Estaba atónita, consternada. De nada servía cerrar los ojos, finalmente la verdad estaba a sus pies y pedía a gritos que mirara.
Pero ella ya no quería.
Solo deseaba llorar.
Lejos de casa
Una de las tantas desventajas de haber sido suspendida, era que a diario debía informar si estaba o no en la ciudad y en caso de ausentarse, debía solicitar un permiso con anterioridad. No importaba si lo hacía reportándose personalmente o por teléfono, el hecho era que se sintiera controlada. No era para menos, no solo estaba suspendida, sino también siendo investigada. Aunque sabía que todo era una farsa con el fin de diluir la investigación original y de ser posible, alejarla por un largo tiempo de las fuerzas policiales.
Mientras el gigante Airbus despegaba, ella contemplaba por la ventanilla lo pequeño que en realidad era todo si la óptica utilizada era la correcta. No avisar que dejaba la ciudad, e incluso el país, era otra pequeñez. Una nimiedad comparada con su accionar marginal, que incluía utilizar una identidad falsa para recabar datos, robar información privada, seguir a un funcionario público y la cereza del postre, asesinar a ese funcionario público.
Poco le importaba a su mente turbada los medios, aferrándose al viejo dicho con tal de llegar al final del camino. Ese sendero de ripio que tanto dolor propinaba, a propios y extraños.
Mirando las nubes de cerca se preguntaba que sería de ella si finalmente llegaba con vida al final de su investigación, pues sabía que tendría que rendir cuentas por lo hecho. Sin embargo se quitaba ese pensamiento de la cabeza, al menos de momento, porque lo único que quería era descubrir la verdad y ello contemplaba develar el misterio de Ububi y el destino de las mujeres desaparecidas y también, a partir de la confesión del hombre que asesinara, el derrotero de esos recién nacidos rechazados por sus madres, canjeados por otros a cambio de dinero.
El Indico era amplio, con costa en más de un continente. Pero el nombre Ububi la arrastraba por lógica a tierras africanas. Sudáfrica y Mozambique eran las referencias con presencia zulú más cercanas al tercer océano del planeta. Hacia allí se dirigía.
Los caminos llevan a Maputo
Maputo es el centro neurálgico de una nación cuyas características principales son las altas tasas de mortalidad infantil y la baja esperanza de vida. Ubicado muy cerca de Sudáfrica, recibe de la misma una alta influencia. El Indico baña sus costas y alimenta su comercio, aunque la bahía es prácticamente inaccesible para la gente, deteriorada indiscriminadamente por el desecho de residuos.
Ariadna se defendía a duras penas con el portugués, pero al menos entendía las indicaciones que recibía ante las consultas que realizaba.
Hacía una semana y media que hurgaba en el sur de Africa. Había estado en Puerto Elizabeth y en Durban, en Sudáfrica, y los datos la habían llevado hasta Maputo, en Mozambique.
En Puerto Elizabeth, ubicada en la Bahía de Algoa, se había topado con un puerto inmenso, pero encontró muchas dificultades en poder seguir la pista de Ububi. No obtuvo referencia alguna de dicha isla pero al menos si una mención sobre Durban, que la hizo viajar hasta allí.
No era para menos, el puerto de Durban era uno de los más importantes, con un continuo fluir de buques y miles de contenedores como parte del paisaje. Al segundo día de estar allí, fue interceptada por dos hombres de color, que portaban armas. Supuso que la interrogaban, pero no entendía el idioma y en el exiguo inglés que sabía, les decía que no los comprendía. Al cabo de unos minutos le dejaron un papel con un nombre y una dirección.
El nombre era Imfolozi Shakwreri y la dirección correspondía al Hotel Beverly Hills, al norte de la ciudad. No tuvo oportunidad de preguntar en recepción por esa persona. Ni bien entró, un cadete del hotel le pidió en un comprensible inglés que la acompañara hasta el bar del lugar, donde la estaban esperando.
Quién la esperaba era el tal Imfolozi, que se presentó con elegancia, haciendo uso de un aceptable español, mezclado con portugués. Dijo ser dueño de un tercio de los contenedores que con seguridad había visto en el puerto y sin perder tiempo, preguntó los motivos por los cuales estaba husmeando en su terreno.
- Quiero llegar a Ububi - respondió Ariadna.
Los párpados de Imfolozi se elevaron bruscamente, dejando a la vista el verde apagado de sus ojos. Se movió inquieto en su asiento y carraspeó antes de hablar.
