Para Francisco la tarea de ser padre representaba los momentos nefastos del día. Resumía las horas que compartía con sus dos hijos, como caóticas. Por más que se mentalizara durante todo el camino de regreso desde su trabajo, sabía que aquellos dos pequeños que había visto por la mañana descansando en sus camitas estarían transformados para esa altura de la tarde, en dos monstruos inagotables.
A veces solía reprocharle a Mara, su esposa, el hecho de no ponerle límites, y que por esa razón, los niños, Agustín de siete y Malena de nueve, se comportaban de la manera en la que lo hacían, siendo contestatarios, irrespetuosos y sin hacer caso de las recomendaciones y órdenes que se les daban.
Mara se defendía alegando que él pasaba mucho tiempo fuera de casa y la imagen de autoridad que debía dar, estaba fallando. Por supuesto, el diálogo se volvía exasperante y ambos terminaban discutiendo y malhumorados.
No quería perder la compostura delante de sus hijos, pero en varias ocasiones había llegado a gritarles bien fuerte. Recordaba que de chico su madre, cuando se portaba mal o cometía alguna travesura que salía de los márgenes de lo permitido, le daba unos cuantos coscorrones y lo mandaba a la cama. También estaba en su memoria la imagen de su padre, amagando con quitarse el cinto, cosa que nunca había llegado a hacer. Al menos para golpearlo.
Pero odiaba la violencia y más si se trataba de sus hijos. No quería repetir lo que consideraba puntos flacos en la relación con sus padres, si bien había momentos en los que creía entender la razón por la que actuaban de aquella manera. Además, Mara también era la idea de evitar todo tipo de corrección por la fuerza.
La tarde en la que casi se salió de los estribos, Agustín y Malena le habían sacado al vecino dos gallinas para encerrarlas dentro de una caja de cartón. Luego la envolvieron con papel de regalo y se la dejaron en la puerta a Doña Cornelia, la antigua peluquera de la cuadra, ahora muy avejentada y con problemas motrices. Cuando Cornelia salió atender la puerta se encontró con ese regalo. Entusiasmada abrió la caja y una de las gallinas le picoteó la mano. La vecina del otro lado de la calle había visto todo y no tardaron en llegar lo reclamos a casa de Francisco, que hacía cinco minutos había vuelto del trabajo.
Salió del cuarto de los chicos furioso, les había hablado durante media hora y ellos como si nada. No entendía como llegarles y veía que su mujer tampoco. Esa misma noche, en casa de sus padres, donde toda la familia se había reunido a comer, le había confesado a su papá, compartiendo una copa de vino en la terraza que daba al jardín, que por momentos "deseaba volver a ser un niño".
Era verdad, por momentos sentía el ferviente deseo de dar vuelta atrás la cuerda y regresar en el tiempo, ser otra vez un chico y olvidarse de toda responsabilidad, del trabajo, de los horarios, incluso de su esposa y sus hijos. Se sentía cruel pensando así. Al menos, se decía, ser niño para entender como pensaban sus hijos y poder, de esa forma, llegar a ellos.
Su padre se quedó en silenció, observando el fondo de su copa vacía. La brisa parecía ser cómplice de sus pensamientos. Francisco estaba ensimismado en aquel deseo, obnubilado un poco por el alcohol. A lo lejos escuchaba las voces de su esposa en diálogo con las cuñadas, el griterío de los niños en alguna parte y el canto de los grillos, que anunciaban altas horas de la noche.
Sintió que su papá lo tomaba del brazo. Escuchó el "vení conmigo" como saliendo de un sueño. Si, el vino le había hecho efecto muy rápido. Caminaba con cierto tambaleo, pero seguía de cerca a su padre, que lo llevaba por el jardín hasta el viejo cobertizo. Allí se guardaban antiguos trastos, de la época en la que a su padre le gustaba inventar cosas. Se había ganado la vida así y aún poseía varias patentes a su nombre, aunque ya estaba retirado.
- Nunca supe que hacer con esto - le dijo su padre, tras encender la única luz que había en el interior, que bañaba apenas tenuemente el ambiente. Le señalaba una caja muy alta, sujetada por una cadena que la cruzaba de lado a lado.
Francisco avanzó tratando de no tropezar con nada de lo que estaba desparramado casi al azar por la habitación.
- ¿Qué es? - le preguntó, tratando de poder ver algún detalle, algo, a través de los resquicios de la caja.
- Lo que necesitás para volver a ser un pibe, es una máquina, tiene un funcionamiento muy complejo. No la quise patentar ni mostrar a nadie porque es peligrosa, es decir, es increíble lo que hace y me da miedo pensar que podría llegar a hacerse con algo así.
- ¿Pero qué hace, papá?
- Te convierte en niño, por unas horas.
- ¿Me estás jodiendo?
Su padre metió la mano en el bolsillo y sacó una llave muy pequeña. Buscó a un costado de la caja y encontró un candado. Lo abrió con la llave y la cadena cayó al suelo, levantando un poco de polvo. Le pidió a su hijo que lo ayudara a moverla hacia el centro de la habitación. Una vez allí, abrió la caja y dejó a la vista un receptáculo de madera, con interior metálico. Un sistema de plaquetas y pequeños leds se incrustaban en la parte alta, en tanto una pequeña botonera asomaba de un lateral.
- Funciona con energía - anunció entusiasmado el hombre - Si querés la enchufamos y vemos si todavía funciona.
- Esperá un poco, vos me estás diciendo que esto me puede convertir en un niño. ¿Me estás diciendo eso? ¿O entendí mal?
- Así es.
- Papá, si eso es cierto, cómo crees que reaccionaría Mara si me ve salir de acá como un chico. ¿Funciona en serio, no? ¿Podemos probarla mañana?
Continuará...
El cuarto cerrado.
-
Me molestaba tanto secreto. Mi trabajo como gobernanta de esa enorme casa
desgastaba mis nervios, debía luchar con la cocinera, la planchadora y las ...
Hace 6 días.
5 comentarios:
Bien!
Veremos de lo que es capaz la maquinita...lo dejaste en el momento preciso!
Besos!
¡Uy que lindo lo que se viene por acá... espero la próxima.
Buen fin de semana.
mariarosa
Uhhh... Genial.
Esperando la continuación.
Saludos.
Qué buena historia, Neto! Veremos cómo la maquinita teja la historia!
Abrazo!
La máquina del Tiempo, ey.
Quizás sólo volviendo a ser un nene, se logre llevar mejor con sus terribles retoños.
Abrazo.
SIL
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