Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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3 de enero de 2011

Día de playa

Conducir durante horas no es ningún placer si se ha dormido poco. José Luis había intentado descansar antes de salir, pero tenía que ayudar a empacar, llevar a los perros hasta lo de una tía para que los cuidara en ausencia de la familia, comprar las provisiones para el camino, entre tantas cosas.
Matilde dijo que sola no podía hacer todo, así que las horas de la siesta fueron sacrificadas. José Luis quiso preguntar por qué no ayudaban los chicos, pero luego de mirar alrededor y detectar el silencio proveniente de las habitaciones, comprendió entonces que estarían en casas de amigos, despidiéndose antes de viajar hacia la costa, en plan de vacaciones.
Ahora los tenía en el asiento trasero, a los tres. Dos peleando por los últimos bizcochos de una bolsa y el restante ajeno a todo, escuchando música en el mp3. Un codazo anónimo lo sumó a la batalla.
Su esposa, que viabaja cebando mates en el asiento del acompañante, pegó un grito sin siquiera mirarlos y los tres, en forma instantánea, dejaron la batalla a un lado, no sin protestar, por supuesto.
José Luis sentía que se dormía, que los párpados le pesaban una eternidad. Miraba fijamente la línea central de la ruta, para concentrarse por donde iba. El tránsito era menor en la noche, pero igualmente de peligroso, como solía serlo.
Onmibus, camiones y cientos de autos, viajaban en la misma dirección. La luz de los coches que venían en la dirección contraria lograban despabilarlo. Los kilómetros que tenía al cabo de años de manejar lo mantenían atento, a pesar de lo complicado que resultaba. Casi mecánicamente le reclamaba mates a su esposa, para que no se demorara ella al tomarlos y pudiera sentir algo caliente en la mano y la garganta, con el fin de despejarse.
En plena madrugada, los chicos quedaron rendidos. El silencio dentro del vehículo lo adormecía aún más. La miró a Matilde, que también cabeceaba. Ya había abandonado el mate, con el pretexto de que el agua estaba tibia.
Por ese motivo buscaba con la vista alguna señalización que indicara la presencia cercana de una estación de servicios, para poder renovar el agua caliente. Miraba justamente una serie de carteles que pasaban a rauda velocidad a la derecha de la ruta, cuando una luz enceguecedora nubló su visión frontal. Escuchó un chirrido de gomas, bocinazos desde otro coche e instintivamente tiró un volantazo hacia el lado de la banquina.
Sintió el impacto bajo el automóvil, como si estuviese atravesando un gran badén. La superficie por la que transitaba ya no era asfalto, sino tierra y algo de yuyos. Detuvo el coche y lo asustó el silencio. Miró alrededor. Matilde dormida en el asiento delantero, los chicos también con los ojos cerrados, en la parte de atrás.
- Por Dios - dijo casi en un suspiro. El corazón le palpitaba a gran velocidad. Estaba cansado, no tenía la menor duda. Entonces, cerró los ojos y dormitó una hora. Al despertar, el resto seguía durmiendo. Sonrió por la suerte que tenían y retomó el viaje, mucho más descansado.
Arribaron a la playa poco después del amanecer. Una costumbre que tenían, la de llegar primero a la playa, disfrutar de la mañana en la arena y el mar y recién luego del mediodía, ir al hotel que tenían reservado para alojarse.
Estacionó lo más cerca que pudo. Ni bien paró el motor, Matilde y los chicos descendieron raudamente, para echar a correr hacia la arena.
- Eh ¡dónde van! - les gritó enfadado José Luis, pero ninguno dio la vuelta. Bufido mediante, tuvo que cargar el bolso y las sillas el solo.
Prácticamente no los vio en la mañana. De vez en cuando los observaba desaparecer entre las olas o perseguirse cerca de la orilla. Incluso Matilde, a veces reacia al agua, jugaba con los hijos como una niña más. Estaban de buen ánimo. Quizá por eso, solo por eso, les perdonaría que no lo hubiesen ayudado para llevar las pertenencias hasta la playa.
El sol del mediodía pegaba fuerte. El calor que sentía en el rostro lo despertó de la siesta en la que se había embarcado recostado en una de las cómodas sillas playeras.
Se puso de pie y estiró un poco las piernas, entumecidas por la rigidez. No había señales de su familia. No se preocupó, podían estar en la cantina. Se dirigió hasta allí, pensando en un refresco y un choripán. Compró lo que quería, pero seguía sin saber donde estaban su esposa y sus hijos.
¿En el auto? pensó desorientado. Se comió el choripán en tres bocados y lo bajó con el refresco de naranja. Un manjar. Llegó hasta el estacionamiento. Buscó con la vista primero, se palpó el bolsillo del pantalón luego. Si, allí estaban las llaves. Entonces... ¿cómo es que su auto no estaba? ¿Matilde habría traido al viaje su copia? No lo creía. Odiaba manejar. Volvió a la playa, hasta donde estaban...
¿Y las sillas playeras? ¿El bolso? Estaba seguro que ese era el lugar donde había estado tomando la siesta, desde el que veía a su familia divertirse en el mar. ¿Cómo podía ser? Corrió hacia el bar, tenía que preguntarle a alguien si... ¡no! aquello no estaba sucediendo, era imposible.
El bar estaba cerrado.
Sintió un estrepitoso sonido a su espalda, giró con busquedad y una luz lo dejó ciego un segundo, lo suficiente para sentir de inmediato el impacto y dolor, mucho dolor.
Despertó muy confundido. Estaba en una sala de hospital. El suero en su brazo, su pierna en alto sostenida por un soporte metálico y con yeso desde la rodilla hasta la punta del pie, las enfermeras alrededor eran detalles suficientes para darse cuenta.
- ¿Cómo... - balbuceó.
- Cálmese - le dije muy amablemente una de las dos jóvenes - Quédese quieto, que le estamos aplicando un analgésico, así le duele menos.
- Es... estaba en la... en la playa... - dijo José Luis.
- Quieto - pidió la otra enfermera.
- ... y de repente - continuó él - algo... no sé... algo, algo, me chocó.
- Ahí está señor, ya colocamos el analgésico. En unos minutos pasará el doctor a verlo.
- No, por favor - se apresuró en decir - estaba... mi familia, estaba buscando...
Las dos mujeres se miraron, con gesto de incertidumbre. La más joven de las dos volvió hacia José Luis y le tomó una mano.
- Señor, cuánto lo sentimos, tarde o temprano lo iba a tener que saber. Su familia no sobrevivió.
- ¿No sobrevivió? Pero... por Dios, no comprendo, el mar... ¿se ahogaron en el mar?
- Jamás llegaron al mar señor, chocaron en la ruta, de frente contra un ómnibus. Usted sobrevivió de milagro.