- Lo siento, no se de qué habla.
- Nadie sabe, aparentemente estoy buscando un lugar fantasma. ¿No es así?
- Diría que en realidad no sabe lo que está buscando. ¿Por qué no vuelve a su país? Evite disgustos innecesarios.
- ¿Cómo cuales?
El la miró con firmeza, a sabiendas que si había llegado hasta allí, era valiente y no iría con rodeos.
- Creo que lo sabe bien. Creo imaginarme quién es.
- ¿Si? Acaso mi fama se ha extendido tan lejos - dijo con ironía.
- Cuídese señora, no pierda el tiempo con imposibles. La vida es una sola.
- Por eso mismo estoy aquí.
El hombre sonrió. Era entrado en años y la sonrisa le quitó varios lustros de encima, no obstante ella percibió la falsedad de su gesto.
Y sin atender a la amenaza de la sutilmente había sido objeto, se levantó de la mesa diciendo:
- No crea que le tengo miedo. Ni a usted ni a nadie de su organización secreta. Voy a llegar a Ububi. Voy a encargarme que se pudran en la cárcel.
Esa misma noche abandonó Durban sin volver a su hotel. Llevaba encima todo lo necesario y regresar a la habitación sería firmar su sentencia de muerte.
Ahora estaba en Maputo, por una simple coincidencia. Mientras abandonaba el Beverly Hills escuchó a la recepcionista preguntar a un botones: "¿Donde está el señor Shakwreri? Dile que tiene una llamada desde Maputo."
La reunión
Grandes limusinas recorriendo la avenida principal, un hotel de repente asaltado por el ingreso de coches, fueron detalles que Ariadna no pudo resistir. Algo sucedía en Maputo y poco sabían sus ciudadanos, ajenos a ese mundo que no podían alcanzar y dedicados a sus cosas.
Arriesgándose más de la cuenta, para estudiar la lava se metió de lleno en el volcán: vistiéndose como el personal de limpieza, logró inmiscuirse dentro del hotel pasando desapercibida.
Pudo percatarse que los hombres y algunas mujeres bien vestidas seguían una sola dirección dentro del edificio. Todos se dirigían a sala de reuniones, que en poco tiempo más estaría repleta, con al menos doscientas personas. En un fugaz ingreso, en el que acomodó vasos sobre una mesa lateral, observó de reojo a la multitud y reconoció los rostros de varios empresarios por haberlos visto en revistas de comercio y economía. Se sorprendió aún más al ver a funcionarios de diversos países.
Por lo visto se trataba de un evento importante, con la salvedad que no había ningún anuncio ni cartel que indicara tal acontecimiento. Lo que allí estaba sucediendo sin dudas no era público. Sus sospechas de estar sobre las pistas correctas se acrecentaban. Más todavía al ver entrar al recinto al hombre que la había amenazada en Durban.
Sin que la viera, abandonó el lugar. Había encontrado la colmena. Ahora solo debía esperar a que los zánganos salieran para poder seguirlos. La reina podía estar o no allí, pero por el momento era lo de menos. Quería la isla y nada más que la isla.
Limusinas
Sea lo que fuese que tratasen, la reunión se demoró hasta horas de la madrugada. Los coches alargados y de vidrios polarizados fueron abandonando el lugar en forma parsimoniosa, salvo algunos que quedaron estacionados en una cochera contigua, seguramente debido a que sus ocupantes se alojaban en el mismo hotel.
Le interesaba particularmente Imfolozi, tanto por presentimiento, como por cuestión de piel. La amenaza no le había caído muy bien. Lo siguió en un coche alquilado, conduciendo sin las luces delanteras para no ser descubierta. El auto que lo llevaba se detuvo delante de una lujosa mansión, en las afueras de la ciudad.
Aún era de noche y eso la favorecía. Aprovechó que el vehículo de Imfolozi aguardó varios minutos antes de entrar por el portón principal para bajar del suyo y acercarse lo suficiente como para infiltrarse en la mansión mientras ellos ingresaban con la limusina.
Una vez dentro, fue tarea fácil. Los guardaespaldas no se esperaban un intruso, menos aún el magnate de los contenedores. Todavía no activadas las alarmas, penetró la vigilancia con facilidad. La lujosa vivienda tenía salientes por todos lados, a modo decorativo, pero era una ventaja a la hora de trepar y alcanzar ventanas. Aguardó a que se encendiera la luz a través de algunas de éstas y supuso que sería la correspondiente al cuarto de su nuevo amigo.
