Al caer el telón, la magia se esfumó. Edgardo se transformó en un ser donde los trucos no servían de nada y el engaño era cuestión de estafadores. Apenas si escuchaba los aplausos que recorrían el pasillo que lo conducía hacia la puerta trasera. No eran dirigidos a él, sino al siguiente número, el de Osvaldo y los monos tití.
En el bolsillo llevaba el poco dinero que le había deparado la noche. De todas formas, era suficiente. Cruzó la calle y golpeó la puerta de madera pintada de azul. Aguardó pacientemente hasta que escuchó la voz.
- ¿Quién llama?
- Un alma en pena en busca de su noche de suerte.
La puerta se abrió. El enano del otro lado le hizo una mueca.
- Decí que te conozco, porque debería dejarte afuera. Tenés que dar la contraseña.
- Vaya a saber uno cuál es, el mundo cambia segundo a segundo - contestó Edgardo, que avanzó por el estrecho pasillo sin pedir permiso.
Una puerta tan angosta como su cuerpo lo condujo hasta una sala casi en penumbras, apenas iluminada por la luz de una vela. En el centro, una mesa con paño verde servía de excusa para que siete señores se dispusieran en ronda, uno al lado del otro. En sus manos, las barajas parecían temblar por el efecto de la llama.
- Llegó el mago - murmuró alguien, anuncio que fue refrendado por un par de silbidos e igual número de abucheos.
En un rincón, en plena oscuridad, se movió una sombra.
- No hay lugar para vos, Moreyra. Magos acá no, regla de la casa.
Edgardo sonrió hacia el lugar de donde provino la voz.
- Ya lo sé. En realidad vengo a cobrar lo que me deben.
- A intentar cobrar - replicó el hombre desde el rincón.
- A eso mismo.
- Usted cree en lo de perserveras y triunfarás, pero le repito, acá eso no va. Si usted nos hubiese dicho que era mago, ni se sentaba. Ahora, mire: hace un año que viene todas las noches a cobrar algo que nunca le será pagado.
- Uno nunca sabe, el mundo cambia a cada segundo.
- Aquí no, Moreyra. Acá el tiempo no existe. Lo único que se mueve es el dinero y si lo hace en dirección a mi bolsillo, mucho mejor.
El lugar se inundó de risotadas.
- Tómese un trago, Moreyra. La casa invita.
El mago, como cada noche se dirigió hacia otra puerta y la abrió. Del otro lado había una barra y varias personas que esperaban su turno para la mesa principal.
El barman lo vio entrar y buscó un vaso.
- ¿Lo de siempre Moreyra?
- Si Luisito, con hielo.
El mago se sentó en una banqueta y suspiró con desgano. Luego apuró el trago y se volvió a poner de pie.
- Hasta mañana Luisito.
- Hasta mañana Moreyra.
Volvió a meterse a la sala principal, saludó casi en un murmullo y enfiló para el pasillo. El enano al verlo, sacó la traba de la puerta.
- ¿Insistirá mañana, Moreya?
- Y a usted que le parece.
La noche se lo devoró como a un fantasma, alejándolo del lugar. Volvería la luna siguiente y la otra. No le disgustaba. Llevaba en tragos gratis más del triple de lo que le debían. Sería un mago mediocre y fracasado, pero no era ningún boludo.
Para amantes y ladrones
-
*Clave de lectura:* La escritura como cristal, transparente y oscuro, de
la vida.
*Valoración:* Me gusta mucho ✮✮✮✮✩
*Música recomendada:** La Creación (Vo...
Hace 1 día.
5 comentarios:
Le había escrito un comentario lleno de las sensaciones por las que fui pasando mientras leía, para terminar inmiscuida en la ultima imagen viendo al enano despedir al mago...había pensado que algunos se conforman con poco o tal vez solo sea un amplio criterios de la realidad...
Me ha gustado mucho Don Neto
Una forma de astucia es aparentar ser un tonto, dejando creer a los demás que son los astutos.
Jaja... inteligente y mago, buena dupla.
mariarosa
Cobrar en especie siempre es mejor que no cobrar.
Abrazo, Netito.
SIL
Fantástico...
El final es ideal, para cerrar una historia donde el perdedor, fracasado, se transforma en un ganador nato. Y querible, además.
Muy bueno, Netomancia.
¡Saludos!
Publicar un comentario