Los ensayos se hacían de noche, porque todos trabajaban. Los días de encuentro se iban pautando en la medida que podía la mayoría. En pocas ocasiones estaban todos. Pero aquello era un obstáculo que sabían desde el primer momento.
De todas manera, la obra iba bien encaminada. Algunos pasajes aún debían ser repasados con énfasis, pero en líneas generales el director estaba conforme.
Había llegado a aquella ciudad litoraleña sin demasiadas pretensiones, como preceptor de un colegio. Lugar de pocas almas, descubrió pronto que solo hacía falta movilizarlos. Los fue conociendo por el rol que ocupaba. Y lentamente, los fue convenciendo.
Los vecinos del pueblo que se estaban animando a descubrir sus cualidades como actores, estaban muy entusiasmados y lo demostraban ensayo a ensayo. Pero había ciertas cosas que los preocupaban, aunque eran reticentes incluso a comentarlas dentro del grupo.
Eran detalles, como por ejemplo, ensayar al aire libre, aún si hacía frío. A pesar que algunos ofrecieron sus hogares e incluso, las instalaciones cubiertas del club local, el director fue determinante en su decisión: el lugar era vital. Y el sitio en si, también representaba un trastorno. No solo porque estaba retirado, sino porque era el cementerio y a muchos el hecho de ver las tumbas de sus seres queridos tan cerca, con la penumbra rodeando la lápida, no era les resultaba del todo feliz.
Pero la obra lo necesitaba. Eso repetía una y otra vez el director. Y era cierto. Lo sentían. La ambientación permitía que las actuaciones fueran más realistas.
Ninguno conocía al autor de la obra, pero les había gustado. Las escenas, los diálogos, eran realmente interesantes,. El director dijo al pasar que se trataba de un autor no muy conocido, que le había facilitado el guión teatral justo antes de sufrir un accidente fatal.
Alguas noches los ensayos se prolongaban hasta la madrugada, a pesar que la mayoría debía levantarse temprano para trabajar. Pero el entusiasmo era tal, que los reclamos iniciales perdían fuerza y se diluían, así como las horas, que pasaban casi sin que se dieran cuenta, entre parlamentos y escenas.
Pero la preocupación más grande, de parte de los actores, era el último acto. Aún no les había revelado el final. Varias veces habían reiterado la necesidad de conocer el desenlace, sin embargo el director defendía su misteriosa postura con una sola frase: "El final no importa, solo se llega". Y como sucedía con todo lo demás, nadie lo hablaba con otro.
Una noche, llegando a fin de mes, llegó con la noticia. Había fecha de estreno.
La gente aplaudió contenta, acompañando con silbidos de alegría y haciendo sonar las palmas con fuerza.
- Mañana a la noche presentamos la obra - anunció con una gran sonrisa.
Los aplausos cesaron y se vieron rostros con visible asombro. Era muy pronto.
- ¿Cuántas funciones haremos? - preguntó uno de los protagonistas principales.
El director se mostró sorprendido por la pregunta, como si la respuesta fuera obvia.
- ¿Cuántas? ¡Una, por supuesto!
Aquello desconcertó a los actores. Se escucharon murmullos que fueron elevándose, hasta hacerse un diálogo generalizado.
- ¿Y el último acto? - preguntó un joven que hacía un papel secundario.
Las voces volvieron a escucharse, pero el parloteo al unísono duró muy poco. El director mostró un papel en alto. Aquel movimiento fue suficiente para recuperar la atención.
La idea de una sola representación tras tantas semanas de ensayos quedó de momento en el olvido. El grupo se acercó para recibir una copia. Cada uno fue alejándose del otro, para leer con tranquilidad. La luz de la luna propiciaba una lectura casi fantasmagórica.
Los rostros fueron cambiando. La ansiedad y curiosidad fueron trocando en espanto. Las miradas se desviaban del papel a medida que leían y se posaban en el director, que apoyado sobre una lápida no dejaba de sonreír.
- Esto es imposible - dijo una de las actrices - Es... imposible.
El director sonrió, pero no con la boca. Lo hizo con los ojos. Los mismos que ahora parecían observar a todos al mismo tiempo.
- En este gran final todos tienen un rol preponderante, nadie en el pueblo olvidará esa función - el director se movió a un lado, dejando la lápida a la vista. El nombre era el de la actirz que había hecho la última pregunta.
Los actores miraron las demás lápidas, donde fueron encontrando sus nombres.
- Practiquen bien la letra del acto final para que lo último que hagan sobre la Tierra sea digno de ser visto. El arte los sobrevivirá.
El director se fue riendo, dejándolos solos en el cementerio. Solo entonces pudieron advertir la cola colgando entre sus piernas y que los libretos que sostenían entre sus manos, era un vil acuerdo con la muerte.
Para amantes y ladrones
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*Clave de lectura:* La escritura como cristal, transparente y oscuro, de
la vida.
*Valoración:* Me gusta mucho ✮✮✮✮✩
*Música recomendada:** La Creación (Vo...
Hace 5 horas.
2 comentarios:
Empecé a sospechar cuando contestó que la representación sólo iba a ser una.
Pues no entendí muy bien, pero lo leeré varias veces a ver que salsale
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