En la pared de la centenaria casona de ladrillos de la esquina de Avellaneda y Brown, más precisamente sobre la que da a ésta última, apareció una mañana una pintada fuera de lo común. Abandonada hace tiempo, con los yuyos comiendo el zaguán, es común que esa pared de ladrillos desgastados sea blanco para las espontáneas obras de artes de los jóvenes que aerosol en mano, trazan los más absurdos dibujos y escritos, los cuales con el tiempo se superponen uno a otros, haciendo un collage tan desagradable como conocido.
Pero no fue producto de una noche de travesuras ni tampoco una pintada de alguna campaña política. Aquello que vieron los vecinos al comenzar sus respectivas rutinas los dejó con la boca abierta. Era una composición de colores que tocaba el alma, traspasando el concepto de belleza que conocían de siempre. La pared estaba vestida de azul, como si fuese un océano inmenso, y entre sus olas, una ballena blanca atravesaba con bestial fiereza el agua. A tal punto, que cualquiera hubiese podido jurar que el cetáceo estaba cayéndose de la pared.
Maravillados, los vecinos intentaron averiguar quién había sido el autor, pero nadie lo sabía. El comentario de la pintura en aquella esquina llegó a puntos distantes de la ciudad y aunque resultó sorpresiva, al rato dejó de llamar la atención la cantidad de vehículos que pasaban lentamente por delante del lugar, con sus pasajeros observando anonadados.
Contento por la obra que manos anónimas le habían regalado, el barrio descansó esa noche sin imaginarse que otra vez, bajo la confidencialidad de la luna, el artista tenía algo para dejarle.
Las primeras luces del alba despejaron de las sombras los nuevos trazos y en la claridad de esas horas vírgenes, vieron que la ballena ya no estaba, como tampoco quedaba rastro alguno del furioso océano. En su lugar, portentoso y colosal, la imagen de un ángel alado parecía iluminar la vereda. El detalle de cientos de plumas a su alrededor le daban a la pintura una movilidad que no tenía y más de uno, aturdido por la belleza, osó en vano de quedarse con alguna de ellas.
¿Cuánto trabajo había demandado tremenda pintura? ¿Cómo habían logrado cubrir a la perfección a la otra? ¿En qué momento tuvieron la oportunidad de hacerlo? Los vecinos hablaban entre ellos, emocionados, sorprendidos, intrigados.
Alguien aventuró que quizá podían esperar lo mismo cada mañana, otro que se quedaría levantado toda la noche para espiar por la ventana. Un par de ancianas sospechaban de sus nietos y recelaban entre si. Una feligresa de la capilla preguntó si acaso eso no sería "obra del diablo". La policía se acercó para averiguar si vivía alguien en la casa y si deseaban levantar una denuncia.
Pero la casa estaba abandonada desde hacía veinte años, según testimoniaba la gente del lugar. Sin embargo, de pronto, había cobrado vida. La pared se la había devuelto y todo un barrio estaba pendiente de la vieja construcción.
Esa noche algunos se quedaron despiertos, deambulando por las calles cercanas, aguardando que apareciera el artista. Pero éste no dio señales y la noche transcurrió fresca y serena. La mañana recibió entonces al mismo ángel que el día anterior.
Algunos vecinos bufaron al pasar frente a la pared, fastidiados que aún siguiera el ángel. Otros aseguraban que ya se había cansado y no eran pocos los que aseguraban que por culpa de los que merodeaban, el autor de los dibujos no había aparecido.
Tampoco apareció esa noche, ni la siguiente. Pero en la quinta luna contando desde que fue pintada la ballena, los colores volvieron a asaltar la pared de la vieja casona. Al amanecer, las irresistibles líneas del contorno de cinco figuras cabalgando en un desierto, asombraron una vez más a los habitantes de las casas lindantes.
