Hay dos clases de personas en este mundo. Los que almuerzan tomando el té o el café con la mirada puesta en la taza y los que no, indagando con su vista al mismo tiempo un diario, la televisión o tan solo, posándola en un punto distante, mientras la bebida aún tibia va calentando el cuerpo.
Los primeros, son inseguros, temen de aquello que los rodea, se sienten perseguidos o vigilados. No descuidan sus objetivos, por temor a que se los arrebaten. Se aferran a la vida y a lo que ya poseen como lo hacen a la taza, pendientes de cada detalle, mientras el líquido va disminuyendo en proporción de las veces que lo acercan a la boca.
Los otros, viven más apasionadamente y hasta despreocupados. Quieren saber siempre un poco más. Les importa lo que pasa en el mundo, consideran la información vital para encajar en la sociedad. El tiempo los apremia, se sienten urgidos a utilizar de la mwejor manera cada segundo de su existencia. Están en el ahora pero programando el futuro. Son ávidos, autosuficientes y demasiados seguros.
Sin embargo, los primeros son los que, debido a su constante preocupación de la gente y hechos que conviven en cada momento, por miedo más que por caridad, tienen una visión más clara de la realidad. Pueden reconocer a una mala persona o nefasta oportunidad de negocios en un santiamén.
En cambio, los segundos, que mucho abarcan, poco conocen. Confían en la gente equivocada, fracasan a menudo y culpan al destino, dejando de lado sus acciones. Solo muy ancianos reconocerán que estaban equivocados sobre muchas cosas.
Pero Carmelo, el mendigo cuyo lugar en el mundo era la puerta del bar de la avenida principal de la ciudad y la esquina en diagonal a la iglesia, no podía aún a pesar de todo, aventurar quién iba a dejarle aunque sea unas monedas para el vino, si los del primer grupo o los del segundo. A su manera de ver y analizar las cosas, las dos clases podían irse al infierno.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 1 día.
7 comentarios:
Y allí los esperaría el mismo Carmelo para charlar sin que teman el oportuno garroneo.
Qué buen retrato y qué buena composición!!
Abrazo
(Oso retardado...)
El análisis de Carmelo me obliga a una reflexión personal (glup)
En el infierno debe hacer menos frío que en el cielo...
Genial ;) Netito
ABRAZO GRANDE
SIL
¿Y los que no toman té o café en el almuerzo?, ¿dejarán monedas?
Buen relato.
Saludos.
que clara la tiene Carmelo!
muy bueno!
pancho
Un análisis muy acertado.
El perdedor siempre es el mismo. Pero ¿para siempre?
Yo ya oigo una sonrisa carmelitana desde ultratumba.
Che, Neto, escribe tu la continuación. Los fantasmas son mas amigos tuyos, ja!
Besos y aplausos!!!!
Don Oso, por ahí de Carmelo tienen piedad y lo mandan para el otro lado. Un abrazo!!!
Doña Sil, la última vez que fui habían puesto calefacción. Ja. Saludos!!!
Doña Mariela, por ahí los que beben jugo, habría que hacer una estadística! Saludos!
Don Panchuss, tan clara como la vida se la deja ver! Saludos!!!!
Doña Tinta, ya me lo mató a Carmelito!!! Y después el sanguinario soy yo jajaja. Saludos!!!
Mal caracter el tal Carmelo. Para él, daba lo mismo un grupo u otro, siempre y cuando le dejaran monedas.
mariarosa
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