Qué aterradora es aquella sala de espera, bajo luminarias pálidas y paredes tristes. Los rostros se contagian de congoja, de mutuo apoyo sin necesidad de palabras. La hora última, la de los internados y nosotros, de este lado, aguardando, armados de paciencia, conteniendo el llanto.
La puerta se abre una y otra vez. De a uno van ingresando, entrando fuertes y saliendo débiles. Y entonces, el momento, el llamado que si se pudiera, uno postergaría. Porque la imagen estremece, es injusta, nos devuelve alguien que ya no es, solo un boceto a medio terminar de quién amábamos.
Y entramos, con pies de plomo, el corazón en la boca. Pero nos ponemos una sonrisa, como si fuese un traje.
Ahí está el viejo, achacado, arrugado por los años, disminuido por la vida. Nos mira detrás de unos ojos que no parecen los suyos, pero así y todo nos habla, intenta en vano levantar un brazo para acariciarnos la mano y entonces en un arrebato de piedad, tomamos la suya.
Suspiramos, porque no sabemos que decir. ¿Hay cosas para decir? Si, las hay. Lo supe ese día, esa última vez a su lado.
Mientras nuestra lengua se acobardaba, la suya luchaba para hablar. Es que hasta las últimas palabras son importantes y eso lo sabe solo aquel que mucho aún tiene por decir.
- ¿Te acordás la cajita? - preguntó, en un hilo de voz.
Por un momento dudé de aquella pregunta, interponiendo la lógica equívoca de quien se siente vivo, pensando en un desvarío u otra excusa infantil, que es el recurso imbécil al no querer escuchar. Pero una luz surgió en mi mente. La cajita.
- ¿La cajita de madera, la que enterramos cuando era un niño bajo el paraíso del patio?
El viejo esbozó lo que parecía una sonrisa y bajó los párpados, asintiendo.
- Si, claro que me acuerdo - de pronto aquel recuerdo alentó el espíritu, reavivó algo que parecía perdido, que era la esperanza - La enterramos juntos, cómo olvidarlo.
Me miró con esa ternura que era tan propia, con ese infinito amor que es invisible y sin embargo, lo abarca todo.
Se me escapó una lágrima, la primera.
- Me habías dicho que ahí dentro estaban guardados mis sueños, que los poníamos a resguardo. Hicimos el pozo con la palita de plástico, la azul.
- Y cada sueño... - empezó a decir desde la cama.
- Cada sueño nuevo que tuviera, cada cosa que quisiera ser o hacer en un futuro, se guardaría solo en aquella cajita.
Sonreímos, por el recuerdo compartido.
- Qué lindo que es ser chico ¿no, viejo? - agregué - Creer en todo eso, en lograr que cada momento se vuelva mágico.
- ¿Pero... es que ahora no crees en eso?
- Viejo, uno crece, el tiempo pasa y...
- El único que engaña sin mentir es el tiempo - dijo, sacando fuerzas de donde no las tenía.
Me quedé mirándolo.
- Es que nunca te conté que siendo más grande la desenterré - confesé - Sabía que allí no había nada, pero igual la abrí. ¿Y sabés qué?
El viejo me miró con los ojos grandes, brillosos.
- No había nada, estaba vacía. Y a pesar que sabía que sería así, sentí una gran desilusión. Pero no te dije nada, porque en su momento nos habíamos divertido.
Meneó la cabeza sobre la almohada y tosió por el esfuerzo.
- No te muevas, que...
- No es así...
- ¿Qué cosa? ¿Lo de la cajita? No te preocupes, aquello...
- Los sueños siempre estuvieron ahí, querido - me interrumpió - Cuando dejaste de creer en ellos, es que dejaron de existir para tus ojos. Esa cajita no está bajo el árbol, sino acá...
Y levantando el brazo, el mismo que antes no había podido mover para tomarme la mano, llevó su índice hasta mi pecho y señaló mi corazón.
Nuestras miradas se sostuvieron durante varios segundos. Muchos para ser sinceros. Los necesarios para ver apagarse su vida.
Se había ido, ya no estaba.
Y lloré, pero sin pena. Lloré orgulloso, feliz del viejo. Porque en lugar de abrazarse a la desdicha y la muerte, se aferró a la vida, esperándome estoicamente para brindarme ese último esfuerzo, devolviéndome aquella cajita, regalándome sus últimas palabras, dándome otra vez la vida, la esperanza, los sueños que había perdido por el simple e inevitable hecho de crecer.
