Lo embargaba la emoción. No todos los días uno decide a dar el salto tecnológico para llegar a lo último del mercado. Pasar del viejo televisor led de 32 pulgadas a tremenda belleza de 48 pulgadas con tecnología eyesinf. Si, no era el más grande en existencia, pero contaba con la tecnología y era suficiente.
Una conexión por aquí, otra por allá, el adaptador, la red inalámbrica y principalmente, la novedad de la que hablaba el mundo entero: el sensor óptico informativo, el famosísimo eyesinf.
Las indicaciones mostraban como debía ajustar el lector frontal, acercando sus ojos para que grabara la información de las retinas y de esa forma, mantener el vínculo. El invento, dado a conocer pocos meses antes, fue una revolución. La aplicación inmediata a los televisores causó un revuelo gigantesco, con voces a favor y en contra.
No se podía ir en contra de los avances tecnológicos. Siempre lo había creído así, por eso no dudó en ser uno de los primeros en comprar un aparato. De pocas pulgadas, era cierto, porque no le daba para más el sueldo, pero ahora lo tenía delante de él con los ajustes hechos, preparado para ser encendido.
Se frotó las manos, ansioso. Tomó el control remoto y apuntó hacia el objetivo. El televisor cobró vida, tornado el negro de la pantalla por colores claros, poco brillantes, donde resaltaban dos palabras: "Configuración inicial".
Para su sorpresa, en menos de tres segundos desapareció esa leyenda, reemplazados por sus datos. Allí estaba su foto, su firma, los datos personales... ¡no podía creerlo! En letras pequeñas, en un ángulo inferior, se leía: "Conectando con red oficial de datos biométricos".
Era increíble. La lectura previa de sus ojos por parte del sensor había personalizado el televisor. De inmediato surgieron un montón de opciones, muchas de ellas ligadas a servicios que poseía, como ser el acceso al sitio de su banco, su cuenta de correo, el mercado online donde hacía la mayoría de las compras, hasta los diarios que solía leer.
Se sentó maravillado en el sillón estampado que dominaba el centro de la habitación. Aquello era fabuloso. No podía creer que con tan solo una simple lectura de retina, el sistema hubiese logrado acceso a tanta información. Se percató entonces del sensor, que se podía ver activo a partir de un led azul muy tenue. Según decía el manual, permanecería en todo momento alerta, siguiendo sus retinas, con el fin de determinar estados de la persona y de esa manera, realizar sugerencias interactivas.
De alguna manera, en una pantalla más chica dentro de la pantalla grande, apareció la transmisión de un noticiero. No necesitó mirar el reloj para saber que estaba empezando su informativo favorito. Justamente el que se había puesto solo. En realidad, el que había puesto el sistema del televisor.
Buscó en el control la opción para maximizar la pantalla auxiliar y logró que se convirtiera en la principal. De todas maneras, seguía viendo en una franja lateral otras opciones. Tenía tanta curiosidad que decidió no prestarle atención a las noticias. En su lugar, comenzó a explorar el control y el abanico de posibilidades que dormía latente en la palma de su mano.
Jugó con los botones, encontrándole el sentido a muchos y quedando en ascuas con otros. El sensor emitió un par de destellos y en la pantalla apareció un explicativo mucho más grande que el que estaba en el manual, sobre las opciones del control remoto. ¿Cómo podía ser? ¿El sensor se había dado cuenta que no sabía usarlo? Eso lo entusiasmó aún más.
Quitó la vista del televisor para mirar la hora en la pared de la cocina, pero en el momento que lo hacía, en la pantalla apareció la hora. ¡Qué fantástico! pensó de inmediato. De todas maneras, era tarde, tenía que empezar a preparar la cena. Aunque esa noche comería algo semi preparado, algo instantáneo. Se levantó del sillón y el televisor emitió una música que lo obligó a devolverle la atención. En la pantalla leía: ¿Está seguro que no quiere seguir mirando televisión?
Sin pensarlo, contestó en voz alta, como si le hablara a alguien: Voy a prepararme algo de comer. La pantalla volvió a la transmisión del noticiero.