Los caballos al trote levantan arena, que parecía escapar de la pared y penetrar en los ojos de los que observaban de cerca. Los jinetes huían hacia el horizonte. El rostro de uno de ellos estaba vuelto hacia atrás y en sus ojos se transmitía un horror indescriptible. Alguien dijo que algo se veía en el reflejo pintado en sus pupilas, pero nadie fue en busca de una escalera para poder contemplar los detalles de más cerca.
Una niña notó que uno de los caballos sangraba en una de sus patas y varias mujeres dieron un brinco hacia atrás al notar que lo rojo continuaba sobre las baldosas. Sin embargo era pintura. Pero no se podía aventurar si era un detalle de la obra o una mera casualidad. La niña se puso a llorar y tras cruzar la calle, se metió en su casa.
Para el mediodía los vecinos habían deliberado y decidido que la imagen era portadora de un mal presentimiento. Alguien puso orden en aquella reunión improvisada en la misma esquina de la casona y convincentemente propuso hacer una votación. Moción uno, dejar la pintura. Moción dos, cubrirla por completo. Tras un largo debate y posterior votación, optaron por dejarla.
De todas maneras, los jinetes no pasaron de aquella noche. Por la mañana, el desierto había desaparecido pero a diferencia de la vez que desapareció la ballena y la reemplazó un ángel, el cambio en esta oportunidad logró que a más de uno se le escapara un aullido de terror al posar la mirada en la particular pared.
Abarcándola toda, la imagen detallada y casi real de una serpiente de ojos asesinos y la piel recubierta con escamas oscuras, miraba fijo a todos aquellos que se acercaban. Sus colmillos afilados parecían abalanzarse sobre la gente y la boca, abierta en forma exagerada, indicaba que en cualquier momento los devoraría.
No fueron pocos los que alegando que la serpiente movía los ojos y los seguía con estos cada vez que ellos cambiaban de lugar, se retiraron a la seguridad de sus hogares. Si acaso la imagen de los jinetes había sido para muchos de mal augurio, ahora no habían quién no manifestara su temor y repudio al dibujo.
Sin mediar votación alguna, fueron hasta la pinturería del barrio y se hicieron con varias latas de pintura blanca y pinceles. Eran diez los que se tomaron el trabajo de cubrir la imagen.
No tardaron en percatarse que la pintura del dibujo se chupaba la pintura blanca, absorbiéndola por completo. Los vecinos mencionaban a satanás, al diablo, a Jesús, María y José. Algunos se persignaban, en tanto la feligresa que había hablado aquella mañana en la que encontraron el dibujo de la ballena no dejaba de jactarse de su advertencia.
Abandonaron el intento de cubrirla con pintura. Debatieron que hacer y trajeron otro tono, pero solo una lata, para probar. Era pintura negra. Sucedió lo mismo que con la blanca. La pintura se filtraba por los ladrillos, sin dejar huellas sobre la imagen de la víbora. Parecía una gran esponja que chupaba cada gota que se vertía encima, pero sin cambiar de textura ni aparentar otra cosa que no fuera una pared de ladrillos.
La desesperación había ganado las veredas para la hora de la siesta, algunos discutían, otros se empujaban entre si al disentir en las opiniones... la cotidiana paz del lugar se había hecho a un lado. Reinaba la confusión, el caos, la incertidumbre. Lo desconocido había provocado en esa gente calma, acostumbrada a la armonía y la rutina, un miedo irracional. Cierto instinto de rechazo estaba ahora despierto y los diálogos se tornaban ásperos, frontales.
Antes que comenzara a anochecer, un grupo apareció con una topadora de la municipalidad. Se detuvieron las confrontaciones, se acallaron las voces divergentes, quedó mudo hasta el mismo silencio.
La maquina, conducida por gente del barrio, se detuvo unos instantes delante de la pared, como retándola a defenderse, pero solo recibió esa mirada álgida y desafiante de la serpiente pintada. Se escuchó el rugir del motor al cambiar de marcha y las ruedas rodaron hacia delante.