Al salir por la puerta, me sentí fuerte.
La Gardenia.
-
Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 18 horas.
15 comentarios:
pucha! que cosa eso de los sueños.
hace muchos años, cuando tenia 20 soñaba que tenia una moto y viajaba por una ruta para dar clase en una escuela. en ese momento no tenia plata ni para comprar una y tampoco me habia anotado en ninguna escuela. pero en febrero del año 1993, el mismo día que deje de trabajar para una empresa de electronica aca en villa, vinieron a mi casa a buscarme para dar clase en la tecnica de empalme, donde estoy todavia. pero lo mejor de todo, es que al mes, le pegue al 1492 a la cabeza, y con los 8000 dolares que gane en aquel entonces, me compre la moto. pero sabes una cosa, neto, el dia que jugue a la quinela hice una promesa, regalarle 1000 a mi viejo, a mi vieja y a mi hermana. y si yo pude cumplir mi sueño, tambien lo pudieron cumplir mis seres queridos.
por eso creo firmemente en que los sueños se pueden convertir el realidad.
le movilizó mucho este texto, mas que aplausos, gracias por escribir estas cosas.
panchuss
Los sueños cambian a medida que creces y si no se han cumplido en el momento de pedirlos...luego ni siquiera te importa. No hay que dejar de soñar, de pedir y de esperar. Y si no se cumplen ¿qué más da? de ilusión se vive tan bien!
Un beso. Muy emotivo el relato.
Todos conservamos esa cajita, lástima que tardemos tanto tiempo en desempolvarla... a veces es incluso tarde.
Besos.
Excelente como siempre Neto... Me gustó mucho y me humedeció los ojitos :(
Golpe bajo, maldito seas ¬¬ jajaja.
¡Abrazo!
Que emotivo!!
Importante recordar que siempre tenemos esa cajita dentro de nuestro corazón!
Muy bello, gracias por compartirlo!!!
Un saludo!!
Que hermosa historia. Neto es una lección de vida, hermosa. No importan los años, uno siempre tiene sueños, no hay que olvidarlos.
Un beso y buen domingo.
mariarosa
Es tan hermoso el texto que no puedo articular comentario alguno.
Gracias.
Un beso inmenso
YOP
Don Panchuss, yo sueño con tener un mes como el que nos cuenta. Que digo mes, un día aunque sea! Ja. Me alegra que el texto reviva todo eso. Muchas gracias! Saludos!
Doña Aina, el hecho de soñar ya de por si alimenta el alma. Bien dicho. Muchas gracias. Saludos!
Doña Zarzamora, si, el problema es olvidarla. Muchas gracias. Saludos!
Don Flagg, lo agarré desprevisto, lo hice lagrimear, así me gusta. Vio, no hay que bajar la guardia jaja. Muchas gracias. Un abrazo.
Doña Patricia, es vital recordarlo y aprender a usarla. Muchas gracias. Saludos!
Doña Mariarosa, así es, los años no son impedimento alguno para soñar. Incluso, es cuando más deberíamos hacer uso de ese don. Muchas gracias! Saludos!
Doña Sil, a veces sin demasiadas palabras se puede decir mucho.
Muchas gracias! Saludo inmenso!
Contundente. Siempre que se pasa por aquí se obtiene esa misma sensación. Qué agilidad con el lenguaje.
Espero seguir leyendo más de esto.
Buen día para todos.
Neto exacto tu texto, preciso y lo sentí mágico... ya me iba a acostar y dije voy a leer a Neto y me alegro de leerte, ERes muy buen relatista. Siempre me sorprendes, besos
Y sentí una ternura extraña pero bella, no sé como explicarlo
Don Miguel, muchas gracias. Es bueno saber que los textos llegan y reconfortan. Un abrazo.
Doña Mixha, tiene mucho de mágico, de esperanzador, no se equivoca. Y de ternura, claro que si. Muchas gracias por los elogios. Saludos!
Impactante, tremendo, agriducle, excelente, che, de esos que se agarran al alma.
J&R
J&R, gracias por los buenos conceptos para este relato! Saludos!
Ah, volvemos a la ternura...y a la invitación a la reflexión...ahora me quedo preguntándome que ha sido de los míos...
Y que bueno que siempre por la vida hay quien no olvida sus ilusiones y las comparte.
Abrazos amigo!
Doña Tinta, volvemos pero no se haga ilusiones, en cualquier momento vuelve la sangre jaja. Muchas gracias! Saludos!
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