Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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7 de junio de 2010

Sobreviviente

Solo unas palabras, le pidieron. Solo unas pocas y ya. Insistieron en medio de muchos aplausos y su posición se tornó incómoda. Si no se ponía de pie y subía al escenario, dirían que se hacía desear o era un mal agradecido; si subía, quizá dijeran que era un petulante.
Pero la multitud al ver que se paraba a un lado de la mesa que ocupaba, tronó en un solo aplauso. Le recordó la lluvia en invierno, repiqueteando con fuerza sobre los tinglados, mientras ellos guarecidos apenas con mantas se turnaban las guardias para no ser sorprendidos por el enemigo.
Su andar era lento, como decía una vieja canción que había escuchado hacía un tiempo. Le alcanzaron el bastón y asido con fuerza de su fiel compañero, inició la marcha paciente hacia las escalinatas. Cada paso era un imposible. Sospechaba que no faltaba mucho para decirle adiós al mundo. Las mañanas, al despertar, lo recibían últimamente más cansado. Es que el ayer le quedaba cada vez más lejos y remontarse aunque sea en la memoria, no era trajín para cualquiera.
Sus noches podían llamarse vívidas. Cuando cerraba los ojos, nacía el mismo mundo de antaño. Los disparos de repetición en la noche, las órdenes dadas por lo bajo mientras los pantanos lo tragaban hasta el cuello, los estallidos decorando con sombría pulcritud el cielo bañado de estrellas.
Subía las sábanas hasta la cabeza, como si de esa forma el pasado amilanara su avance sobre sus flancos, sin embargo era en vano. La noche se sucedía dolorosamente, con los rostros amigos exhalando el último aliento en medio del caos, sin tiempo para una despedida, sin oportunidad para un beso en la mejilla.
Dejaba atrás los cuerpos una y otra vez, cada noche. El gatillo se hundía bajo la presión de su dedo y la ráfaga inundaba de muerte las matorrales y zanjas. Era sangre desconocida. Y por lo tanto, dolía menos que la propia, que llevaba nombre y apellido.
Los silbidos de los misiles surcando el cielo, las explosiones constantes, algunas cercanas, otras distantes, el bullicio de la desesperación, las palabras incongruentes nacidas de la locura, hijas a su vez de la furia y el miedo.
La guerra de cada noche lo agitaba y regresar no era tan fácil como al principio. A medida que pasaban los años, costaba más. E incluso, en algunas oportunidades, supo volver con heridas. Las primeras veces pensó que se había golpeado al levantarse, pero mientras más se engañaba, peor era.
Aquella mañana que despertó sin dos dedos de su pie izquierdo, con pedazos de esquirla aún encarnada y en medio de un charco de sangre, no dudó que sus regresos no eran solo producto de su mente ni una necesidad de la memoria. Volvía, en todo el sentido de la palabra.
No sabía como explicarle a su médico, pero éste tampoco preguntaba demasiado, como si se hubiese dedicado su vida a tratar ex combatientes con el mismo dilema de alucinación y realidad. Quizá a todo le pasara lo mismo y nadie se animaba a hablar de ello.
El tinglado seguía repiqueteando sobre su cabeza mientras alcanzaba el último peldaño de la escalerilla. De a poco, comenzó a amainar. Se acercó al micrófono, algo vacilante. Le dio dos golpecitos, como en otras ocasiones había visto hacer. El sonido ligero y contundente se hizo escuchar por los alto parlantes. Sonrió, entre avergonzado y agradecido. Todos estaban de pie.
Intentó pronunciar un gracias, pero tuvo que reprimir primero un nudo en la garganta. La gente comenzó a aplaudir de nuevo, conmovida ante la frágil imagen, apenas sostenida con un bastón. El sonido se elevó por toda la sala y ahora más que una lluvia, le parecía un avispero. Un ruido constante, que iba en crecimiento. Cada vez más fuerte, como el repiqueteo de soldados marchando a una distancia cercana, a punto de entrar en acción. Cerró los ojos para secarlos de las primeras lágrimas y en esa fracción de oscuridad divisó al enemigo escondido entre las últimas mesas. Los vio portando granadas y rifles de alto impacto. Hizo lo que le enseñaron, arrojarse al suelo lo más rápido posible.
Cayó pesadamente contra las tarimas de madera, mientras la gente exclamaba a viva voz su preocupación, creyendo que se había caído. Varias personas abandonaron sus lugares en las mesas y corrieron hacia el escenario. Lo ayudaron a incorporarse, le alcanzaron el bastón y un médico presente lo revisó.
- ¿Está bien don Renzo? ¿Se ha hecho mal? - todos preguntaban al mismo tiempo.
Don Renzo fue concluyente.
- No, no se preocupen estoy bien, tan solo... - llevó la mirada hacia la sala, barrió con la vista la misma y supo que había sido otro regreso, aunque de un modo extraño, en un lugar inapropiado, como si el pasado hubiese ido por él sin poder esperar ya a que el cansancio lo derribara sobre la cama, como cada noche; respiró profundo, suspiró y completó la frase - tan solo, estoy sobreviviendo.