La topadora asestó uno, dos, tres golpes y la pared se resquebrajó al medio. La vieja construcción no resistió muchos embates más y en menos de cinco minutos, la pared había caído. El barrio celebró con júbilo, profiriendo gritos y aplausos. Hasta incluso encendieron una fogata frente a los escombros y algunos jóvenes pasaron la noche allí.
Habían derrotado a la pared, al misterioso artista. Vencido al miedo, a la irracionalidad. Eran felices otra vez, dueños de lo concreto, de lo absoluto, de lo tangible y real. La pared era ya un recuerdo, como aquellos dibujos.
Con el tiempo prefirieron olvidar, los dibujos, la pared, incluso la vieja casona. El barrio había obrado haciendo lo correcto. Estaban seguro de ello. Habían destruido lo desconocido, no lo habían dejado crecer.
Sin embargo ahora nadie descansa bien, por más que por las mañanas aparenten lo contrario e intenten disimular las ojeras. Ninguno se levanta menos de dos o tres veces por noche, para espiar por la ventana. Es que el miedo (y ahora lo saben) no cae tan fácilmente, el miedo perdura. Espían sigilosamente, temerosos, rogando en voz baja no toparse en ninguna otra pared con una de esas obras. Y por ahora, solo por ahora, esas plegarias están siendo oídas.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 8 horas.
16 comentarios:
Ese ¨solo por ahora¨ es condenatorio.
El mal no tiene límites, y ojalá con plegarias se pueda frenar de momento.
Está muy bueno el cuento.
Es muy atinado el progeso negativo que hacés en el impacto de los espectadores, con la metáfora de que al principio la pintura atraía, encantaba, hinoptizaba, y después, de a poco, fue mostrando su verdadera imagen horrorosa.
Yo creo que el mal (por llamarlo de alguna forma) el diablo, el ángel malo, la contracara del bien, lo que sea, actúa irremediablemente así.
Primero, nos encandila con sus falsas luces.
Después no destroza, y no importa lo que hagamos para intentar derribarlo.
Triunfa, aún sin que lo veamos, con el miedo inyectado en cada ser.
La humanidad entera se ve reflejada en tu relato.
Laaaaaaaaaaaaargo el comentario.
Fin
ABRAZO GRANDE
SIL
Está muy bien el análisis quehace Sil, pero yo pienso distinto sobre este cuento,Neto.
Creo que no se trata del mal, vencido por los vecinos.Sino de una metáfora sobre la ignorancia.
La ignorancia por lo desconocido que se teme y la ignoracia del pueblo ante eso desconocido,extraño,sinuoso.Y trae lo peor de la hsitoria este relato: hay que quemar,destruir,segregar,"endiablar",etc. lo que es distinto,
lo que no se puede asir,tomar,agarrar,entender.
Neto, si es así estás cada día mas profundo,che...
Un abrazo
Felipe
Y la ignorancia absoluta: la brutalidad de esas gentes de atribuirle a una obra de arte la capacidad de hacernos el mal.
Por eso la destruyen pero no eliminan su necedad.
Perdonen pero volví, me faltó decir esto:
hoy miraba un documental sobre la dictadura y ahí quemaban libros, prohibieron canciones, censuraron artistas, desconocieron y destruyeron patrimonios artísticos y culturales...¡¡¡censuraron y cortaron pedazos de películas porque "no eran convenientes" para el pueblo!!!!!!
Y mataron físicamente y desaparecieron,finalmente,a sus autores...
Grande, Neto...el relato me encantó.
Coincido con Felipe, para mí el barrio acumuló miedo, miedo a lo desconocido, a lo creativo que no se comprende. La pared comenzó con algo bello, pero luego se contagió del alma y los sentimientos de los que la contemplaban, hasta reflejar su interior. Podría ser que la pared fuera una proyección de los habitantes del barrio. Conforme crece el temor...se intenta destruir. Pero ese afán de destrucción está dentro de cada uno y el miedo se reproduce otra vez, aunque no haya pared...se puede aplicar a sociedades, a uno mismo, a un país, a circunstancias de la historia. Al fin y al cabo, a "la condición humana"
Ché, paro ya o parecerá un comentario de texto...y luego viene el Oso y me corrige, ja.
