la nada, esperando así poder dar ánimo a esas almas errantes y vagabundas, especialmente a una, que extraño y mucho y que a veces susurra en una brisa mi nombre de amigo y eterno escucha, invitándome a tomar un café.

15 comentarios:

SIL dijo...

Sos maravilloso, Neto.
Así te lo largo, nomás...


//Luis parecía un niño persiguiendo su cometa//


En esa frase supe, que Luis se iría con el viento, trás ver cumplida su teoria.

Magistral una y otra y mil veces.

Un abrazo gigante, GENIO indiscutible.

HUMO dijo...

Ya desde el título atrapan tus increíbles cuentos!

Ya no es un placer leerte, es una suerte, un lujo!

Cariños!

=) HUMO

mariarosa dijo...

No sólo te aplaudo, sino que me pongo de pie. Es un cuento estupendo, me encantó. A los que nos gustan este tipo de historias sabemos cuanto juega la imaginación para desarrollarlas y cuanto se debe investigar para hacerlas creibles.
¡¡Excelente!!

Un cariño.

mariarosa

Anónimo dijo...

Neto eres increíble. Tienes una capacidad para sostener al lector que deja a cualquiera boquiabierto.
No son locos los que buscan, los que se niegan a una sola verdad, a una única realidad, sino quienes no son capaces de ver aquello que no se muestra.
Un saludito afectuoso.

Mannelig dijo...

Hala, otro pasmado: yo. Juro y perjuro que tanta imaginación y, no menos importante, saber plasmarla en palabras de esta manera, no se encuentra en abundancia bajo esos vientos del mundo.

Anónimo dijo...

y ahí va Luis, perdido entre sus esperanzas, danzando con el viento...
Que relato más poético Netito!
Me quedé emcoionado y sin palabras, hay una tristeza en ese saber que Luis remontará vuelo, hay una especie de elegancia eterna al saber que más de uno quisiera remontar viaje con Luis.
Un texto precioso, cargado de metáforas...
Aquí seguimos nosotros, quizás en esa misma mesa de café escuchando nuestros nombres susurrados en la brisa matinal...
abrazos!

Con tinta violeta dijo...

¡¡¡¡Bravo Neto!!!. que imaginación privilegiada la tuya. Lo he leído de un tirón, esperando a ver como se transformaba el viento en la otra realidad que buscaba Luis.
El guiño personal me ha hecho sonreir, y creo que ahora cada vez que sople el cierzo recordaré las almas sufrientes que atraviesan nuestro valle arrastrando cuanto encuentran a su paso (y al bueno de Luis...)
Besos desde Zaragoza.
Paloma.
PD: el cierzo, quiero decir las almas, ja, ja, ja, tienen una parte positiva: nos limpian la atmósfera de contaminación. Hay que ser agradecidos, aunque a veces pasemos frío.

Con tinta violeta dijo...

Por cierto, olvidé decirte que ese final tan tierno...de recuerdo del alma del amigo es un fantástico cierre.
Ciao!
Doña tinta

Netomancia dijo...

Doña Sil, millones de gracias. Vaya a saber dónde se fue Luis, pero seguro que se fue contento. El final del camino debe ser agradable cuando lo que uno espera, se encuentra en ese instante. Saludos!

Doña Humo, muchas gracias. A los títulos también hay que buscarle la vuelta, sin que digan mucho. Gracias por la lectura constante. Saludos.

María Rosa, gracias, ya puede sentarse de nuevo jaja. Gracias en serio. La investigación en realidad se la debo a Paloma, o como la he bautizado en el blog, doña Tinta, que me envió la información de este viento, luego que se la pidiera en un comentario de otra entrada. Apenas si necesité buscar algún que otro dato adicional. Saludos!

Don Luis, hermosa apreciación, la comparto. La locura está en no querer ver más allá, en quedarse con lo que nos dan. Sabias palabras. Un abrazo.

Don Mannelig, me hace sonrojar. Siempre que pueda, intentaré mantaner este nivel, para que puedan disfrutar de la lectura. Saludos.

Dieguito, que buenas palabras elegiste, una confrontración de sensaciones, lo triste de la partida, lo lindo de la forma. Y esa mesa de café que tanto nos dice, en silencio, mientras bebemos sorbo a sorbo cada instante de la vida. Un abrazo!

Doña Tinta, la usé como protagonista secundaria, en agradecimiento por la información. Espero que haya sido de su agrado. Me gustó escribirlo y leer sobre esa región de España. Saludos y mil gracias de nuevo!

Taller Literario Kapasulino dijo...

Como siempre Neto, tus cuentos me sorprenden.
Este es muy bueno.
Te felicito por tanta creatividad!

HUMO dijo...

Neto. me animè a un microrelato de terror, desde ya no te llego a los tobillos, ni siquiera lo intento crèeme, pero saliò y lo publiquè, espero te des una vuelta maestro, sin duda tengo mucho que aprender de ti.

=) HUMO

Felipe R. Avila dijo...

El comienzo "a lo Fontanarrosa" es impactante:
"Qué difícil se me hace, aún hoy, hablar de Luis Suárez Ambrosi. En enero se cumplirán cinco años de su desaparición. Luis fue como un padre, un maestro, un guía. Pero también fue el camino hacia una pesadilla de la que aún me cuesta despertar"
Y el resto, tal cual se dijo acá, pura poesía.
Excelente cuento,che!.
Yo, a diferencia de otros, no imaginaba el final de Luis.
Me sorprendiste.

Netomancia dijo...

Carla, muchas gracias. Esperemos conservarla, ja. Saludos.

Doña Humo, la felicito por animarse, además le salió muy bien, pintando un sueño sangriento que puede conducir a cualquier a la locura! Saludos!

Felipe, muchas gracias. Qué grande el Negro, que pena para las letras que no pueda seguir creando. Gracias por lo que decís. Y me gusta que te haya sorprendido, ya estaba pensando que había sido muy obvio jaja. Un abrazo!

el oso dijo...

Lo primero que recordé fue un tema de Pastoral que comienza: Luis quiso llegar al cielo de su mundo dibujado y la realidad demente esta vez lo ha emboscado...
Y es algo así lo que al amigo Luis le ha pasado, o mejor dicho, lo que a Alejandro...
Un maestro, Neto, como siempre...

Netomancia dijo...

Don Oso, que buen tema! No lo había relacionado, pero viene al pelo para el relato.
Un abrazo y gracias por ponerse al día con todos los relatos!