Había una voz silenciosa. No sabría describirlo, pero diría que era un demonio. La voz me hablaba sin pronunciar palabra. Me pedía cosas, acciones, me volvía obsesivo. Comencé a escucharla en mi cabeza cuando era muy pequeño. Por eso, antes de acostarme, debía mirar uno de los costados de la cama, no una vez, sino dos. Y si por error miraba tres veces, debía ver una vez más, porque no podía ser impar, debía ser siempre par, pero jamás tenía que ser seis.
Si, suena a locura. A una irremediable chifladura. Si tocaba algo, debían ser dos veces como mínimo y asegurándome de respetar siempre el hecho de ser par y nunca seis. Podía entonces ir caminando con un grupo de amigos y sin querer, con una mano, tocar cualquier cosa, por ejemplo, un canasto de la basura. Entonces, rápidamente, debía volver unos pasos atrás, tocarlo de nuevo y seguir.
Sabía que no era normal. Algo me decía que no solo no era normal, sino también esquizofrénico. ¿Debía decírselo a alguien? ¿Debía resistirme y luchar contra esas órdenes de una voz que no existía, al menos auditivamente?
A veces, estando ya acostado, esa voz me decía que me levantara y saliera a la calle. Ante tremendos pedidos, era más fácil resistirme. Imponía mis quejas a esa voz, suplicaba con excusas, decía no saber donde estaban las llaves, ni qué pretextos les daría a mis padres.
Y así transcurrió mi niñez, compartiendo mis días, mis juegos, mis deberes, mi crecimiento, con esa voz interna, merodeando siempre en mi cabeza. Con los años mi personalidad se fue imponiendo y sobre la adolescencia, dejé de escucharla. Primero hacía caso omiso a sus órdenes y de a poco, ante tanta indiferencia se fue retirando, no de golpe, porque supe por un largo período que aún estaba allí, pero finalmente, desapareció.
¿Por qué cuento esto? Por una sencilla y espeluznante razón. Volvió ayer. Si, primero supuse que era algo que decía la televisión, pero no podía ser, estaba puesta en un canal de música. Después me di cuenta. Había vuelto.
Anoche maté a una persona. Dos puñaladas, porque debía ser par. Hace unos minutos, fueron ocho ladrillazos para matar a otro hombre. Me sigue pidiendo pares, pero ya no basta con mirar o tocar cosas, ahora va más allá.
¿Debo hablar con alguien? ¿Debo resistirme? Tengo miedo, no lo oculto, sin embargo es tan natural que haya vuelto, que hasta podría decirse que la extrañaba.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 6 horas.
4 comentarios:
Número 3. Perfección
Número 6. Uno menos que el 7, significa imperfección.
Número 7. Plenitud
Número 666. Tres veces seis, es decir la perfecta imperfección...
La extrañabas porque practicamente te crió...
Horriblemente interesante.
Acepto que no debía ser jamás 6.
Y menos 666!!!
Ni un psiquiatra ni la policía ... quizás un exorcismo ???
Abrazos
apoyo a Sil: horriblemente interesante..
saludos
Hola, llego aquí desde espacios en común, y lamento no haber llegado antes, estuve un rato con la voz (tu voz), escalofriantemente talentosa, y me permití extraviarme un poco más profundo, para conocer la sangre latente de tus letras.
Volveré si me lo permites y también con tu permiso, te invito a mi laberinto.
Para estar más cerca, me uní a tus filas
Un abrazo
Don Neto, recuérdeme que enfáticamente le pido postergar lo de las birras, no sea cosa que la extraña vocecita le dé indicaciones de esas...
Esos relatos suyos mantienen en vilo al lector hasta el último segundo en que suspira de alivio porque terminó (en el caso de sobrevivir). Genial.
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