Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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31 de julio de 2009

Luces cómplices del engaño

La razón por la cual le mentía a su mujer le era difícil de explicar. No sabía la manera de confesar su debilidad. Sentía pánico de solo pensarlo. El pecho se le oprimía y el aire parecía escabullirse hacia algún rincón ignoto, temiendo morir en el instante.
Era un cobarde, tenía que reconocerlo. Desde hacía un tiempo le temblaban las manos y la sensación de sudor recorriéndole la espalda sucedía muy a menudo. Se escabullía por las noches, cuando su mujer dormía profundamente.
Conocía los escalones que no debía pisar, la ubicación exacta de los muebles, la manera de abrir la puerta sin hacer el menor ruido. Se consideraba un experto en la materia. Tanto como una basura.
Hasta entonces había sido siempre tan fácil, que pensó que la suerte lo acompañaría por toda la eternidad. Pero sabía que se engañaba. Era consciente que tarde o temprano debería afrontar la verdad. Decirle cara a cara lo que durante los últimos años había hecho a sus espaldas. La idea le daba vuelta el estómago, se lo retorcía en un nudo tan duro como un puño.
Sin embargo, la sensación de huir furtivamente, la brisa de la noche susurrándole cómplice, querían convencerlo que no había hecho nada malo. Pero sabía que si. El huir era solo el comienzo, lo más fácil de confesar cuando la hora le tocase. El resto era lo que torturaba su mente.
Esas calles recorridas de memoria, el trayecto repetido, ese edificio conocido. Las luces lo aguardaban siempre encendidas para él. Y esa luminosidad era suficiente para despertar el deseo irrefrenable de su interior. La excitación le elevaba el pulso y todo temblequeteo moría allí, como su verdadera vida, su mujer, su hogar, su propio espíritu.
Pero esa noche era la que había esperado con temor durante años. La noche en la que todo se derrumbaría, irremediablemente. Había sido sigiloso, recorrido el camino y arribado al edificio. Las luces lo invitaron a entrar y dentro, sucumbió la perdición. Se supo desnudo al poco tiempo, despojado de todo lo material que pudiera solventar los deseos de su ser, envuelto para entonces dentro de una mortaja endemoniada, preso del desenfreno y la ambición.
Y esa desnudez lo hizo marcharse desesperado, falto de aire, casi demente. Y corrió hacia quién pudiera ayudarlo. Y casi sin pensarlo corrió por la noche, bajo las estrellas indiferentes y se detuvo delante de otra puerta conocida, más humilde. Y golpeó con fuerzas, sintiendo cada golpe como un tronido pero sin abandonar la ensoñación en la que estaba envuelto, con el placer latiendo en su corazón anhelante de regresar al otro lugar. El farol de calle se encendió y una figura asomó su rostro por la ventana. Miró con miedo, moviendo levemente las cortinas. La puerta se abrió y él no aguardó ni siquiera una pregunta: lo empujó hacia el interior y lo tiró al piso.
Lo increpó con furia, sin la menor pizca de cordura: "Vamos viejo de mierda, soltá algo de plata una vez en la vida, soy tu yerno carajo". La soledad de la casa devolvió el eco de sus palabras, las cuales sintió ajenas, dichas en otra dimensión. Lo levantó del piso y lo arrojó con bronca hacia la pared opuesta. Su suegro impactó con fuerza y perdió el sentido. Fue hasta el dormitorio y revisó los cajones, pero no había dinero en ninguna parte. Se topó con una foto del casamiento, que su suegro atesoraba sobre una repisa y lo invadió la vergüenza. La cólera remitió ante la imagen y sintió que el mundo se le venía abajo. Se mareó, y tanteó los muebles para no caerse. Las náuseas invadieron su alma. Se sintió sucio, además de cobarde, de inútil.
Corrió a socorrer al padre de su esposa, pero era tarde. El golpe le había abierto una herida en la cabeza y la sangre le cubría la cara. El susto había hecho el resto, matándolo de un infarto.
Y como lo presagiaba, la más fatídica de las noches le cayó encima. El rayo de locura que lo había asaltado, sentenció su futuro sin que él se enterada. Arrodillado ante el cuerpo, despojado de sus últimos ahorros en aquella casa de apuestas clandestinas, se dio cuenta que las luces eran ficticias y que siempre lo habían sido. Ahora lo aguardaba la verdad, que solo conocía de oscuridad.
Fue hasta el teléfono y antes de llamar a la policía, marcó el número de su casa. Era hora de afrontar la realidad.

