Frente al equipo de audio, cayó de rodillas. El relator gritaba enloquecido que el árbitro había cobrado penal. ¡Un penal cuando el partido terminaba! Aquello era un milagro, una señal del cielo. No quería ponerse de pie, había cerrado los ojos y apoyado la frente contra el frío de las baldosas.
¿Quién lo patearía? No quería escuchar, no podía. Bajó el volumen a cero. El silencio que de inmediato invadió la habitación fue atroz. Un silencio que no era tal, porque podía escuchar los latidos de su corazón. Sentía que le faltaba el aire. Debía ser valiente.
Subió el volumen. Había un revuelo en el área y el árbitro estaba expulsando a un jugador local. Y si, no era para menos. Un penal en el último minuto y la posibilidad de ganar un partido imposible. ¿Quién patearía?
Entonces escuchó al relator pronunciar su apellido.
- ¡Torrenti toma la pelota y se dirige al punto penal!
No, ya era suficiente. Lo había intentado, no podía. Cinco años aún eran escasos. Apagó el equipo, quitó la grabación y se encerró otra vez en su pieza. La vergüenza no lo dejaría en paz jamás.
La Gardenia.
-
Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 1 minuto.
3 comentarios:
Pobre tipo, que angustia iba a vivir de por vida.
muy bueno.
mariarosa
bueno...ya le prestaremos a Sergio Ramos, para que lo saque de la depre...
Muy bueno!
Era masoquista.
En Boquita tenemos a varios de esos, ojalá no se graben.
Abrazo, Netito.
SIL
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