No podía creerlo. Había esperado toda la semana para esa noche, porque se jugaba la final del campeonato, y la conexión de internet comenzó a ponerse lenta al grado extremo de no llegar a mostrar cinco segundos de video sin cortarse.
No tenía televisor, no lo necesitaba. Podría ver todo a través de internet. Sin embargo, se maldecía por tener que estar renegando en lugar de disfrutar del último partido del torneo.
Apagó y encendió el router wi-fi. Reinició su equipo. Nada. La conexión seguía muy lenta. En los últimos días había notado cierta desmejoría en la navegación, pero lo había atribuido al servicio, que solía mostrar inestabilidad. Pero nunca al nivel que lo estaba sufriendo entonces.
Marcó al número de asistencia técnica. Aguardó impaciente la grabación automática y digitó las opciones que le fueron enumerando y haciéndole perder el tiempo, hasta que finalmente lo atendió un operador. Le tomaron el reclamo, le hicieron hacer pruebas inútiles y finalmente le aseguraron que entre cuarenta y ocho y setenta y dos horas estaría solucionado.
- ¿Cómo cuarenta y ocho o setenta y dos horas? ¡Ahora lo quiero! - gritó en vano al teléfono.
Volvió a intentar suerte, pero el resultado fue el mismo. La imagen del partido deteniéndose a cada tanto, permaneciendo congelada entre veinte y treinta segundos. No lo toleró más. Apagó todo y salió de su casa, en busca del bar más cercano.
Odiaba todo acercamiento social, incluso tener que ir al supermercado. El hecho de hacerse la idea que estaría compartiendo con otras personas en un bar, lo estremecía. Pero era eso o quedarse sin el partido. Ya se había perdido casi todo un tiempo. Al menos podría ver el final.
Al salir de su casa se percató de algo. O mejor dicho, recordó que el fin de semana se había mudado un nuevo vecino. Su mente tejió una teoría: el vecino le estaba robando la señal de wi-fi. De inmediato torció su caminata y se encontró golpeando la puerta de la casa de al lado. Salió a atenderlo un muchacho joven, de ojos vivaces.
- Disculpe - le dijo - soy el vecino de acá al lado, sabe, quisiera saber que servicio de internet tiene, porque el mío está funcionando mal y si por esas casualidades es el mismo, podría darme cuenta si es un problema general o algo en mi computadora.
El joven dudó en la respuesta y eso fue suficiente para él, sin embargo, se contuvo. Finalmente contestó.
- Me mudé hace poco - dijo como excusándose - así que todavía no contraté ninguno, pero me estoy conectando a una señal cercana, que no tiene clave de seguridad.
- Y decime - le preguntó, seguro que se encontraba ante el culpable - ¿la usás para el laburo o bajás pavadas?
El joven se la vio venir, sin lugar a dudas. Porque retrocedió un par de pasos y miró por encima del hombro. Su notebook podía verse desde la puerta. Y a pesar de estar a cinco metros, el programa que estaba abierto en primer plano era un gestor de descarga.
- De todo un poco - se apresuró a contestar, queriendo cerrar la puerta a su espalda - Pero, si, un poco de trabajo, otro de estudio...
- ¿Y otro de música, y otro de películas y otro de porno...? ¿Cierto? - el tono que usó fue irónico y elevado.
El muchacho retrocedió asustado.
- Mire... - balbuceó - si la señal es suya y le está ocasionando problemas, ya mismo me desconecto, no sabía...
- Así que robás señal y te sorprendés que le joda la vida al que la garpa. Te voy a enseñar a vos...
Quería propinarle un par de puñetazos, al menos para desquitarse del tiempo que se había perdido del partido, del mal humor que se había apoderado de su espíritu. Un par de puñetazos y asegurarse que entendiera la lección. Un par de...
En el camino había un escalón. Daba a la entrada de la casa, a un metro de la puerta. Por supuesto, no lo vio. Se tropezó de lleno y se fue de cabeza al suelo. Golpeó con fuerza.
Despertó en el hospital, en una sala oscura. Había un televisor frente a su cama, pero estaba apagado. El único sonido que se escuchaba era el del goteo de una canilla, proveniente del baño. Estuvo despierto un buen rato, hasta que llegó una enfermera.
Le tomó los signos vitales y el cambió una venda que tenía en la frente.
- ¿Me lastimé mucho? - le preguntó.
- Bastante, pero va a estar bien - lo tranquilizó.
