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9 de enero de 2010

Alejandra no vuelve

Con tono melodramático y algo fingido, intentó hablarle a la suegra. Pero comprendió de inmediato que no había sido la mejor idea. Para entonces, la mujer entrada en años había ido en busca de su esposo, que si bien no estaba en mejores condiciones, aún conservaba el porte de antaño y su estatura era suficiente para amedrentar a cualquiera, y conociendo a Ismael, no sería la excepción.
Cuando se asomó en la puerta el viejo Berteti, Ismael retrocedió como si hubiese visto al mismísimo diablo. El viejo le pidió que le contase lo que le había dicho a su mujer minutos antes. Balbuceando, el joven repitió la historia, pero ahora evitando el tono de victima que había puesto antes.
Berteti lo escuchó hasta el final. Luego hizo una pausa, como meditando lo que había escuchado. De repente lo tomó a su yerno de un brazo y le gritó en la cara:
- ¿Me tomás por boludo vos?
Ismael tartamudeaba, quería decir no y apenas si le salía media ene. Interiormente rezaba por algún milagro, nada de otro planeta, algo mundano, como el teléfono sonando, la llegada del cartero, la intervención de una vecina chusma. Pero la calle estaba desierta y las únicas dos almas frente a frente eran la suya y la de Berteti. Su suegra se había metido dentro de la casa, aunque seguramente estaba escuchando detrás de las cortinas de la ventana.
Viendo que no le iba a salir una sola palabra ni por casualidad, el viejo lo tomó por el cuello como si fuese un pato y lo arrinconó contra la pared.
- Dale, decime. Dónde se fue Alejandra.
- Ya... ya... ya le dije a su... su mujer. Ella... Alejandra, se fu fu fue de ca casa hoy.
- ¿Y dónde se fue? ¿Me vas a hacer creer que te dejó y ni siquiera nos avisó?
- N... no, no me de dejó. Ella fue al sótano y.... y....
- Me agarrás de boludo. Me doy cuenta. Podés ser un poco hombre y decirme: Señor Berteti, su hija me abandonó y está en casa de una amiga, o de una tía o de donde se le canten las pelotas !!! Pero no, en lugar de eso, dale, mentime, contame el cuento que le contaste a mi mujer. Mirá, que no me entere que le hiciste algo, porque te juro que te mato.
- Señor, se... ñor, ella bajó al sótano y no, no, no volvió a subir.
- Ahora me decís que todavía está en el sótano. Me seguís tomando el pelo.
- ¡Escúcheme Berteti! - se despachó Ismael, perdiendo el miedo que lo acobardaba.
El viejo dio un paso atrás, preocupado.
- Escúcheme. Alejandra bajó al sótano. Pasaron diez minutos, veinte, a la media hora la llamé desde la escalera. Supuse que estaría con problemas el lavarropas. Pero no me contestó. Bajé. Ella no estaba, pero el lavarropas estaba aún girando y su cigarrillo recién encendido, en el cenicero con forma de rueda de auto que usted le regaló.
El viejo asintió con la cabeza, recordando el regalo de hace dos cumpleaños atrás de su hija. No solo le había sacado la mano del cuello a Ismael, sino que para entonces, había retrocedido casi un metro de distancia.
Con el cuello liberado, podía respirar mejor. Un poco de valentía le recorrió el cuerpo. Le estaba haciendo frente a su suegro y nada menos en un momento determinante de sus vidas. Prosiguió con la historia.
- Recorrí el sótano y encontré sus zapatos del otro lado de la habitación. Bajo la mesa de herramientas, sus pantalones. Unos metros más a la izquierda, su remera. Y sobre una pila de diarios viejos, su ropa interior. Y escúcheme Berteti, el sótano, usted lo sabe, no tiene ventanas. Ahora, si pretende seguir maltratándome en lugar de brindarme una ayuda para encontrarla, le estaré agradecido.
El viejo lo miró con cara de desprecio. A Ismael poco le importaba. Sabía que el odio era recíproco. Al cabo de unos instantes, el viejo preguntó: ¿Y lo que vos querés es que yo te ayude a buscarla a ella o algún indicio en el sótano?
- Si, porque la policía debe aguardar veinticuatros horas para aceptar una denuncia, aunque acá creería que sería en vano, no la vi abandonar en ningún momento el sótano. Debe creerme don Berteti, ella desapareció allí abajo, no le estoy mintiendo.
El suegro no le contestó, se metió en la casa y salió a los pocos segundos, con un abrigo en el brazo y un revólver en la cintura.
