Cuando ocurrió la tragedia del contador del quinto piso, estaba de licencia. El hombre, ahogado en deudas, había decidido arrojarse del balcón de su oficina. El cuerpo se estrelló contra el techo de un taxi. No pudo hacerse nada para salvarlo.
Pero el día que se arrojó el abogado principal del área de legales de la compañía, estaba en su puesto de trabajo. De todos modos, se enteró por el movimiento de algunos compañeros de otros sectores, presurosos en acercarse a las ventanas, con el fin de poder ver algo.
Aquello no era historia nueva. Cuando tomó el trabajo, un año antes, le habían comentado que era común la presión laboral. Y que a veces, esa ansiedad la trasladaban una vez fuera de la oficina, a diversos vicios. Por ese motivo obligaban a todos los empleados a una cita con el psicólogo, cada quince días.
De todos modos no creía que fuera suficiente contención. Tampoco comprendía que era aquello que los impulsaba a tremenda determinación. Quizá, se decía, al no encontrarse en situaciones límites, ni en el trabajo ni en la rutinaria y tranquila vida fuera del trabajo, estaba exento de imaginar esa realidad.
A veces, solía quedarse hasta tarde, terminando algunas planillas, pero porque aquello le facilitaba el día siguiente otras tareas. Para cuando se marchaba, en esas ocasiones, la iluminación en las oficinas era mínima, con tan solo las luces de los pasillos encendidas. Caminar allí, en esa soledad dueña de un silencio inmaculado, sabiendo que en horas más tempranas era un caos, parecía algo abstracto y hasta, podía decirse, lo disfrutaba. Cómo cuando caminaba por una peatonal en horas tardías, y aquella masa en movimiento diurna parecía un espejismo, algo ajeno al paisaje, pero a la vez, tan arraigado, que asustaba pensar en que era real durante gran parte del día.
Algo que también disfrutaba del fuera de horario, era la oportunidad de apreciar detalles. Los objetos en los escritorios de los compañeros, las fotografías que pegaban en los monitores de sus computadoras, la disposición incluso de sus pertenencias en el area que los cobijaba durante la jornada laboral.
Desde que se había lanzado al vacío el joven abogado, había comenzado a prestar atención a las personas que compartían el lugar, como buscando señales de un posible nuevo suicida. Parecía sin dudas un juego macabro, pero de a poco iba tejiendo una red pistas dignas de destacar. Horarios, movimientos, semblantes, diálogos. Aquello era interesante, hasta casi adictivo.
Incluso, a veces, en esas horas de más que hacía, dedicaba algunos minutos a ir armando lo que llamaba, el rompecabezas del próximo suicida. Era una libreta de apuntes comprada especialmente para ello. Los garabatos en tinta cobraban forma cuando relacionaba charlas, palabras sueltas que escuchaba y entonces sacaba flechas de un lado a otro, dándole dimensión a sus teorías.
Durante la última semana, había notado en Margot, la joven voluptuosa de melena color del trigo, una serie de indecisiones fuera de lo común para ella. Sus anotaciones abarcaban a todos los del piso, pero las señales que apuntaba a la chica eran llamativas. Estaba seguro que ella intentaría suicidarse. La pista final había ocurrido esa misma tarde, cuando tras quedarse con el tubo telefónico en la mano y repetir el nombre de un hombre varias veces, lo colgó con violencia y disimuladamente, se largó a llorar.
El había encontrado la manera de estar atento a todo, sin que se dieran cuenta. Pocos detalles se le escapaban. Su función en el área le permitía esos privilegios, podía ir de un lado a otro recabando información sin que nadie sospechara. Margot, tras ese breve llanto a escondidas detrás del monitor, había ido al baño para ya no volver.
Supo que estaba haciendo tiempo, aguardando que el horario de salida - muy próximo - dejara vacío el piso y de esa forma, obrar con privacidad. Precavido, el ocupó entonces otro escritorio, lejos de la vista que podría tener Margot al salir del baño y sentarse en su puesto para tomar de una vez por todas su decisión final, algo que estaba seguro, ella haría.
