Se sentaba todas las mañanas sobre la arena, mirando el mar. Parecía un príncipe semidesnudo, sin capa, ornamentos ni espada. Tan solo su túnica blanca, su mirada quieta y su aura inmóvil.
Las olas paseaban por sus ojos y el agua salada bañana sus pies. Las horas se iban consumiendo y con ella el día. Las gaviotas volaban plácidas y serenas, con sus graznidos lejanos y responsabilidades ausentes.
La playa era un desierto de soledad, un bálsamo de tranquilidad y olvido. La memoria de un pasado que había quedado, como todo pasado, atrás.
La noche asaltaba el horizonte y de a poco lo oscuro ocultaba la luz. El cielo se iba poniendo negro y miles de puntos brillantes se encendían sin avisar. La brisa se tornaba fresca y el mar abrigaba entonces su andar.
El príncipe despertaba de su letargo antes de la medianoche y observaba las constelaciones. Se dejaba embelesar un rato y luego se ponía de pie. Era el momento de los sórdidos recuerdos, de la cruda realidad. Caminaba ahuyentando los sonidos de su mente, las voces profanas que le decían lo que nunca hubiese querido saber: "Eres el último, eres el adiós. Eres el último ser humano sobre la tierra y no tienes redención".
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 4 horas.
5 comentarios:
Muy triste... cuanta soledad, debe ser terrible estar solo, mas allá de lo hermoso que graficaste el paisaje.
Los elementos visuales de tu relato son maravillosos.
¡Ay de los príncipes solitarios!
Bellísimo, Neto, y adhiero al comentario de Carla. Tu texto transporta a la arena...
La versión oscura de Netomancia del clásico Principito...
La soledad y la no redención...
Habrá peor castigo ?
Me fascinó.
ABRAZOS.
Ver primer comentario. :P
Ya Carla opinó por mí tmabién. Muy descriptivo.
ahh bueno, antes las palabras del señor mar no hay que refutar no?
abrazos!
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