Pineda se encogió de hombros, pretendiendo esquivar la pregunta. Salcedo salió en su defensa, pero el sargento le ordenó silencio. El calzado duro retumbó en el suelo mientras su agigantada figura se acercaba al pobre Pineda, que para entonces temblaba como una lechuga.
- ¿Le tengo que repetir la pregunta? - dijo el sargento, con cierto sarcasmo.
El soldado agachó la cabeza.
- ¿Acaso la respuesta está en sus medias, soldado? ¡Levante la cabeza cuando le hablo, carajo!
Inmediatamente Pineda enderezó el tronco y el cuello. Con mucho esfuerzo, centró su mirada en la del sargento, a quién las venas parecían querer reventarle la frente en cualquier momento.
La ventana abierta dejaba paso a un aire fresco, que lo hacía tiritar. Entre eso y el miedo, Pineda estaba listo para cagarse encima. Sus compañeros, despiertos a mitad de la noche, estaban parados al pie de la cama, según rezaba el protocolo.
El único sonido, era la respiración agitada del sargento. Nadie movía un pelo. Algunos temían que la situación se prolongara mucho tiempo. Descalzos o en medias, estaban sufriendo el frío en los pies.
El sargento agitó un puño en el aire y volvió a pedir una respuesta. El calzoncillo de Pineda mostró de repente una aureola en la zona de los genitales. Más de uno tragó saliva.
Alguien carraspeó dos camas a la derecha. No era Salcedo, sino Feijoo. El sargento desvió la mirada hacia aquel lugar.
- ¿Usted tiene algo para aportar? - preguntó la autoridad.
Si algo caracterizaba a Feijoo era su sentido del humor. Bonachón y rápido para la lengua, el soldado disparó la única certeza de la noche:
- Señor, está perdiendo demasiada sangre.
El destinatario de aquella oración lo observó con furia. Emitió una especie de gruñido, luego se pasó la mano por el culo y al llevarla delante de los ojos comprendió que era verdad. Tomó aire y lo expulsó con bronca.
- Voy hasta la enfermería pero den por seguro que vuelvo - anunció con aspereza, sin dejar de escrutar con la mirada salvaje y sedienta de venganza al soldado Pineda, cada vez más desahuciado con su porvenir.
El sargento se marchó dando grandes zancadas, un poco para imponer respeto, otro poco para seguir demostrando su enojo y otro para llegar más rápido a la enfermería.
Ni bien se fue, el murmullo de voces copó la barraca.
- Pineda, mirá en el lío que nos metiste - vociferó alguien desde la otra puta.
El pobre Pineda, mudo del miedo, atinó solo a volver a su cama. Salcedo, en cambio se llevó las manos a la boca e imitó el sonido de un pedo.
Todos estallaron en risas.
- No te preocupés Pineda, están acostumbrados a las bromas. Te azotarán un poco, nomás - le dijo Lorenzo, un poco en serio, un poco en joda.
Salcedo le tiró una toalla.
- No seas boludo, Lorenzo. Si sabés que él no fue. Cuando vuelva el sargento nos hacemos cargo y listo. ¿Qué nos puede hacer por lo que le hicimos? ¿Cortarnos las bolas? - preguntó Salcedo.
- Y, mirá... - la respuesta fue de Colombatti, que no había estado de acuerdo con la idea, que para muchos, un par de horas antes, era fabulosa.
- Ahora, mirá que ponerle el nombre al rallador, Pineda, eso es cosa de boludo - Lorenzo se tiró a la cama, mirando el techo.
- Dejalo al pibe - retrucó Salceda - Boludo es el que agarró justo el único rallador que debe tener el nombre del dueño escrito a un costado.
Mendoza se largó a reír. Otros hicieron lo mismo. Al rato, muchos hasta lloraban.
- Lo que hubiese pagado, te juro, lo que hubiese pagado - dijo Mendoza al fin - Me lo imagino al sargento agarrando la toalla para secarse el culo y de apurado rallarse el culo. Te juro que me lo imagino, y me meo encima. ¿No te pasa lo mismo Pinedita? ¿No? ¿Che, Pineda, por qué estás blanco, pibe, viste un fantasma?
Para amantes y ladrones
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*Clave de lectura:* La escritura como cristal, transparente y oscuro, de
la vida.
*Valoración:* Me gusta mucho ✮✮✮✮✩
*Música recomendada:** La Creación (Vo...
Hace 4 horas.
4 comentarios:
Ciertas bromas en los cuarteles son peligrosas....
Muy bueno Neto.
mariarosa
Casi tan complicado como jugar con fuego es jugar con ralladores...
otro abrazo, Netito.
SIL
Jodas propia de la colimba y también de los talleres...
Fascinante, Netomancia, se siente la tensión.
¡Saludos!
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