Llegó hasta lo alto y con cuidado desplazó los paneles de vidrio. Imfolozi no escuchó el ruido porque estaba en el baño. Cuando salió de lavarse los dientes ya era tarde. Un alambre tan delgado como tenso se enredó en su cuello y una voz de mujer le susurró al oído: "Si no grita, puede que le permita vivir".
Contra reloj
Aquel que amenaza, es porque tiene miedo. Ese principio básico había sido suficiente. Imfolozi temía, por eso la había amenazado. Y por eso, ella lo había buscado a él. No se veía bien que ella hubiese sido vista husmeando en sus terrenos, eso hacía peligrar su vida, como había pasado con los empresarios muertos a tantos kilómetros a partir de su investigación y la de Cavani.
Sin embargo subestimó a la detective, pero solo lo supo cuando tras brindarle el dato que ella necesitaba, sucumbió ante la presión del alambre.
Ariadna jugaba una carrera mortal contra reloj. El viejo había hablado, temiendo por su vida, que de todas maneras ella le quitó. Ya por haber hablado estaba muerto, solo le ahorró sufrimiento. Estaba regresando a Durban lo más rápido que podía. El día había comenzado y las carreteras estaban otra vez en movimiento. En su mente solo había un objetivo, el de llegar al puerto de Durban antes de la medianoche, horario en el que partiría hacia Ububi un pequeño barco con provisiones.
Si, hasta Ububi, la isla que ya creía fantasma y que sin embargo de pronto se volvía realidad. Pero esta vez no podía sola, a pesar que ello significara su propio fin.
Llegó a Durban antes del anochecer. Buscó siempre permanecer lejos de lugares concurridos y de pasar desapercibida. Sin dudas Maputo sería un hervidero ante el descubrimiento del cuerpo de Imfolozi y no tardaría en propagarse la señal de alerta a la ciudad sudafricana.
Buscó un teléfono público y marcó el número internacional de Interpol. Dio su nombre y rango, explicó la situación y solicitó refuerzos, pero recalcó que por favor no involucraran a ninguna otra agencia policial, porque no se podía saber en quién confiar.
Luego se dirigió al muelle del que partiría el barco y se ocultó detrás de unos containers. El final del viaje estaba por llegar, lo presentía en la sangre, en todos sus sentidos. Y algo le decía que lo que encontraría al descorrer el velo de la verdad no sería para nada agradable.
Siguió esperando en la noche, con los brazos muy juntos al pecho, buscando algo de calor y también de esperanza.Lyon
El teléfono sonó en su oficina en el momento justo que estaba saliendo por la puerta hacia el ascensor. Pensó en dejarlo sonar, pero se recordó que había lujos que no podía darse. Miró el reloj en su muñeca y maldijo por lo bajo, otra vez no llegaría a cenar a tiempo con su mujer y probablemente esta vez ella...
Atendió. Al fin y al cabo era el director general de la organización policial más importante del planeta.
- Jean Decour al habla - dijo con voz resignada.
Reconoció la voz del otro lado de la línea. Uno de los investigadores que más apreciaba, por su conducta y perseverancia. Se decidió a escucharlo, consciente que tendría un buen motivo para llamarlo a esa hora.
Su rosto fue cambiando a medida que pasaban los segundos con el teléfono al oído. El semblante ya no era de quién aguarda paciente que el interlocutor finalice para poder colgar y partir raudo a comer con su mujer, con quién la relación está en un punto muerto y todo percance puede ser definitivo.
Se pasó la mano por la barbilla, preocupado. Dos minutos después, tras un silencio del otro lado de la línea, ordenó: "Procedan, de inmediato, procedan".
Varios miles de kilómetros al sur, en una noche cubierta de nubes que impedían divisar la luna, la detective Ariadna González se jugaba una vez más el pellejo escondida como polizón en el barco de nombre Umngane. Grandes cajas de madera ubicadas en cubierta le permitían ocultarse de los guardias que vigilaban la embarcación, la mayoría con armas automáticas en la cintura o colgando de sus espaldas.
El frío le ponía marco a la situación y lo coronaba con el sonido de las aguas desplazadas por el peso del navío. Se dirigían a Ububi. La verdad estaba a un paso. ¿Que pasaría al llegar allí? No había respuestas para eso, al menos aún no.
Permaneció oculta, rezando en silencio para que Interpol no descartara su llamado. También elevó una plegaria para ver la luna. Un poco de luz en tan asfixiante oscuridad sería como un rayo de esperanza en la antesala de la muerte.
