Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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3 de abril de 2010

Las palabras adecuadas

Lo miraba de reojo, mientras con el codo buscaba tocarle el brazo. Incómodo, de pie ante el féretro, le parecía que la viuda, los hijos y los demás parientes de Romualdo lo miraban desde cada rincón de la sala.
A su lado estaba Espinosa, así, sin nombre. Compañero de oficina, compartían mañanas y tardes desde hacía quince años. Casi el mismo tiempo que con Romualdo, aunque este trabajaba dos escritorios más a la derecha. En cambio, Espinosa se le sentaba enfrente.
Volvió a probar suerte con el codo. Le parecía haber tocado el brazo, pero Espinosa no se inmutaba. Permanecía en su postura seria, ojos al piso y entornados, labios replegados en gesto de dolor y frente arrugada, pensativa.
¿Cuánto se quedarían? ¿Debía decir algo? No se animaba a levantar la mirada. Seguramente algunos estarían preguntando quiénes serían ellos. Era probable que con alguna excusa se le acercaran, indagaran quiénes eran y sabiendo que habían trabajado juntos, forzaran la prolongación de la conversación con historias y anécdotas que a nadie le importaban, pero que en ocasiones como esa solían parecer importantes.
Ya se imaginaba a la viuda hablando de lo laburador que era Romualdo, esperando que tras esa afirmación llegaran los asentimientos de sus compañeros, como si la reinvindicación tras la muerte fuese necesaria. Laburador o no, estaba muerto. Punto. Para que esas charlas anodinas, vacías, propias de un velorio.
Volvió a abrir un ojo y mirar a su compañero. No se le movía un pelo. Quieto como una estatua. ¿Quedaba mal si miraba el reloj? Si, seguramente. Quería marcharse del lugar, alejarse del cajón. Apenas si podía desviar la vista hacia el cuerpo de Romualdo, que maquillado y todo aún presentaba signos en su rostro del dolor que lo arrastró hasta la muerte.
Con sigilo movió su pie derecho hasta tocar el zapato de Espinosa. Primero fue un roce. Al notar que Espinosa seguía sin prestarle atención, le propinó un puntazo, siempre cuidando que no se notara demasiado el accionar de su pierna.
Espinosa levantó la cabeza y la giró hacia su izquierda. Arqueó las cejas, como preguntando "¿qué pasa?".
La respuesta fue un leve e imperceptible movimiento de cabeza. El gesto era inconfundible: "vámonos".
Con pasos silenciosos se fueron alejando del centro de la sala, donde aún los familiares más cercanos lloraban aferrados al cajón.
- Disculpame Espinosa - le dijo casi murmurando - pero no veía la hora de alejarme de ese féretro. Solo pensar que por ahí nos paraba alguien para hablar de ese infeliz me daba fiebre.
- Tranquilo Humberto. Hacé lo que te dije. Hacete el sufrido, el dolorido. Si alguien se acerca tapate la boca con una mano, entorná los párpados y desvía la mirada. Actuar no cuesta tanto.
- Si, ya se. Pero igual. Estas situaciones... ponele ¿qué se dice en una situación así? Tenés a la viuda y a los hijos delante: obvio que no le vas a preguntar como están. Tampoco le podés salir hablando si les dejó alguna herencia. Bueno, en este caso Romualdo que carajo les va a dejar, pero en otro caso, ponele, tampoco podés preguntar tremenda estupidez. Entonces... ¿qué decís?.
Habían salido a la calle. El sol los obligó a colocarse las gafas ahumadas. Espinosa sacó el atado de veinte y encendió un cigarrillo, tapando con la mano libre el viento que se obstinaba en apagarle el fósforo.
- Mirá Humberto. Sabés como soy. Yo no digo nada. Menos en un caso así. Venís, cruzás miradas, te acercás al cajón, te mentalizás en el papel unos minutos y te vas. Y chau. Adiós. Hasta nunca. Me entendés. Hoy Romualdo, mañana quién sabe.