Buscó en la heladera una bebida, la cena instantánea y regresó al sillón. En la franja lateral aparecieron ofertas de productos similares a los que estaba consumiendo. Algunos, con un precio mayor, pero sin dudas, con mejores ventajas. Le pareció buena la idea, de encontrar sugerencias para la próxima vez que fuera al mercado o bien, que hiciera compras desde la web. Una ventana emergente, que no obstaculizaba la visión de las noticias, le mostró la tienda online más cercana. Sin embargo no tenía intenciones de comprar en ese momento, así que buscó el botón de ocultar en el control y la volvió la pantalla a su lugar.
Tras las noticias miró series de acción. Las sugerencias siempre eran acorde a sus gustos. Sin embargo, el cansancio comenzó a ganarle la partida. En la pantalla lateral aparecían publicidades tanto de energizantes como de almohadas y colchones.
Decidió apagar el televisor. Apretó el botón del control, pero la pantalla siguió emitiendo. Al segundo intento, el televisor, en otra pantalla contextual preguntó si estaba seguro de lo que estaba haciendo y de inmediato ofreció una lista de series y programas que estaban emitiéndose en otros canales. Un par de las opciones las quería ver desde hacía tiempo, así que no dudó en hacer un esfuerzo y quedarse despierto.
Permaneció varias horas más en el sillón, hasta que la claridad de la ventana lo tomó por sorpresa. ¡El trabajo! No había dormido y debía salir en menos de una hora.
Lo primero que se le ocurrió era llamar y dar aviso que no concurriría, que estaba enfermo. ¡Así podría dormir un poco! En todo caso, iría después del mediodía. Para su sorpresa le informaron que no era el primero en reportar enfermedad ese día. Dos compañeros de oficina, un superior y hasta el gerente, no irían a trabajar.
No creía en las coincidencias, pero eran justamente los dos compañeros que lo habían convencido en adquirir el televisor el día de su salida al mercado. Y por alguna razón, sospechaba que tanto su superior como el gerente, también se habían hecho de uno.
Claro que no se acostó. Había muy buenos programas y las sugerencias eran excelentes. Compró a través del televisor víveres para los próximos días y hasta logró que le extendieran una licencia médica online, para excusarse en el trabajo. Se llevó almohadas, sábanas y frazadas y se instaló definitivamente en el sillón. El sensor eyesinf está atento a todo y nunca le falta nada. Incluso desde el trabajo le permitieron hacer sus tareas desde su casa. Aparentemente la modalidad se estaba extendiendo a muchas empresas.
No se arrepentía para nada de su inversión. En la comodidad de su casa, era dueño del mundo.
4 comentarios:
Me intrigaba saber de que se trataba esa tecnología con ese nombre tan especial.
Se ve que es avanzada pero tiene sus fallas. Si convierte al espectador en alguien tan prisionero del televisor, siendo un fenomeno masivo, la economía caería en un desastre. Ya que nadie iría a trabajar, ni siquiera los vendedores de los productos anunciados. Así que la publicidad por TV sería un total fracaso.
Y es utopico que nada falle tecnicamente. Cuando iba a comentar se me cortó momentaneamente la conexión.
Me pregunto como sería lo que ese sistema televisivo me ofrecería.
La reput·$%&/@!!! Se me cerró el sesudo comentario anterior!!!!
El relato nos pone en tensión con una especie de extremo. Creo que el feisbuc o tuiter tienen un modo rudimentario de esta tecnología. Satisfecha la demanda inicial, ofrece miles de motivos para satisfacer cierta forma de morbo primario...
Abrazo
Es paradojico que dos lectores que comentaron sobre este relato tan tecnológico, hayan tenido problemas para hacerlo.
En cierta forma, confirma lo que comenté. Es utopico que no haya fallas técnicas en la tecnología que describis.
Quizás las fallas puedan evidenciarse en alguna especie de continuación de este relato.
Toda perfección tecnológica es tentadora pero fagocita humanidad.
Por las dudas, me sigo quedando con la precariedad de mi especie.
Abrazo.
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