La orden del general no podía ser evadida. Sus terminantes palabras habían sentenciado al hombre y su deber era cumplir con esa demanda. Pero allí en medio del desierto, bajo el sol lacerante y pérfido, su mano temblaba asiendo la pistola.
El gimoteo indescifrable que nacía en el alma, se deslizaba a duras penas por su garganta y escupía con dolor por la boca, llegaba a sus oídos disfrazado de llanto y lamentos. Aquellas palabras en otro idioma, de todas maneras, lograban vencer cualquier barrera, porque el pedido de piedad tiene el mismo sonido bajo cualquier cielo.
Se aferró al arma y la sostuvo con firmeza. Debía dejar de oscilar, centrarse en la cabeza de esa persona y luego detonar. Era así como funcionaba el sistema, era de esa forma que se sobrellevaba una guerra. Unos debían vivir y otros morir. Una simple ecuación, la naturaleza forzada, el juicio entre humanos, una sola presión del dedo.
El hombre no dejaba de suplicar en aquella lengua extraña. Los ojos imploraban tanto como su gorjeo. La piel cubierta por llagas ofrecía un crudo retrato del hambre, y los huesos, sobresaliendo con vergüenza, denunciaban la demencia de la humanidad.
La pistola brilló en la soledad de aquel paraje. El destello fue suficiente. Aquello era un mensaje, una señal. En medio del desierto, ese fue el único mensaje que necesitaba. El soldado así lo entendió y no dudó.
Disparó a quemarropa. Con seguridad lo estaban vigilando con binoculares, ocasionando el centelleo del metal. O al menos, el miedo lo obligó a pensar así. De todas maneras se agachó sobre el cadáver y con una navaja le cortó las orejas. Si no lo estaban vigilando, llevaría las pruebas de haber cumplido con su deber.
La ecuación era simple: el enemigo o él.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 23 horas.
6 comentarios:
A esa terrible ecuación ha llegado el hombre (o la naturaleza a través del hombre) luego de miles de años. Pero la esencia, más allá del dedo en el gatillo, siempre ha sido la misma.
http://idasueltas.blogspot.com/
Si ésa es la ecuación, no hay más qué hablar. No hay ni siquiera opción a pararse a decidir.
En la guerra, sólo sobreviven los que resuelven rápido y fríamente las ecuaciones.
Un abrazo inmenso
SIL
En el fervor de la lucha la ecuaciòn es simple: el enemigo o èl-
un crudo y real relato.
besos
Neto, mientras espero que te mejores, me sigo deleitando con tus textos. Ojalá te sientas bien pronto!!
Abrazo
J&R
Que buen comentario! Aparte sos un bombón de hermosa ❤
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