Abrazos artista!!!
Siempre digo que la interpretación de los cuentos, pasa a ser dominio exclusivo del lector, que el autor muere como figura cuando el relato llega a su destinatario. En este caso lo mismo, lo sostengo y veo diversas interpretaciones y me parece fantástico.
Ahora, a qué le apunté a la hora de escribirlo: supongo que más cercano a lo que dice Felipe, a la irracionalidad como conducta, al miedo como motivador.
Hay algo que debo confesar, no recordaba el texto ja, si, aunque parezca mentira y a pesar de haberlo escrito el fin de semana, fue en horas muy allá en la madrugada y programado de inmediato. Incluso tenía varios errores propios del cansancio y el sueño.
Lo que me llama la atención es que la narración parece tener vida propia. Aunque parezco loco, al leerlo me pareció que lo hacía por primera vez. ¿Se habrá escrito solo en realidad? ¿Tendré que tirar abajo el blog?
Quedaron presos de sus miedos.
Eres un exquisito contador de cuentos, atrapas palabra a palabra cautivando al lector de una manera mística y absoluta.
ME ENCANTÓ!
=) HUMO
el miedo perdura Neto, si señor, y la verdad escarba entre las paredes por salir a pie de la oscuridad que la oculta, ese barrio que tan bien se describe en el texto, con sus vecinos, sus miradas y sus silencios tranquilamente podría ser una analogía perfecta del mundo que nos rodea no?
Felicitaciones Netito!!!
Salute!
¡Hola, viejo amigo! Me fascinó este relato y me averguenzo ante el hecho de no haber reaparecido antes. He estado en otro mundo. Quería dejarte mis más cálidos saludos ;)
Doña Humo, muchas gracias por sus palabras! Los miedos siempre nos ganan. Saludos!
Dieguito, el mundo que nos rodea hace eso, intenta destruir aquello que teme en lugar de investigarlo, es más fácil así, pero no siempre funciona. Un abrazo!
Leandro, un placer verte por aquí! Gracias por tus palabras y ojalá tu novela marche diez puntos! Un abrazo!
Que buen cuento. ¿por que fue cuento no?
Está tan bien contado que por momentos me parecía una historia real y del más genuino terror.
Te felicito Neto, es dificil mantener el interes del lector casi sin pestañar y con está historia lo has logrado.
un cariño.
mariaorsa
Doña Mariarosa, muchas gracias! Si si, es un cuento, no se asuste. Aún no he visto actuar a ninguna pared así. Al menos por ahora... Saludos!!!
Así me gusta, texto largo y a su ritmo, Bien hecho.
A-Zeta, muchas gracias! Espero verlos más seguido por aquí! Saludos!
Como siempre llego rezagado. Esto, que parece descuido es más bien una estrategia cuya finalidad consiste en dejar que los demás comenten y luego decir "coincido con Sil (Con Felipe, con Doña Tinta, Diego, etc)".
Pero esta coincidencia feliz con gente que admiro no hace más que acordar que está escribiendo ud. como los dioses del olimpo and company.
A veces digo que mi desidia consiste en falta de tiempo para leer en profundidad. Esto es cierto. En parte. En parte es esa impotencia ante lo sublime.
Gracias, Neto y otro abrazo enorme.
Don Oso, no lo comente en voz alta jajaja. Se agradece la lectura, no solo de este relato, sino de todos los anteriores! Sabiendo de los tiempos que manejás, las tareas que hacés, es realmente una alegría poder ver tus comentarios. Y esa falta de tiempo, la suplís con otras cosas que te enriquecen más que estos cuentos! Un abrazo!
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