El repetir de los días me hacía pensar en tomarme un descanso. En las noches el insomnio desolador me traía ese pensamiento en forma continua. Volvía una y otra vez, como el agua a la playa y en cada viaje que hacía, acercaba sobre la costa más razones por las cuales decidirme.
Necesitaba vacaciones. Pero vacaciones de mí. Dejar de ser por unos días aunque sea, el mismo de siempre. Disfrutar otras cosas, ir a lugares donde no iría, hablar con las personas bajo el rayo del sol sin miedo a que nadie me hiciera daño, me lastimara.
Lo decidí una mañana, al regresar al departamento. Limpiaba los zapatos de la mugre habitual cuando me miré al espejo y me encontré con la persona que quería abandonar por un tiempo, por más breve que fuese.
Armé las maletas y salí a la calle llevando una en cada mano. Detuve un taxi y sin miedo a equivocarme o a que se trabase la lengua a mitad de la frase, le pedí que me llevara a la estación de ómnibus.
Sonreí mirando por la ventanilla del vehículo mientras avanzaba por la calle. Me estaba yendo lejos de mí. Podía sentirlo. El solo hecho de poder pronunciar dos palabras seguidas sin ponerme colorado era la primera prueba de que estaba sucediendo.
Recorrí las agencias de varias empresas y finalmente me incliné por una que tenía un coche a punto de partir, con destino a las sierras de Córdoba. Era el lugar ideal para disfrutar de un cambio. El aire puro, los arroyos, los pequeños pueblos y su gente amable.
En el viaje compartí asiento e incluso conversé. Trivialidades, pero charla al fin. Me había olvidado de mí, del verdadero yo, que había quedado en la ciudad. El que ocupaba el asiento treinta y dos lado ventanilla en ese instante, era un otro, temporal, pero otro.
Bajé del colectivo al atardecer, con las piernas entumecidas pero una sonrisa en los labios. En la misma empresa brindaron la información sobre hospedajes a todos los que aún no tenían definido donde pasar la noche. Para mi sorpresa, la hermosa señorita que había viajado en el asiento contiguo también buscaba habitación en un hotel.
Casi al azar, elegimos el mismo lugar. Nos reímos al unísono al comprobar que los dos habíamos pedido el teléfono del último hotel que el joven de la empresa había mencionado. A partir de allí todo sucedió muy rápido. Alicia, que así se llamaba, resultó ser un ser muy agradable.
Cenamos, fuimos a un pub muy pequeño, nos reímos gran parte de la noche y terminamos en el hotel, pero usando solo una de las dos habitaciones reservadas. Esa noche mágica me encontró un poco desvelado, pero no era insomnio, sino la agitación de un día tan diferente e intenso.
Sabía bien que el verdadero yo no habría logrado jamás disfrutar de una noche así. Ni siquiera habría podido cruzar dos palabras con la hermosa chica que en ese momento respiraba lenta y suavemente a mi lado, como una diosa del Olimpo tras una larga y agotadora batalla.
Aprovechamos el día con mucha energía. Alicia me contó que se había tomado unos días, porque sus empleadores le debían una semana en el trabajo. No tenía planes, así que lo que estaba viviendo era la misma sensación que yo tenía, la de un tobogán gigante, por el cual me deslizaba sin temer ningún riesgo.
La noche fue más ardiente que la primera y al día siguiente nos reímos más que el anterior. Alicia me gustaba. Y a quién no. Era hermosa, con curvas perfectas, un rostro angelical, la sonrisa siempre a flor de piel y ojos que parecían perlas de almendras. Ella misma parecía recubierta en miel, por la suavidad al tacto, por la fragancia que se respiraba alrededor. Era un sueño. Y yo le gustaba. Pero yo, éste, no aquel que había quedado en la ciudad. Aquel no le agradaría en lo más mínimo.
La tercer tarde recorrimos parte de las sierras que circundaban la zona. Era espléndido andar por caminos de tierra y rocas, cruzando arroyos y apreciando la vegetación que nos rodeaba. Y se convertía en maravilloso al sentirla tan cerca, poder ofrecerle mi cuerpo cada vez que necesitaba hacer apoyo, alcanzarle la mano cuando necesitaba ascender en alguna parte. Bajo el sol de las sierras, sentí la felicidad.
Esa noche comimos en un pequeño pero cómodo restaurant en las afueras del pueblo. Llegamos deseosos de hacer al amor, de hacer rugir el espíritu salvaje que habíamos descubierto teníamos en común. Mientras me estaba descambiando, viéndola a ella trepar a la cama con apenas las medias puestas, sonó el teléfono de la habitación.
Mi error fue contestarlo. En el momento pensé que llamaban del hotel, ofreciendo quizá alguna bebida para la noche o preguntando si acaso querríamos el desayuno por la mañana. Sin embargo, no era el amable conserje que minutos antes nos había guiñado el ojo al pasar, cómplice, más cuando desde el segundo día habíamos cancelado la habitación que estaba sobrando.
La voz me era familiar. Era mi voz. Me preguntó como estaba, si acaso estaba pasándola bien. Sentí bronca, mucha impotencia. Estaba rompiendo una noche mágica, la estaba haciendo añicos, tan solo con una llamada.