Ismael se alarmó al ver el arma, pero por un lado, si había alguien en la casa, sería lo más conveniente. Fueron en el coche de él, con el que había ido en forma despavorida hasta lo de sus suegros, a pesar de la mala relación, para buscar ayuda.
Al llegar al sendero principal de la casa, tras atravesar una calle desolada y con poca iluminación, observaron que todas las luces de la vivienda estaban apagadas. El lugar parecía siniestro. Ismael podría jurar que había dejado las luces del interior encendidas. Pero no lo recordaba sinceramente, todo había sido muy rápido, inesperado.
Entraron. Ismael accionó las teclas de la iluminación. Nada. Todo a oscuras. Pensó en algún fusible, en la puta casualidad que se hubiese quemado justo esa noche. No, no podía ser casualidad, algo no estaba bien. Le hizo señas a su suegro para que lo siguiera. Ignoraba realmente si éste sabía donde quedaba la entrada al sótano. Tan mala era la relación que las pocas veces que sus suegros estuvieron en casa fueron para un par de cenas en las que llegaron, comieron y se marcharon, prácticamente sin mediar palabra.
Llegaron hasta la escalera que descendía al sótano. Ismael iba primero. Tanteó sobre la pared que tenía a su derecha. Allí había una estantería con una linterna. La tomó. No todo era mala suerte, tenía pilas y todo. Enfocó el haz de luz hacia abajo. Su suegro le pidió que avanzara, que no se quedara quieto.
Sus pies sintieron el cemento del suelo. La luz no era suficiente como para abarcar grandes sectores, así que el barrido que hacía era lento, hasta tenebroso. Buscó de apuntar hacia los lugares donde había encontrado la ropa de su mujer. Primero pensó estar confundido, luego estaba seguro de los sitios hacia donde apuntaba. Allí no había nada y el hecho que su suegro lo recalcara con su voz ronca por el cigarrillo, lo ponía al borde de la histeria.
Iluminó la pared opuesta y notó que no estaba el lavarropas. Corrió hacia el lugar. Sintió el jadeo del viejo corriendo a sus espaldas. Vio al lavarropas cinco metros hacia la izquierda, y en el sitio donde antes estaba, un pozo de casi dos metros de profundidad. En el fondo, sobre la tierra, descansaba horizontal una pala.
- No comprendo que es esto Berteti, mírelo por su cuenta. Acérquese.
Ismael se dio vuelta, pensando en darle paso al viejo para que viese e intentara comprender lo que tenía enfrente. Sin embargo grande fue la sorpresa al ver a Berteti sosteniendo el arma con el cañón de la misma apuntándole a él.
- ¿Berteti, qué está hac...?
El disparó no permitió que terminara la frase. Su cuerpo pareció quebrarse en dos. Las rodillas se doblaron hacia delante y la espalda se arqueó suavemente. Quedó hecho un ovillo delante del pozo. Su rostro se hundía en el suelo, masticando el dolor. Pero a pesar de ello, escuchó otros pasos en el sótano, que bajaban la escalera. Al llegar al suelo, el repiqueteo de los tacos fue inconfudible. Como pudo, giró su cabeza desde el piso hacia la dirección de los sonidos y la vio, a su esposa, marchando hacia el.
- Déjamelo a mí, papi - le dijo al viejo Berteti y con fuerza, apoyó uno de los zapatos sobre los hombros de Ismael y con violencia lo empujó hacia atrás, en dirección al pozo.
Cayó de espaldas. Sintió el mango de madera de la pala golpearlo en la columna. Apenas si podía quejarse. El disparo lo estaba desangrando.
Escuchó que hablaban, que se estaban organizando para algo, pero no entendía qué. De pronto lo supo, a medida que el viejo Berteti arrojaba con una pala cemento recién preparado para sepultarlo con vida, sin la menor clemencia y aún peor, la menor explicación de lo que estaba sucediendo.
Llamó a los gritos a su mujer, pero solo recibía por respuesta de parte de ella, risas y más risas. Y a medida que el cemento lo iba cubriendo de a poco, sentía que la muerte era inminente.
- ¡Alejandra! - gritó una vez más. ¿Por qué? ¿Por qué?
Y esta vez, las risas cesaron unos segundos para dar paso a la voz:
- ¿Por qué? No tiene que haber un por qué - sentenció ella - Con las ganas alcanzan.
Y entonces las paladas de cemento que el viejo Berteti le arrojaba, comenzaron a taparle el rostro, la vista y por último, la respiración.