14 comentarios:

leoriginaldisaster dijo...

esto sigue no?
esta muy interesante e impactante. Impresiona mas de una vez...

buen dia neto:)

SIL dijo...

No, Leo. No sigue.

Ésto va muy lejos de ser una historia de ficción, Hermanito, al margen de tu capacidad de relatarla con ribetes impresionantes.
Las adicciones son perdiciones, y como en estos casos, fatales y sin regreso. Realmente, son apuestas en las que SE PIERDE TODO...
GREAT, HERMANITO.

MAGAH dijo...

Muy bueno y no me sorprende tu capacidad para atrapar al lector.
Cobardes, muchos y avergonzados de nosotros mismos, cada uno en de lo suyo.

Un abrazo grande

Magah

Isabel Estercita Lew dijo...

El relato es fuerte, envolvente y hasta provoca angustia. Muy grosso lo tuyo.

Saravá

Estercita

Mannelig dijo...

Otra muesca de alto valor en tus logros...

el oso dijo...

Áspero relato, Neto y muy bueno, de esos que te meten a la fuerza dentro de él.
Pareciera ser una historia no muy ficticia sino algo de lo que sucede cotidiana pero veladamente.
Abrazo!!

Anónimo dijo...

Ante semejante relato a uno no le queda más remedio que acompasar la respiración para evitar el ahogo.
Sublime.
Nada más comenzar la lectura una especie de garra invisible lo toma a uno y no lo suelta hasta el final.
Esa garra es tu enorme capacidad para crear historias.
Un saludo
PAZ.

Anónimo dijo...

Neto, qué orgullo tenerte en mi lista de favoritos, volver a los puertos amigos a nutrirme de talento.
Qué hilo audaz que has mantenido con este relato, me alegro de haber vuelto, estuve perdida pero no te perdí el rastro eh??
Te espero con novedades
Besos

Anónimo dijo...

no se ni como te encontre, pero que suerte la mia, te lei te re lei y es que me quedo atrapada en los relatos, de verdad una experiencia padre el descubrirte.

Saludos!

Netomancia dijo...

Hola Leo! No, no sigue. Bastante sufrimiento ya tiene el hombre. Aceptar cómo es y pagar por ello ya es demasiado. Saludos!

Doña Sil, eso, instruya al lector. Si, es así, eso quería reflejar, como algo tan tonto (o en apariencia tonto) como el juego puede destruir la mente a un nivel impensado. Si bien es ficción, refleja mucho de la realidad. Saludos hermanita!

Gracias Magah, un placer tenerla por acá y ver su comentario.

Isabel, gracias! Una alegría que el relato haya gustado.

Don Mannelig, muchas gracias...

Don Oso, bien dicho, "no muy ficticia". Creo que es algo cotidiano, el juego, la apuesta, la vida que se pierde en ella. El desenlace podría ser la locura de cualquier jugador. Un abrazo!

Don Luis, encantado de su comentario. Que un lector se vea atrapado así por un relato, es lo que a un lo reconforta a la hora de escribir.

Paola, muchas gracias. Me contento que vuelvas y sigas leyendo estos relatos. Ya te visitaré y veré tus novedades.

Sonia, ha sido entonces el destino. Espero que sigas disfrutando de cada relato y reflejando tu opinión en los comentarios, que siempre será bienvenida.

Annie dijo...

Ufff!!!

QUÉ FUERTE NETO!!!

No fui la excepción, yo
también quedé hecha ovillo
y al costado del camino
con tu relato...

MUY TRISTE, MUY BUENO!!!

BESOTES

=)

Lisandro dijo...

El juego y las adicciones me tocoan de cerca, de gente que quiero y que se ensucia por cuestiones de azar... este texto sirve de ejemplo Neto... muy bueno...

Netomancia dijo...

Doña Annie, fuerte, si, pero algo verdadero también. Ahora, déjese de hacer la tonta haciéndose un ovillo al lado del camino, que la puede atropellar un auto.

Lisandro, a todos los que tengamos cerca y podamos ayudar, debemos hacerles ver el error. Gracias por el comentario!

Felipe R. Avila dijo...

Neto: es un gran relato...¿O en realidad vos lo hacés grande?.
Porque de una historia chiquita sacás casi un filme.Me parecía estar viendo una película al leerlo palabra a palabra.
Mis felicitaciones, sos un creador de imágenes visuales, como pocos.