Ocurrió tal como lo predijo. Su meditación fue casi de una hora, tras la que, llorando, se asomó al balcón. El se acercó, en silencio. Temía perturbarla. Se asomó al exterior en el momento que ella se encaramaba en el soporte horizontal de la baranda.
No tuvo tiempo de pronunciar su nombre, ni siquiera la primera letra. Margot, cuyo rostro apuntaba al cielo, tomó una rápida determinación y descendió de la baranda, con las manos cubriendo sus ojos, regresando al suelo seguro y aferrándose a la vida.
- ¡No! - gritó el, haciendo que la chica se percatara de su presencia - ¡No, mis cálculos eran correctos, debías dejarte caer!
Ella iba a decir algo, pero no le dio oportunidad. Corrió hacia ella y con fuerza la embistió, empujándola hacia atrás. La espalda de la joven dio contra la baranza y por el envión, se arqueó hacia atrás, para luego caer al vacío. Tan sorprendida estaba, que ni siquiera gritó.
El volvió al recinto de oficinas y buscó su abrigo. La ténue luz dejó ver su figura marchándose por el pasillo. Sonrió al pasar por delante del perchero y notar - porque pocos detalles se le escapaban - que la bufanda de la joven Margot había quedado allí colgada.
- Un bonito detalle, del que mañana hablarán todos - se dijo en su mente.
Y sin más, regresó a su casa.
La Gardenia.
-
Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 15 horas.
12 comentarios:
¡Que hijo de mala madre!!
Era un asesino. Sus pronósticos se debían cumplir, si o si.
Muy bueno.
mariarosa
Pensé que la iba a salvar !!
:O
La perversidad ¡al palo!
El próximo podría ser él, para cerrar el círculo maldito.
:)
Un abrazo grande
SIL
Vaya forma de dar vida a un asesino nato! Terrible. Yo pensaba que solo era curiosidad científico-sociológica, ja!
Buen final!
Besos!!!
Macabro, pero nos ha dado lugar a una buena historia. Demasiado egocéntrico, no se podía permitir equivocarse en eso. Ojalá el destino no me ponga un compañero de trabajo así.
http://idasueltas.blogspot.com/
Neto una buena historia de aparebte buenba persona se transforma en asesino, aunque más una persona que quería hacer lo que él pensaba que tenía que suceder. Interesante historia, muy buena trama, besos
Doña Maríarosa, el tipo no podía equivocarse, como dijo ud, madera de mala madre. Gracias. Saludos!
Doña Sil, al palo palo, derrapamos en perversidad, nos fuimos al... ja. Gracias! Saludos!
Doña Tinta, leí asesino neto! Ya me estaba escondiendo!! Gracias! Saludos!
Don Camilo, uno macabro de vez en cuando hace bien al espíritu ja. Con compañeros así, para que se necesitan enemigos. Gracias! Un abrazo.
Doña Mixha, muy bien descripto el personaje. Le faltaba un tornillo, además. Gracias! Saludos!
Siempre un placer pasar por tu espacio.
Saludos y un abrazo.
Oscuro, oscuro, ta bueno.
woww!! excelente !!!
el personaje es un heroe de comic, por lo que late el cuento, y por sus buenas intenciones e inteligencia. lo que estaria bueno algun día es abrir una historieta y encontrarse con estas historias, las cagadas y metidas de pata que se mandaron antes de ser famosos. mira si era Batman, o Superman.
me gustó
panchuss
Don Hiperión, muchas gracias!
Germán, gracias por la lectura!
Pamela, bienvenida, muchas gracias!
Don Panchuss, que bueno sería toparnos con historietas donde los héroes fallan, se equivocan... creo que hay algunos comics así. Tendría que ver. Un abrazo y gracias!
Tu forma de escribir es increíble
Publicar un comentario