¡Que lindo suenan las campanas de la iglesia los domingos al mediodía! La sonrisa de Luna se ensanchaba con el repiqueteo del metal, ese gong pendular que sonaba una y otra vez. Se transportaba por el sonido, sentía que podía volar y desde lo alto ver a la gente marchar por las veredas del barrio hacia la misa de las doce.
El gong gong la invitaba a viajar, entonces decidía seguir volando. Dejaba atrás el barrio, pasaba por el potrero frente a la estación del ferrocarril y veía como los chicos corrían enfervorecidos detrás de la pelota, reclamando a gritos vaya a saber que cosa. Y más alla, en los vagones olvidados del tren, gente entrando y saliendo como si fueran sus casas. Al pasar cerca comprendió que lo eran, que dentro había mesas, sillas de plástico o cajones de madera, chiquillos gateando y otros jugando, aquello era otro barrio.
En su vuelo se cruzó con palomas y golondrinas. Con un cielo azul y nubes muy blancas. Luna estaba hechizada por la vista desde el aire. Las personas eran diminutos puntitos yendo de un lado a otro. Las casas, grandes cajas de zapatos, desparramadas en un orden singular.
Más allá estaba el río y del otro lado las islas. Y tras el horizonte, se expandía el mundo. Ya no oía las campanadas. Había viajado mucho y ahora, el silencio le hacía perder la compostura. Agitó sus brazos, algo nerviosa, temiendo caer desde esa altura. Pero allí no había nada que la sostuviera, ni alas ni sonidos. Comenzó a caer, angustiosamente. El cielo se transformó en un manchón que iba hacia arriba y todo lo que estaba abajo, se acercaba peligrosamente. Entonces, cerró los ojos.
Y al abrirlos, estaba otra vez en su cama. El gong gong había concluido. La misa con seguridad había comenzado. Y ella estaba en su habitación, como en cada momento del día. Pero había viajado, otra vez. Y sabía que aquello no era una ilusión, una bobada - como decía su hermano - de la imaginación de una pobrecita inválida que ni siquiera se podía parar con ayuda de un bastón.
Era real desde el sonido hasta la última flor dibujada desde lo alto, en los campos del ferrocarril. Era vívida la sonrisa de una pequeña dentro del vagón de tren como el insulto del niño persiguiendo el balón. Tan real como el dolor, la tristeza y el perdón. ¡Qué lindo sonaban aquellas campanas! ¡Qué mágico era su gong!
Luna sonreía en la soledad de su habitación, soñando ya con esos pocos minutos de vida, el próximo domingo, un rato antes del mediodía.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 22 horas.
5 comentarios:
Será porque los ángeles alicortados son los que más alto pueden volar.
Maravilloso, Netito.
La imagen de la caída se puede sentir.
TKmucho
SIL
Me gustó por la emoción con la que lo envolviste todo...(sosteniera? sostuviera quizás?)
Un acierto mas de nuestro amigo Neto.
Besos!!!
Me gustó el vuelo, yo también sentí que volaba junto a ella.
Saludos.
¡...y qué mágico es tu Don,Neto!
Excelente!
Doña Sil, si, es posible. Me gusta creer que con magia podemos aunque sea, arrancar una sonrisa. Y a veces, un texto, puede ser mágico. Saludos!
Doña Tinta, cooooorregido el término jaja. Buen desliz. Entre ud y Sil, me voy a gastar una fortuna en correctoras, pero se agradecen y mucho!!! Me alegra que haya gustado! Saludos!
Doña Mariela, pero aterrice eh, aterrice! Muchas gracias. Saludos!
Don Felipe, chas gracias che!
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