13 comentarios:

SIL dijo...

Una vez (no hace tanto) un Rey belga dijo que -¨se tardan veinte o más años de paz para hacer a un hombre, y bastan veinte segundos de guerra para destruirlo.¨

Y no necesariamente hay que matar para destruir.

Lograste una pintura perfecta del trauma vitalicio que arrastran los sobrevivientes.
La imagen del desenlace es estremecedora.

Grandioso, Netito.

ABRAZO GRANDE


SIL

Netomancia dijo...

Doña Sil, muchas gracias. Creo que los horrores nos acompañan más allá del camino que recorramos, de los intentos de olvidarlos, de las ganas de matarlos. Este cuento intenta mostrar que a veces pasado y presente son la misma cosa. Saludos!!!

Con tinta violeta dijo...

Soberbio, sobresaliente y sobrecogedor el relato del sobreviviente...
A veces es frágil la linea entre la realidad y el sueño, otras entre el pasado y el presente...
Lo que es seguro es que lo que un día cercenó un espíritu y lo hizo sufrir queda marcado a fuego; y solo la muerte puede aliviarlos (la muerte como antesala de la vida...)
Es difícil meterse en la piel de alguien que ha participado en una guerra...para transmitirlo: a mi me has dejado sin aliento.
Abrazos!!!!

La Tomata dijo...

Que expectacular relato Neto!!!
Esta tan bien descriptas esas sensaciones y sentimientos que es como que uno se mete en el cuerpo mismo del protagonista...

Genial sinceramente!! Me encanto!!
Saludos neto!!!

Felipe R. Avila dijo...

Muy bien,Neto!

Netomancia dijo...

Doña Tinta, muchas gracias. Esa delgada línea a veces nos obliga a optar y no siempre es bueno el lado del cual quedamos. Me alegro que le haya gustado!

Doña Daina Tomata, me alegra que lo hayas vivido así, a veces para meterse en un cuento, hay que sentirlo. Gracias y saludos!

Don Felipe, muchas gracias! Que acotado ha estado, lo está corriendo de la pc? Ja. Un abrazo!

Anónimo dijo...

solo se trata de sobrevivir... esa es la historia... jeje tendrían que cambiar la letra de esa canción no?
Neto este relato es tremendo, hay un extraña sensación entre el mantenerse en pie y el dejarse caer; un sintoma de los días que nos rodean, una idea maravillosa la del relato. Me encanta cuando la ficción que sabés crear tiene esas pinceladas de realidad que van directo al medio de la frente.
Un abrazo!
Che por acá pasó Felipe, muy rapidito, creo que también lo estaban corriendo de las pc´s españolas!!! jejeje

mariarosa dijo...

Neto felicitaciones.
¡Que buen cuento!

Una historia que podría ser la de muchos ex combatientes, sólo que esta tiene el realismo que sabes darle tan bien a tus textos.
mariarosa

Netomancia dijo...

Dieguito, ja, dejemos la canción igual que así está bien. Directo a la frente a veces duele más que al corazón, al menos como que abre los ojos. Un abrazo amigo!

Doña Mariarosa muchas gracias! Creo que ninguna ficción se acerca a lo que esa gente ha vivido, pero uno a pesar de todo, lo intenta. Saludos!

Felipe R. Avila dijo...

Ah, sí,pasé rápido porque estaba ¡trabajando! Ahora comento mas:

El cuento se lo han visto como una metáfora muchos de los amables y queridos compañeros de lectura de este blog.

Yo lo leí con el alma despojada,casi pura, y fui transparentado (atravesado)por la aventura contada.Casi inocente y diáfano lo mio ese día.
Entonces vi a un hombre con una misión y un secreto:
al cerrar los ojos pasaba a vivir en otra dimensión (...)
y me imaginé lo que usted,Netomancia, me contaba, que al final seres de ese mundo paralelo querían venir hacia el viejo.

Nunca se me ocurrió pensar que era una metáfora sobre la imposibilidad de olvidar un hecho traumático.

¡¡¡ustedes son muy profundos,che!!!!
¡Mejor me voy a leer una vieja historieta y a tomar una leche chocolata,chau!

Pero repito:
¡Muy bien,Neto!

¡Felicitaciones,es un muy buen relato!

Netomancia dijo...

Felipe, no me venga con el cuento... de que estaba trabajando! Ja. Gracias por el comentario!

Mannelig dijo...

Pues no me gustó nada.

Eh, que era broma, que era broma. Como sólo puedo expresar un nuevo elogio...

Netomancia dijo...

Ja, gracias don Mannelig!