Un constante repiqueteo alteró su sueño. Algo dormido, trató de identificar el sonido. Lo escuchaba cerca, separado por un intervalo regular que prácticamente podía acertar tras prestarle atención durante, los que calculó que fueron, tres minutos.
Mantuvo los ojos cerrados con la idea que así lograría una mayor concentración y aguzar el oído. Sin dudas, aquel ruido era producido por gotas, que en seguidilla estaban cayendo desde una altura que aún no podía determinar. Tampoco, por el momento, tenía la respuesta sobre el origen de las mismas.
Pensó en alguna mancha de humedad en el cielorraso. No recordaba ninguna, si bien había llovido bastante el último mes. Pero de todos modos, no lo creía posible. Había estado en el techo la semana anterior, colocando una antena para televisión digital y estaba todo en orden. Por otro lado, una gota desde tan alto haría otro sonido, no el que escuchaba.
Debía ser otra cosa. ¿Alguna planta? Es decir, las macetas con plantas, que estaban en la ventana. Se imaginó que quizá se hubiese rajado la cerámica y filtrado por la grieta agua proveniente de la tierra. Le parecía además que había relación entre el impacto de cada gota y la altura donde se encontraban las macetas. Al menos, de las que tenía memoria.
Descartaba totalmente que fuera una canilla mal cerrada en el baño de la habitación, porque la puerta no estaba abierta. En todo caso, escucharía el ruido pero en forma amortiguada. Pero lo que llegaba a sus oídos era claro y fuerte.
El siguiente ejercicio que se propuso, siempre acostado y con los ojos cerrados, era el de imaginar algo más que pudiera producir ese repiqueteo. Pero por más que hacía funcionar sus neuronas, no lo conseguía. La respuesta no llegaría tan fácil. Sería necesario lo que estaba intentando evitar. Salir de la cama y explorar.
La idea lo fastidiaba. Con desgano, se sentó en la cama.
- Amor, voy a ver que es ese sonido - dijo en voz no muy alta - Vos, seguí durmiendo.
Su mujer no contestó: "Al menos alguien duerme", murmuró.
No quería prender la luz, para no despertarla. Usó su celular, que al encender la pantalla emitía un resplandor considerable. Miró en el techo, y no detectó gotera alguna. Hurgó en los rincones, sin éxito. Movió las macetas y ninguna tenía marcas de agua en las cercanías. El repiqueteo mantenía su ritmo perseverante.
Una gota tras otra, con un intervalo de varios segundos. Una tras otra. Había cerrado los ojos para poder escuchar mejor, cuando uno de sus pies descalzos se detuvo sobre un charco frío. Apuntó la luz hacia el lugar y no pudo más que caer de rodillas.
El bermellón de la sangre le asestó la respuesta que jamás hubiese querido descubrir. Para entonces, la vida en su mujer, cuyo brazo pendía fuera de la cama, se había apagado como la noche misma.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 2 minutos.
3 comentarios:
Brutal descubrimiento! Y sin dar ninguna pista, así que nuestra imaginación trabaje...¿no Sr Netomancia?
Muy bueno!
Terrible hallazgo.
La imagen es abracadabrante.
Un abrazo, Netito.
SIL
¡Qué final! Te aplasta con su trágica llegada, en contraposición a lo simple de la trama hasta ese momento.
Duro relato. Me encantó.
¡Saludos!
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