- Todo por culpa de ese ladrón de señal - masculló en voz alta - ¿Sabe algo señorita? Me estaban robando el wi-fi, puede creerlo.
- Bueno, ahora por un día o dos, nada de wi-fi ni nada
- Al menos me dice como salió el partido de la final.
- No tengo idea señor, no miro tele, en realidad, tampoco tengo.
- ¿Me puede conectar el televisor?
- Disculpe, pero eso lo hace otra gente.
Resopló fastidiado. El gesto no fue del agrado de la enfermera, que de todos modos intentó ser amable.
- Hay alguien esperando verlo en el pasillo, dice no ser familiar ¿lo hago entrar?
- Me da lo mismo, quizá sepa el resultado.
Por la puerta ingresó el vecino, con aspecto temeroso.
- ¡Vos acá! - vociferó desde la cama - ¡Acercate, que te pego de una buena vez!
- Cálmese señor, vine a pedirle disculpas. Ya me desconecté. Y si quiere le enseño a colocarle clave a la señal, así no se la pueden usar.
- Usar, claro. Usar es la palabra para vos, ladrón.
- Lo que sea, le pido disculpas. Ahora me voy...
- ¡No no no! No te vas a ninguna parte. Antes, decime como terminó el partido.
- ¿El partido? La verdad... no sé. No me interesa el deporte.
- Como si no bastara, además de ladrón, raro.
- Pero si quiere le averiguo, dígame quiénes jugaban.
- ¿Quiénes...? ¿Vivís en la luna pibe? Era la final, todo el mundo hablaba de ese partido. En la tele, en la radio, en los diarios...
- No me informo demasiado, la realidad no me gusta.
- Te entiendo, por eso no sabías que robar estaba mal. No te habían informado.
- Mire, ahora salgo y le averiguo. ¿Está bien? Dos minutos, ya vuelvo.
El joven salió de la habitación, dejándolo otra vez solo. No había pasado ni un minuto, cuando la puerta volvió a abrirse. No era su vecino ladrón de wi-fi, sino un médico que le sonrió, como hace todo médico para atraer la atención cuando se apresta a dar una mala noticia.
- Mire amigo - le dijo acercándose a la cama - le sacamos una plaquita radiográfica por las dudas y sabe, detectamos otra cosa.
Extendió la placa ante los ojos del hombre recostado en la cama y le señaló una mancha casi imperceptible.
- Debemos operar - anunció-. Es un pequeño tumor, nada que no se pueda solucionar, pero siempre y cuando actuemos con celeridad. Es usted una persona afortunada amigo, considere ese golpe un hecho milagroso, porque gracias a esta placa hemos podido detectar a tiempo esto.
El doctor saludó y se retiró, al tiempo que regresaba el vecino, con gesto preocupado.
- Me han dado el resultado - comenzó a decirle - pero ignoro si lo alegrará o no, porque en definitiva no sé para quién alienta. Ganó Atlético, en los penales.
El hombre en la cama estalló en lágrimas, pero sin dejar de sonreír. El muchacho sintió alivio. Al menos había ganado el equipo del que era hincha.
- Bueno, por suerte era de Atlético, temía que además me quisiera pegar por eso también - bromeó el chico.
Desde la cama, el hombre meneó la cabeza.
- No, soy de Sportivo. Perdimos. Pero igual estoy contento pibe. Sin quererlo, me salvaste la vida. Acercate, dale, que lo único que quiero ahora es abrazarte.
El muchacho se imaginó la trampa, el golpe certero. Entonces se mantuvo alejado, a salvo de cualquier represalia. Ese hombre podía llegar a cualquier ardid con tal de vengarse.
Filosofía felina
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*Clave de lectura:* ¿Cómo enfocan la vida nuestros amigos los gatos?
¿Podemos copiarlos para ser felices?
*Valoración:* Se deja leer, pero va de más a meno...
Hace 1 día.
6 comentarios:
Muy bueno. Y sorpresivo en el final.
Saludos
Me encantó la historia.La vida es una pura sorpresa.
Saludos
Excelente el texto! Nunca se sabe las vueltas de la vida...
Saludos
Yo también hubiese rajado!!
Excelente Neetovhen!!
No hay mal que por bien no venga,jaja. Buenísimo, super original, Netito.
Y con final feliz :D
Abrazo
SIL
Genial...
Estamos todos muy locos, en verdad.
¡Saludos, Netomancia!
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