- Si, ya se Espinosa, ya se. Es la rutina. Hasta Romualdo lo sabía. Pero nunca me había tocado el velorio de un compañero.
- Querido - le dijo Espinosa palmeándole la espalda mientras emprendían camino al auto - tarde o temprano nos llega a todo. Si estamos de este lado, lo nuestro es sencillo. Actuamos, verificamos, rellenamos papeles y archivamos. Un caso más, un tipo menos. La ecuación da.
Humberto no contestó. Se conformó con escuchar las pisadas de sus zapatos sobre el asfalto.
Llegaron al coche. Se sentó en el asiento del acompañante. Escuchó la llave arrancar el auto, el motor ponerse en marcha, las ruedas girar hasta colocar el coche en medio de la calle, para tomar finalmente el camino hacia la oficina.
- Espinosa...
- ¿Qué?
- ¿Y si mañana me ordenan envenenarte a vos? ¿O pegarte un tiro, lo que sea? No me imagino estar en una sala así en medio de tus familiares. Romualdo era Romualdo, pero vos...
- Quedate tranquilo Humberto, yo no soy Romualdo. No meto las narices donde no debo. Sabés lo que hizo él y cuál es nuestro trabajo. El también lo sabía. Así le fue.
- En serio, imaginate que me encarguen sacarte del medio Espinosa. Y que después tenga que chequear en tu velorio que el trabajo está hecho.
- No va a pasar, ya te dije... ¿pero decime, tanto te afectó esto? Si sabía ponía yo el veneno, mirá si ahora... ¿qué te pasa? ¿qué hacés?
- Pará el auto, dale. No la hagás más difícil. Ya el hecho que seas vos, me parte el alma. Sabés que desde que estaba en esa sala de mierda, no veía la hora de terminar con todo y vos tan en tu papel de "pobre tipo che". Y pensaba, sabés, pensaba... ¿para que sirve un velorio? ¿despedirse? ¿de quién? Y sobre todo... ¿qué decís en un velorio? ¿Lo siento? ¿Era tan bueno? Y sabés que en realidad no sentís nada, que jamás vas a saber si fulano era tan buen tipo o no, a lo sumo lo tuyo fue matarlo y estar ahí para confirmar el deceso y nada más. Bueno o malo, que carajo importa a esa altura.
En su mano sujetaba un calibre cuarenta y cinco, cuyo cañón apuntaba al entrecejo de Espinosa. "Movete" le indicó y ambos bajaron del auto. Caminaron por un descampado varios minutos, hasta dar con la orilla de un arroyo.
- Acá nomás - anunció Humberto.
La mirada de Espinosa era de espanto. Sus ojos estaban nerviosos, sus facciones alteradas. El sudor había traspasado la camisa. Su compañero le había quitado el arma que escondía debajo de las ropas. Desarmado ante la hora de la muerte. Peor no podía sentirse.
- Sin rencores Espinosa, primero cayó Romualdo, después vos. Pensabas que habías salido indemne de ésta, pero así es la vida, nunca estás seguro de nada. ¿Algo para decirme?
- Qué querés que te diga, ya nada sirve. - Carraspeó y haciendo fuerza para no llorar continuó hablando - Sabés qué, en el velorio mirame a los ojos. Mirame bien, porque quizá el próximo seas vos.
Humberto rió.
- En esta profesión no hay amigos, lo dos sabemos que es así. Quizá nuestra angustia mayor no sea la de no poder mirar los cuerpos o tener que desviar la mirada de los familiares, sino la de no poder confrontarlos y decirles en el rostro que por nosotros ellos están llorando. Somos buenos actores Espinosa, por más que no sepamos que decir, que nos sintamos incómodos... lo nuestro es el gatillo, el arsénico, el filo de un cuchillo. Así que es de suponer que las tareas administrativas extras las sobrellevamos bastante bien. En fin, no lo voy a demorar más. ¿Sabés algo? Al fin voy a conocer a tu esposa.

