Si algo recordaba de aquella noche Cortéz, eran las estrellas. Brillantes, espléndidas, gigantes sobre un cielo despejado y tan amplio como creía entonces, era su futuro.
Ahora, al pensar en aquel momento, anclado en un pasado difuso que no alcanzaba a comprender, cerraba los ojos como si el solo recuerdo se clavara en sus entrañas. Pero se había acostumbrado. Al principio casi a la fuerza, con el tiempo, por el simple hecho de aceptar las cosas como era, la forma en la que el destino se iba presentando bajo diversos disfraces.
Y si se detenía a mirarlas (a las estrellas) era solo por la convicción de creer que en el caso de tener que vivir su vida otra vez, no repetiría los mismos errores. Estaba seguro que así sería. Pero nadie puede vivir dos veces. Cortéz lo sabía. Ahora. En aquel momento, no.
Entonces era joven, con un buen trabajo, muchos ahorros, y un amor entre ceja y ceja. Persiguió a éste último mucho tiempo, hasta que creyó enamorarla. Una morocha muy linda, de ojos oscuros. La conocía desde siempre, pero era mujer de muchos amores. Pensó que podía cambiarla. Y ese fue su primer error.
Se convenció que eran el uno para el otro y le ofreció una vida juntos. Parecía poca cosa para ella. Entonces se compró un coche para llevarla donde se le antojara. Pero el ir y venir no asentaba la relación. Decidió construir una casa. Enorme, de habitaciones amplias y luminosas, con un jardín siempre primaveral y piscina con trampolín. Y allí fue que ella dio el sí.
Se casaron en verano, al aire libre. Una fiesta majestuosa, con más de doscientos invitados. Risas, alegrías, música y caricias. En lo alto, las estrellas. Brillantes, espléndidas, gigantes sobre un cielo despejado tan amplio como su sonrisa. Podía imaginarse el amanecer, la noche en la habitación del hotel que había reservado y luego el viaje en avión hacia Europa, a la luna de miel. Hasta podía sentir la sensación del despegue, tomándola de la mano, sintiendo su calidez, diciéndole que no tema, que él estará siempre a su lado.
La buscó con la mirada, entre los últimos invitados que aún danzaban bajo la estrellada noche. No la vio. Preguntó, pero no tuvo suerte. Y cuando comenzaba a preocuparse, divisó entre los arbustos el color de su vestido. Corrió hasta allí y...
Habían pasado muchos años de aquello. Pero el dolor seguía latente, a pesar del tiempo. Si viviera otra vez su vida, no se enamoraría, no buscaría la felicidad, no desearía la compañía de esa mujer que desde entonces habitaba sus sueños.
Escuchó su voz y salió del ensimismamiento. Ya había amanecido. Había perdido la noción de la hora. Ella había salido de su habitación, con el mal humor de cada día. Apenas si llevaba un camisón cubriendo su cuerpo rollizo. Tenía ojeras y el cabello revuelto. Le preguntó de mal modo si ya había preparado el desayuno. Él le pidió disculpas, le dijo que aún no, que se había quedado dormido. Ella se lo reprochó, como le reprochaba todas las cosas.
El hombre no se inmutó. Preparó dos tazas de café con leche y sacó medialunas de la heladera, que luego puso a calentar en el microondas. La observó devorar el desayuno y se volvió a prometer que si viviera nuevamente, se alejaría de ella ni bien la viera por primera vez. En tanto, aceptaría las consecuencias. Su insistencia, su deseo de poseerla, su vano intento de cambiarla. Desde aquella noche, cuando le dijo "si, quiero" para luego revolcarse con otro detrás de un arbusto, su vida era un infierno. Pero era el precio.
Por alguna razón las estrellas están tan lejos. Si fuera posible tomarlas con las manos, todo querrían una. A pesar, incluso, de saber que son bolas de fuego ardientes, que acabarían con uno en apenas un segundo.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 10 minutos.
4 comentarios:
Ayyyy, a veces el hombre persigue el sueño equivocado. Pisar el suelo y valorar las decisiones es una sabia decisión.
Feliz año Neto!
A veces uno se incinera con mucho menos...
Muy bueno, Neto!
No hay sueño que resista la rutina.
Ni amor que cambie una realidad.
Abrazo inmenso, Netito.
SIL
Fantástico, Netomancia, muchos sentimientos a flor de piel...
Saludos.
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