Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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8 de noviembre de 2010

La cola del diablo

Quisiera que todos me escuchen, dijo Evaristo tras hacer tintinear la copa que segundos antes contenía el más delicioso champagne del restaurant. Había pronunciado las palabras con un suave tono de voz, pero a la vez severo, que hizo que los comensales invitados a su fiesta de cumpleaños número sesenta dirigieran las miradas hacia la mesa más cercana al escenario, es decir, la que él ocupaba.
Evaristo se había puesto de pie, dejando ver de cuerpo completo sus dos metros de altura, aquella estampa que tanto había intimidado a maleantes y criminales durante años. Aquel hombre, de semblante recio y justo, era respetado como un digno representante de la ley. Para algunos, era tan solo un tipo de pocas pulgas que había encontrado la profesión justa.
Las cinco palabras aún resonaban en los oídos de los presentes. Los ojos interrogadores iban y venían, de mesa en mesa, y la pregunta colectiva se elevaba como un fantasma que nadie podía ver, pero todos percibían. La duda, la intriga, iba ganando el lugar. Hasta el aire parecía contenido, casi en un rictus de letargo, quebrado por un rayo que nadie había visto caer.
Un cubierto rozando un plato rompió el silencio, y luego un par de carraspeos intentaron darle naturalidad al momento. Sin embargo allí estaba Evaristo, de pie ante su mesa, tras haber pedido la atención de todos. Los rostros reflejaban incertidumbre por lo que el gran hombre pudiera decir, podía leerse en los gestos angustiados, casi al borde del pánico.
Entonces, el hombre, allí parado, con la copa en la mano, dijo:
- Pueden estar tranquilos aquellos honrados, pero comiencen a temer los que se han desviado en sus acciones y tienen algo que esconder. Desde mañana, haré que la ley se cumpla y que la tierra tiemble bajo los pies de quiénes se rían de ella.
Hubo un silencio, casi espectral, de la misma magnitud de una bomba atómica. Luego, con una timidez que enraizaba el miedo latente, surgieron unos aplausos, dubitativos primero, que luego, casi en un reflejo de supervivencia, se convirtieron en una cascada de palmas.
Evaristo aguardó paciente que el ruido cesara, sin siquiera mover un ápice su cuerpo. Barrió con la vista la sala presente y se sirvió otra vez en la copa, pero siempre de pie. La levantó en señal de brindis.
- Y que se corra la voz. ¡Chin chin!
Los presentes apuraron a levantar sus copas, como si eso los hiciese cómplices de la ley, aventurados amigos de la honestidad. Hubo quienes derramaron el líquido y otros que notaron recién con la copa al aire que la misma estaba vacía.
Evaristo sonrió sin demostrarlo, saboreando el momento, el instante preciso en el que la verdad arrasó con el desfachatado disfraz de la hipocresía. No es difícil ver la cola del diablo bajo el traje de santo. Sobretodo si uno hace el esfuerzo por mirar y ver, como Evaristo, el tipo de pocas pulgas que era respetado como un duro de la ley.

8 comentarios:

Felipe R. Avila dijo...

¡Brillante texto, Ernesto!
Tocaste un punto altísimo de tu producción,y me pregunto ¿cuá es tu techo?
Felicitaciones,genio!

Mariela Torres dijo...

No debe ser nada fácil ver la cola al diablo, ni escribir un texto impresionante como este.

Saludos.

mariarosa dijo...

Algunos llevan la cola escondida, pero para el ojo avisor de un tipo como Evaristo, las cosas no se pueden ocultan.
Muy bueno Neto.

mariarosa

Con tinta violeta dijo...

Creo que cuando se dijo que por los frutos se reconoce al árbol ...o "por sus frutos los conoceréis"...se dijo algo muy acertado.
Esas cosas no escapan a un hábil observador. Buen relato, si señor!!!
Abrazos, Neto.

SIL dijo...

Genial Netito...

Una versión tremenda de la Ultima cena -con vino, con incertidumbre- sin pan, sin Cristo, pero con sentencia dictada y juez a cargo.
Super original.

Un abrazo inmenso


SIL

Netomancia dijo...

Felipe, muchas gracias! Un abrazo!

Doña Mariela, nada es fácil, pero debe ser más difícil lo primero. Gracias. Saludos!

Doña Mariarosa, sería bueno contar con un Evaristo siempre a mano. Gracias. Saludos!

Doña Tinta, hay veces que los frutos vienen disfrazados! Gracias! Saludos!

Doña Sil, deje la biblia en la mesa de luz, ja. Gracias! Saludos!

Taller Literario Kapasulino dijo...

Excelente Neto! Realmente me encantó este cuento. Me gusta el desarrollo que tiene.

Netomancia dijo...

Carla, muchas gracias!