No voy a ceder. No lo pienso hacer. ¿Dónde quedarían mis principios? Y ni hablar de mi orgullo. No puedo arrojar a la nada las enseñanzas recibidas, ni los ejemplos valorados.
Por eso ignoro las voces ajenas, las aparto de mi mente. Son inútiles intentos de convencerme. Elementos débiles de persuasión. Lo he dicho, no voy a ceder. No me importan sus consejos ni advertencias. Mi decisión es una roca. Mi testarudez, una montaña.
Avanzo y la miro a los ojos.
- ¡Justicia! Es hora que abras los ojos y veas lo que juzgas, es momento que te des cuenta que en un extremo de la balanza la corrupción hace contrapeso con sobornos, coimas, secuestros... Justicia, es hora que seas justa.
Avanzaron dos grandotes y me sacaron a la rastra.
Y se rieron de mí. Y seguirán riéndose, lo se. Estallarán a carcajadas cuando lo intente otra vez.
Porque no pienso ceder. Soy un iluso que quiere darle otra oportunidad a la justicia, soy un imbécil que aún sueña.
La Gardenia.
-
Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 1 día.
1 comentario:
Sin testarudos imbéciles el anodino mundo de los conformes se hubiera dormido para siempre. Sin embargo, a veces somos esa clase de bichos que puede decir no a su propia comodidad.
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