10 comentarios:

SIL dijo...

Tengo que confesar que lo sospeché, pero pensé que él tampoco había sobrevivido.
Ahí la erré.
Qué cosa traviesa que sos, Netuzz!!!
Una historia tan horrible y tan común.
Una historia de rutas de verano.
Una historia de éstas por día, en todos los noticieros.

Contada así, como la ponés en la palestra, tomamos verdadera conciencia del horror de esos titulares informativos, cierto?

Abrazos mil

SIL

mariarosa dijo...

¡Que terrible!


Muy bien escrito, una historia que conmueve por su cercanía con la realidad.Pensé en mis nietos y me choqueo.

mariarosa

Los Aspirantes dijo...

He muchísimas gracias Ernesto ojala también tengas un gran año como el que paso, y gracias por leernos para nosotros es un gran honor, estamos en contacto y un día de esto tendríamos que juntarnos para armar algún proyecto y poder hacer en nuestra ciudad, abrazos.

Con tinta violeta dijo...

Que bueno, Neto...por un momento yo pensé que todos llegaron y era él "el fantasma" que no sabía donde estaba su lugar...y aun deambulaba por el mundo de los vivos. Justo al revés, ja,ja. Siempre nos sorprendes.
Besos!

Carla Kowalski dijo...

Que tristeza...
Me gustó como lo armaste.

HUMO dijo...

Yo también mantuve la misma sospecha que Sil,pero para serte franca, esta tan maravillosamente relatado y es tan triste, mas aún sabiendo que este tipo de cuentos se deben repetir una y otra vez en las rutas que nos conducen a un merecido descanso??!!! =(



Te aplaudo y bienvenido al 2011, que lo parió!

=) HUMO

Anónimo dijo...

vacaciones con un descanso asegurado no? tremendo Neto, el relato se acerca tanto a la realidad q asusta....en fin...
abrazotes!

el oso dijo...

Bien a lo Neto, el dolor y la muerte como maravillas narrables.
Como dijera un amigo: "en dos palabras: impre sionante"!
Abrazos

Netomancia dijo...

Doña Sil, pegó en el palo, siga participando! Jajaja. Qué malo. Muchas gracias!

Doña Mariarosa, a veces trasladar los relatos a quienes nos rodean, nos provoca temor, sin dudas. Saludos!

Amigos Aspirantes, ya nos juntaremos a hablar de bueyes perdidos y programas actividades futuras, sin dudas!

Doña Tinta, otro tiro en el travesaño, a lo Sil. Jaja. Hay que buscarle la vuelta para no caer en lo trivial. Saludos!

Carla, muchas gracias! Saludos!

Doña Humo, muchas gracias! Y bienvenido 2011, como bien dice, que lo parió che, un año más! Saludos!

Don Diego, asusta porque leemos cosas así en las noticias muy seguido y siempre pensamos que le pasa a otros... Un abrazo!!!

Don Oso, jaja, será el mismo de "nosheshishego"? Jaja. Muchas gracias!!! Un abrazo!

Anónimo dijo...

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