Minutos más tarde, la blanca esfera que en su infancia era un queso gigante, salió a su encuentro. Era una buena señal.
Continuará...
El frío le ponía marco a la situación y lo coronaba con el sonido de las aguas desplazadas por el peso del navío. Se dirigían a Ububi. La verdad estaba a un paso. ¿Que pasaría al llegar allí? No había respuestas para eso, al menos aún no.
Permaneció oculta, rezando en silencio para que Interpol no descartara su llamado. También elevó una plegaria para ver la luna. Un poco de luz en tan asfixiante oscuridad sería como un rayo de esperanza en la antesala de la muerte.
Minutos más tarde, la blanca esfera que en su infancia era un queso gigante, salió a su encuentro. Era una buena señal.
Continuará...
11 comentarios:
La cuestión se está poniendo más tensa que los últimos cinco minutos de Uruguay- Corea...:)
La sombría super-heroína de esta historia está por abrir una caja de Pandora, que me temo no podrá cerrar a tiempo, ni para que nos quede la esperanza de que esto termine bien...
To be continued.
Esperamos la prox.
Abrazo inmenso, Netuzz.
SIL
No se pueden poner "peros" a esta magistral forma de dirigir la trama...La heroína se llama Ariadna, digno nombre para quién se ha propuesto que salgamos del laberinto donde el peor de los monstruos está dispuesto a engullir lo que se le ponga por delante.
Esta es una novela corta formidable. Ve buscando un concurso...
Vas a conseguir que nos volvamos a morder las uñas como cuando éramos pequeños...
Besos!!!
Che, no había caído con lo de Ariadna y la analogía con la proeza de la otra Ariadna.
Traguéme la curva en este laberinto ;)
Bien ahí, Paloma.
:)
´´chas graciasss, Doña Sil..."at the moment" la calaverita sonrosada permanece muda...Creo que el partido va como sigue:
Las chicas:2, Netomancia: 0, ja,ja.
¡Que buen comienzo!
Cada nueva entrada es más interesante que la otra. Neto, estoy encantada siguiendote, felicitaciones.
mariarosa
Mirá Paloma, a juzgar por mi entorno, todos los hombres permanecerán mudos hasta el 11 de julio...
Bue, excepto algún que otro alarido de júbilo y/o grito estrepitoso y/o insulto subido de tono y/o ...
A los que tod/a mujer que se precie y desee ser a-preciada debe sumarse obbbbbbbbbbbviamente ...
:)
Este relato es como Ububi misma fantasmal e incierta, hsta que se hace presente en nuestro ojos, es terrible, me gusta mucho la trama y cómo está contada, creo que es un acierto la separación en fragmentos, en secuencias, nos dá a los lectores otra forma de percibir la historia, otro juego de imágenes.
Felicitaciones por el libro y espero ver el relato en los próximos días en el blog che!
Aunque ahora seguimos con Ububi!
jejeje
abrazos!
Doña Sil, al menos garra como los charrúas tiene la detective, quién le dice que no tenga ascendencia oriental. ¿Sufrirá tanto como la celeste? Mmmm, ud qué dice? Saludos!!!
Doña Tinta, yo pongo el nombre, ustedes tracen paralelos, es lo lindo de esto, quizá sea el inconsciente o el destino, pero si, los nombres coinciden (y le confieso y mal hago, no había reparado hasta lo dicho por usted). El laberinto solo tiene un pasillo más, pronto estarán en él queriendo salir. Saludos!
Doña Tinta, doña Sil, el silencio es salud. Sobre todo para la garganta ja. Saludos a ambas.
Doña Mariarosa, un placer entonces, ya se viene el final, esté atenta. Saludos!
Dieguito, la verdad que lo de los fragmentos ha sido un acierto en lo literario, me gusta como queda, el juego que plantea y cómo luego vuelven a insertarse en otra instancia del relato, la idea no es solo escribir, sino ver hasta donde se puede jugar con las palabras. Gracias Dieguito, el relato prontito aquí, es más, te diría que para el domingo 4, horas de la noche en Madrid, te pegues una vueltita. Abrazo!
Wow!! lei rapido el texto, un tanto extenso pero interesante. Me he prometido mirarlo con atencion y comentar como es debido..
Por otro lado, felicitaciones por la publicacion de tu cuento en REDES...
me dejas buenas sensaciones..
beso
druida
Gracias Druida, perdón por la demora en contestar!
se me paso volando! muy bueno
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