9 comentarios:

Con tinta violeta dijo...

Caramba, Neto. Sin respiración me ha quedado yo...
Me recuerda este relato las historias de Alfred Hitchcock presenta, que veía hace años en Tv y que tanto me gustaban.
¡Hemos empezado el año con ganas eh?!
Besos.
Doña tinta.

SIL dijo...

Con las ganas alcanza...
Qué hija de su madre
-y de su padre- !!!
:O
El Edipo la ACOMPLEJÓ mal. :D

Espeluznante.
Con diez mil interrogantes...
no vale...

Título engañoso.
Relato maravilloso.

Besos -muchos-

Felipe R. Avila dijo...

Sil dice: con diez mil interrogantes...
Copio los primeros seis:
¿Alejandra se habia escondido dónde?
¿Adentro del lavarropas?
¿El cemento lo estaba preparando ahi, para que no fragüe?
¿Berteti era hincha de Chacarita?
¿Alejandra es de géminis(por las dos caras)?
Ismael ¿es o se hace?

Fuera de bromas, otro impactante y
atrapante relato de Neto,
a esta altura un maestro del suspenso.
Felicitaciones.

Anónimo dijo...

por más que grites ya es tarde!!! No tiene que haber un porqué! no tienen que existir más interrogantes a las preguntas que ALejandra no querrá responder!
Uff que texto más oscuro Neto, es genial! Suspenso hasta la útlima fibra del relato!
Tiene una atmósfera densa, tiene un aire a ciertas escenas en el mirador de Sobre Héroes y Tumbas del gran Sábato... No sé, es cautivante por donde se lo mire...
Abrazos

Mannelig dijo...

Esto clama venganza. Alejandra y Berteti no se pueden ir de rositas, Ismael volverá. ¿En forma de perro negro de ultratumba, por ejemplo?

Unknown dijo...

Alejandra no vuelve... yo me quedé buscandola y ahora las que no vuelven son mis palabras... Que intriga, que gusto leer algo tan bien escrito!!

Un saludo

Netomancia dijo...

Doña Tinta, mucgas gracias. Si, tiene un toque de lo Hitchcok no hay dudas. Lo gracioso de este relato es que lo estaba escribiendo en un estado de somnolencia cada vez mayor y el final lo hice parándome, caminando, volviendo a la computadora, escribiendo, parpadeando, así que en realidad no tenpia idea si realmente había salido algo positivo de todo eso. Eso que me pasó me llevó a escribir el relato de Villeraturas.
Saludos!

Doña Sil, si, puede que sean más, vea la explicación en el comentario anterior y se dará cuenta. Puede que hayan quedado brechas, pero la base está, diría el Bambino jaja. Saludos!

Felipe, sabe que Berteti suena a jefe de oficina e hincha de Chacarita jaja como un personaje de Wood en "Mi novia y yo" para decir algo. Lo de Ismael ya no tiene nombre. Recurrí otra vez a ese nombre para hacerlo picadillo. Algo tendré contra los ismaeles del mundo. Un abrazo!

Dieguito, lo mismo puso el Mono, sobre que no tiene que haber un por qué siempre en su comentario de este relato en Feisbuc, por algo son amigos uds dos jajaja. Sabés que tengo pendiente ese libro de Sábato, lo único que leí de "Sobre..." es "El túnel". Un abrazo!

Don Mannelig, usted pide justicia y quién le dice que no le pueda llegar a hacer caso. La idea de un Ismael volviendo en forma de algo (siniestro si es posible, porque de picaflor no lo veo asustando) es bastante interesante y llamativa. Saludos!

Doña Atis, que sus palabras vuelvan por favor, así regresa y sigue comentando en otra oportunidad. Gracias por la visita y por lo que ha dicho. Saludos!

el oso dijo...

¡¡Buenísimo, Neto!! Y un toque de atención para maridos confiados...
Y a los padres que osen utilizar el nombre Ismael para su descendencia (al sótano)...

Netomancia dijo...

Don Oso, confiado es como seguro, se lo llevaron preso ja. Un abrazo!