Le contesté casi musitando, apretando los dientes. No quería que ella me escuchara. Tampoco quería oír lo que sabía me iba a decir. Dio un rodeo con algunas preguntas irrelevantes sobre el viaje, sobre las sierras y sobre Alicia. Luego dijo, con la firmeza de siempre, que las vacaciones habían terminado. Ya había disfrutado bastante y estado lejos el tiempo suficiente como para cambiar el aire y retomar la rutina.
Cerré los ojos y suspiré profundamente, conteniendo un grito de bronca, dejando caer el tubo del teléfono sobre la pequeña mesa de madera.
El sonido asustó a Alicia y me despertó a mí. Las vacaciones habían terminado.
Era yo otra vez. Y sobre la cama había una hermosura de ojos color almendras que pronto sabría que era aquello tan misterioso que se observaba en el momento de morir.
Para amantes y ladrones
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*Clave de lectura:* La escritura como cristal, transparente y oscuro, de
la vida.
*Valoración:* Me gusta mucho ✮✮✮✮✩
*Música recomendada:** La Creación (Vo...
Hace 17 horas.
11 comentarios:
Al margen de que el relato es genial y en la frase final se evidencia el trágico desenlace (y las razones de por qué tu protagonista necesitaba vacaciones de él mismo ... :O);
me quedo con mi ya inamovible convicción de que jamás podemos escapar de nosotros mismos,
aunque lo intentemos,
aunque lo necesitemos,
aunque temporalmente vivamos otra vida...
Más temprano que tarde, nuestro verdadero yo nos hace despertar del sueño.
Abrazo grande, Netito.
SIL
Flor de vacaciones...
Parece ser que el amigo se desdoblaba en más de un sentido.
Muy muy bueno, Neto. Me hace acordar a una película donde niños bien tenían una doble vida como banda de asesinos. Ya ni me acuerdo el nombre.Otra vez ud y su capacidad de asombrarnos desde textos maravillosos.
Abrazos
Amigo: excelente,como siempre.
Pero por favor: no se tome nunca vacaciones de usted mismo.
F.
ese es el peligro de estar tan cerca de los universos paralelos que nos rodean... que personaje el del relato Neto!!!
Me sumo al pedido del glorioso Avila, no te tomés nunca vacaciones de vos mismo!!!!Genio!
Abrazos!
Sorry Neto, querido, no voy a ser original, nada nada original en mi comentario: me uno a diego y a Felipe en la súplica de que no seas tu quien te tomes vacaciones...de esa mente privilegiada para crear personajes tan alucinantes.
Además has ubicado el cuento en un lugar que "conozco" porque una amiga de Córdoba reside aquí en Zaragoza y a veces me cuenta de su lugar de origen y oigo su acento...que tanto me recuerda a vosotros y vuestros textos.
Besos, para el mago de los relatos.
Perdón Diego, Diego, me olvidé de las mayúsculas, ja,ja.
Doña Sil, esa es una fija, el no poder escapar de nosotros mismos. Somos así y no tenemos forma de cambiarlo. Claro que en el caso del protagonista, su deseo era una brisa de cambio ante tanta maldad de su personalidad. Pero ya ve, no hay manera de salvarse de uno mismo. Gracias! Saludos!!!!
Don Oso, quién le dice que no sea yo el que escriba y si, la personalidad que se toma unas vacaciones de mi y en esos minunitos cada dos o tres días se manda con un texto. Parece un cuento de Dolina! Ja. Un abrazo!
Don Felipe, muchas gracias! No se asuste, es pura ficción. Ya lo voy a estar molestando con nuevos guiones jaja. Un abrazo!
Dieguito, si, los mundos para "lelos" son peligrosos más si está lleno de lelos jaja. La verdad que si, es un lindo personaje, como para meterlo en situaciones complejas y ver que pasa. Un abrazo!
Doña Tinta, acento peculiar si los hay el cordobés, es más un cantito que un acento, tuve la oportunidad de vivir más de dos años en dicha provincia y la verdad que siempre es un placer escuchar la tonada. Y con respecto a las vacaciones, no se asuste! Saludos!!!
¡¡Ay Neto!!
Un poco de romance hace bien y la vas a matar.
Muy buena historia, como siempre.
mariarosa
Muy bueno Neto, yo quiero tomarme vacaciones de mí, como se hace?
Recién descubro el blog que armó con Avila, está genial. Perdón por tenerlo abandonado, pero como ya le he dicho necesito vacaciones de mí.
Un abrazo amigo!
Huir de nosotros mismos es tan imposible que me atrevería a decir que la muerte no hace mas que inmortalizarnos.
besos caprichosos!
=) HUMO
Doña Mariarosa, vio como es, sin sangre esto no tiene futuro ja. Muchas gracias. Saludos!
Don Alvarez, no es fácil, primero, sáquese un pasaje de avión bien lejos, pero no se avise. Si se avisa, sonó. Ja. Me alegro que le haya gustado lo de la historieta, pensé que le había contado. Lo del blog seguro que no le había contado. Pero ya lo descubrió, así que bárbaro. Un abrazo!
Caprichosa Humo, la muerte nos atrapa, pero me imagino que nos manda a alguna parte con nosotros de yapa, es decir, ni ahí tendremos vacaciones! Ja. Saludos!
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