En el salón de fiestas solo quedaban papeles picados, serpentinas y algún que otro elemento de cotillón. Los mozos habían levantado las mesas, pero no se ocuparían del piso hasta la tarde siguiente.
Ese fue el motivo para que no repararan en Elpidio, desparramado debajo de un antifaz azul. Tenía la ropa arrugada y el rostro desfigurado por el alcohol. Las ojeras parecían oscuros tatuajes debajo de los ojos. Cuando despertó, con gran ardor en el estómago, pensó que estaba soñando.
No se dio cuenta que lo que tenía encima era un antifaz hasta que lo hizo a un lado. Veía enormes pedazos de papel por todas partes. Era un paisaje multicolor sugerente, pero al mismo tiempo, desconcertante. Algunos de esos papeles eran tan largos que no parecían tener fin.
- ¿Dónde carajo estoy? - se preguntó, rompiendo el silencio.
Observó el antifaz de grandes proporciones que había movido a un lado. Le resultaba familiar, casi como el que había usado durante la noche, en el casamiento de su amigo...
Hizo un alto en sus cavilaciones. Miró para todas partes y supo donde estaba, pero aún así lo creía imposible. Era el salón de fiestas, pero a su vez, no lo parecía. En realidad si, pero estaba muy distinto. Pensaba todo aceleradamente. Era el salón, pero era gigantesco. Y aquello que lo rodeaba, por muy extraño que pareciera, era el cotillón, el papel picado... y él era apenas más alto que un corcho que divisó a algunos metros. O serían centímetros, ya no podía saberlo.
- ¿Qué ha pasado aquí?
Su mente no estaba muy clara. Había tomado mucho. No es que lo recordara, lo sabía por experiencia. Pero no creía que las bebidas lo hubieran convertido en un ser minúsculo. Cayó en la cuenta que si tenía ese tamaño durante la fiesta, cualquiera pudo haberlo pisado. Sintió un estremecimiento en todo el cuerpo. Corrió hacia el corcho y se aferró a él.
Tenía miedo. ¿Qué le había sucedido? ¿Cómo volvería a su tamaño normal? Dejó el corcho atrás y caminó hacia las mesas. A medida que avanzaba, los vestigios de la fiesta eran cada vez más. Seguía tratando de recordar. Había bailado con una rubia que le gustaba desde hacía tiempo, luego con un par de morochas que creía, eran primas de su amigo, luego acompañó a un amigo a la barra, posteriormente volvió a la pista de baile, luego...
Se le hacía difícil recordar. Le dolía la cabeza. Para cuando volvió a bailar ya había tomado demasiado y las imágenes se le tornaban difusas. Recordaba la llegada del cotillón. El se había puesto un antifaz negro y logrado que le dieran una corneta flúo, cuyo color amarillo resaltaba en la oscuridad. Una mujer de ojos verdes y tez oliva lo había encandilado. Llevaba un turbante naranja y un velo del mismo color le cubría parte del rostro. El vestido era blanco, inmaculado.
Ella se le había acercado. ¿O acaso él había sido quién se acercó? No podía precisarlo. Pero estaba seguro que la tuvo cerca, muy cerca. Podía recordar su respiración, su aliento suave. Entonces... era probable que quisiera besarla. Si. Había hecho el intento. Pero ella se había apartado. Lo había empujado con ambas manos.
¿Qué había pasado después? Otra persona. Un hombre. Si, evocaba su memoria ahora un hombre fornido, alto, con turbante también, pero blanco, que contrastaba con el traje negro que llevaba puesto. Color de piel oscura, bigotes gruesos y ojos como la noche. Ella lo acompañaba y con una mano lo señalaba.
Luego su memoria era un blanco total y no podía desempolvar un solo recuerdo más. Caminó durante largo tiempo por el salón, sin poder encontrar ningún tipo de respuesta. Solo cuando se estaba por dar por vencido, se topó, detrás de una botella de champagne que estaba en el piso, con una pareja de su mismo tamaño.
Ella estaba vestida de blanco y él de negro. Estaban tomados de la mano, en posición horizontal en el suelo. Se acercó y se le heló la sangre. Eran de plástico. Eran los muñecos de la torta. Y al mismo tiempo, eran la mujer y el hombre de turbante con los que morían sus recuerdos.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 6 horas.
3 comentarios:
Despertar de una fiesta tan activa, tan agitada puede ser algo extraño, pero no me imaginaba tal desenlace. Tal vez los muñecos de torta sean algo más que eso, tal vez fue juzgado por alguna falta.
¿Como saber si el personaje fue achicado o se agrandó todo lo demas?
Es por fisica. En la segunda opcion, se alterarian las masas de lo demas. Y cierto tipos de balanzas ser ropmerian.
Confío en que todavía no se le han ido los efectos de la borrachera...
:)
Abrazo Netito.
SIL
Qué imaginación...
Fantasía de la mejor, Netomancia.
Lo leí de un tirón hasta el final, ansioso por saber por qué había pasado lo qué había pasado (valga la repetición) con el protagonista.
Me encantó.
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