Mostrándole una sonrisa, cumplió con su tarea.

10 comentarios:

el oso dijo...

¡Qué buen cuento, Neto! Te lleva de los pelos todo el relato, que se va desovillando poco a poco.
Ya me hice la película de toda la situación con los tipetes actuando cerca del cajón y el resto fuera del recinto.
Cuando se abre la jugada se los ve como típicos sicarios de cine.
Buenísimo.
Abrazo

Anónimo dijo...

Somos buenos actores.... nada más y nada menos... mamita que pedazo de hi... digo de pe... personajes te creaste hoy Neto!!!!
Tiene todo el estilo negro del cine del 50, como dice el Oso, la verdad que el cuento está tan bien armado que te deja pensando si alguna vez uno no se cruzó con alguno de estos tipos...

Anónimo dijo...

Desde el primer renglón uno se siente sin respiración, al borde de la duda y el miedo. Tienes una grandisima capacidad para este tipo de cuentos. Un saludo

mariarosa dijo...

Que bueno. El comienzo en el velorio esta de diez. Uno en esos momentos no saba que decir ni que hacer, muy real.
Y el final, no lo esperaba.

mariarosa

SIL dijo...

Neto te superaste en éste.
Me recordaste a los capítulos de la serie´¨24¨de Fox. Cuando hay un error, no hay amigos...

Genial, Genial !
Pero decime una cosa, nene, encima de que lo iba a matar ... era necesaria la frase ¨por fin voy a conocer a tu esposa...?
Naaaaaaaaaaaaa...
Muy cruel.

Abrazo más que grande,Netuzz.

SIL

Netomancia dijo...

Don Oso, chas gracias. Sinceramente no sabía como podía llegar este cuento, iba abriéndose de a poco, hasta mostrar la verdad del asunto. Me alegro que haya gustado! Un abrazo!

Don Diego, el hecho de que parecieran tipos comunes era la única manera de llegar al final de forma silenciosa, pero la verdad es esa, cuántos de esos andarán dando vuelta y uno pasándoles por al lado! Un abrazo!

Don Luis, muchas gracias. Como decía antes, temía no llegar a buen puerto con este relato. Saludos!

Doña maríarosa, el cuento nace justamente a partir de pensar una situación así, donde uno no sabe que hacer ni decir, como sucede en la realidad, aunque claro, debía tener los elementos apropiados para que se publiquen en este blog jaja. Saludos!

Doña Sil, la frase era para hacerlo sufrir más, es más divertido así jaja. Solo vi la primer temporada, pero a varios fans en casa de "24". Gracias! Saludos!

Con tinta violeta dijo...

Fantástico y aterrador. A mí me recordaba las novelas negras y las películas en blanco y negro. De hecho conforme leía iba imaginando las escenas sin color...así se notaba mas la fuerza del relato...
Insuperable (hastya que publiques otro, por lo que se ve)
Abrazos.
Paloma.

Lisandro dijo...

pero por favor.. aterrorizante, y eso que no hace falta fantasmas... codigos de ellos.. seguramente aceptados pero no de acuerdo!!! exelente Neto... como siempre! un fuerte abrazo!

La Tomata dijo...

Que genial Neto!!! Aunque, mal que me pese, debo admitir que en la primer parte del nerviosismo y el no saber que cara poner o que decir, me siento un poco (bastante) identificada...

Genial como siempre!!!

Saludos!!!

Netomancia dijo...

Doña Tinta, muchas gracias. Es lindo saber los procesos de lectura de la gente, me resulta interesante el hecho de saber que se lo ha imaginado en blanco y negro, textura que no había pasado por mi cabeza en el momento de escribirlo, pero que realmente lo hace parecer "un policial antiguo" como bien dice. Saludos!

Don Lisandro, vio, sin fantasmas el miedo a veces igual hace lo suyo, aunque aquí en mi caso es la intriga la que está por delante de todo. Un abrazo!

Doña Tomata Villense, arriesgaría a que la mayoría se debe sentir de la misma manera en los velorios. Claro que en este caso, las razones eran veladas por el momento. Saludos!!!