Cada vez que escucho el sonido de una ambulancia me estremezco. Ese ulular es la voz de un fantasma que me atormenta y que no conforme con el susto que propicia el recuerdo ingrato de aquella noche, asalta el presente, llevándose consigo la poca esperanza que aún resguardo.
Mis sentidos se paralizan hasta que el sonido se aleja, se diluye, escapa de mi conciencia. El proceso puede durar horas. La ambulancia, de vez en cuando, parece no irse por días.
Mi psiquiatra sabe que cuando llego al consultorio sin turno, es que he atravesado una de estas experiencias. No necesita preguntarme nada. Mis ojeras me delatan.
He progresado, no lo niego. Al menos ya no pienso en el balcón como una rápida salida. El tiempo, en verdad, ha sido un tirano. No ha borrado ni una pizca las sensaciones de aquel instante. Pareciera como si aquella luna de septiembre de hace quince años se hubiese tatuado en la mente, regresando una y otra vez, cada vez que la compuerta de dolor se abre merced a ese ruido infernal, ese grito desahuciado proveniente de una sirena que parpadea y exclama a viva voz una maldición que me penetra.
Entonces, sin importar la hora, voy hacia el teléfono y marco un número que ya no existe, pero que mi memoria se niega a olvidar. Y a pesar que la grabación en la línea explica mecánicamente que la combinación numérica no corresponde a nadie, sé que me miente. Porque ese destino tiene dueño y ese dueño es la muerte.
Como hace quince años, cuando el sonido rompió el silencio de la noche, en el mismo momento que el teléfono comenzaba a sonar. Recuerdo que dudé, asustada. La ambulancia, el teléfono, la inminencia de la desgracia. Y en el visor del teléfono, un número que no conocía.
Imprudente, lo contesté. Y esa voz, ese ronco crepitar de la tragedia, riéndose del otro lado.
- Es tarde, se va conmigo.
Un cuchillo de hielo recorriendo la espina dorsal. El temblor de mis piernas. El horror en mi mente. Todo regresa con el sonido, todo se vuelve tan real, que por momentos temo que otra vez golpeen la puerta y ellos, vestidos de azul, me den la noticia una vez más, de que ya no te veré. Y no puedo, no creo, dudo, que pueda volver a resistirlo.
Por eso, me estremezco y me ausento, con los ojos cerrados, hasta que todo pase, todo cese, el fantasma escape y la muerte se canse.
Para amantes y ladrones
-
*Clave de lectura:* La escritura como cristal, transparente y oscuro, de
la vida.
*Valoración:* Me gusta mucho ✮✮✮✮✩
*Música recomendada:** La Creación (Vo...
Hace 2 horas.
1 comentario:
Una autentica historia de terror, muy bien narrada. Logra producir inquietud.
Publicar un comentario