Torres Gómez, doble apellido, barba candado y marca deportiva a tono. Bebía en la barra del boliche los fines de semana y jugaba al golf en el country de lunes a viernes. No trabajaba, no le hacía falta. El padre era dueño de media ciudad y el vivía panza para arriba.
No se mezclaba con clases sociales que consideraba inferiores, es decir, que no manejaran un vehículo último modelo o al menos, importado. De todas formas las trataba, ya que su personal de limpieza pertenecía a esos estratos sociales. Y su caddy en el campo de golf también.
Una noche que volvía de comprar merca de primera calidad de un proveedor en zona norte, su auto se detuvo en mitad de la ruta en forma repentina. El motor se apagó, la radio quedó muda y las luces de las ópticas quedaron a oscuras.
- ¡La puta madre, es un Lamborghini!¡Hubiese salido con el Alfa Romeo, me cago en este auto de mierda! - gritó enojado al tiempo que golpeaba el volante del coche.
Quiso utilizar su teléfono celular, pero no tenía señal. Miró la hora en su reloj de oro, marca Rolex, y para su sorpresa, estaba detenido.
Recién allí sospechó que ocurría algo extraño. Pensó de inmediato en un intento de secuestro. Giró la cabeza en todas las direcciones, esperando toparse con otro coche o delincuentes corriendo hacia el Lamborghini. Pero no había nadie en la ruta. Respiró aliviado, pero en ese preciso instante algo golpeó el techo del vehículo. O al menos, eso imaginó por el sonido.
Estuvo a punto de bajarse, pero por el parabrisas notó algo muy extraño. El horizonte descendía. Miró por las ventanillas y comprendió que se estaba elevando. ¿Lo estaban secuestrando desde arriba? Intentó de todas formas abrir la puerta, pero estaba trabada.
Entonces la noche se convirtió en día. Una luz cegadora penetró por los vidrios, obligándolo a taparse los ojos. Al mismo tiempo escuchó un zumbido muy raro. No podía negarlo, estaba asustado.
Cuando la luz remitió, ya no estaba flotando con su coche por el aire. Se encontraba en un recinto de paredes metálicas. La puerta seguía sin poder abrirse. Una melodía comenzó a sonar afuera. Tonos muy suaves, delicados; sus párpados se tornaron pesados y sin poder evitarlo, se durmió.
La bocina de un camión que pasó casi rozando el Lamborghini lo despertó. Un temblor recorrió su cuerpo. Afuera la noche era cerrada, en la radio es escuchaba un moderno hip hop y su reloj - al consultarlo - le dio la hora que debía ser. Encendió el motor del coche y no hubo problemas para ponerlo en marcha.
¿Qué le había pasado? Con el pie en el acelerador, recorrió los kilómetros que lo separaban de su domicilio en apenas unos minutos. Durante todo el trayecto no dejó de pensar en lo que le había sucedido. Tenía destellos de fragmentos extraños en la memoria, como de estar elevándose con el vehículo, de haber llegado a un recinto cerrado...
Al arribar a la entrada del barrio privado en el que vivía, detuvo su coche, para que el personal de seguridad levantara las barreras. Tenía la cabeza aún procesando los hechos, por lo que tardó en percatarse que en la garita donde debía estar el guardia, no había nadie y la luz estaba apagada.
Cuando lo hizo, descendió del vehículo y se acercó hasta la misma. Golpeó la puerta de chapa, sin suerte. Se asomó entonces por la ventanilla. ¡Zack! ¡Un rostro apareció del otro lado del vidrio, estampándose contra éste! Torres Gómez retrocedió asustado, cayéndose de culo. La puerta se abrió de golpe y un ser amorfo de cuatro patas y rostro semi humano salió apresurado en dirección a él.
Intentó retroceder, así sentado como estaba, con la cadera dolorida por la caída. Sus brazos hicieron el esfuerzo de llevarlo lejos, pero esa cosa ya estaba casi encima. A un metro de distancia pudo ver como abría la boca y ésta le dejaba ver tres filas de dientes muy bien afilados que chorreaban baba y sangre. Pero los pudo ver solo un segundo, porque enseguida saltó sobre él...
La bocina de un camión lo arrojó contra el respaldo del Lamborghini. El transporte de carga se perdía a lo lejos, pero el todavía permanecía inmovilizado. Estaba transpirado. Sentía la camisa literalmente mojada. También sus pantalones. Estaba temblando de miedo. ¿Qué le sucedía? ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Había soñado acaso con un monstruo... o con un secuestro...? Le dolía la cabeza, se sentía mareado y necesitaba vomitar.
Abrió la puerta del Lamborghini y corrió hacia la banquina. Se arrodilló e inclinó la cabeza, con lo justo para vomitar sobre la maleza. A su espalda sintió pasar otro camión, que también hizo sonar la bocina.
-¡Maldición! ¡Pueden dejar de hacer eso! - gritó con la boca aún pastosa y con el agrio gusto de la bilis invadiéndole los sentidos.
Se palpó los bolsillos. La droga aún estaba ahí. Apenas si había consumido en el día. No podía culparla de lo que le estaba pasando. El sonido del motor de su auto lo obligó a girarse y mirar hacia la ruta. Quedó paralizado. El ser amorfo que había creído una pesadilla, estaba al volante. Pero no era todo, muy por encima del Lamborghini, una especie de nave espacial arrojaba sobre el coche una luz potente y comenzaba a elevarlo en el aire.
Tras el asombro inicial, pudo quebrar la parálisis. Primero fue un paso, luego otro. Finalmente echó a correr hacia su auto. Pero a mitad de camino, una estruendosa bocina lo sobresaltó. Apenas si tuvo tiempo de mirar hacia la derecha, donde las luces altas de un gigantesco camión estaban casi encima de él...
El césped cortado al ras. Una pelota pequeña recorre los últimos metros y se aproxima al hoyo. Baila alrededor del perímetro del mismo y finalmente cae, con la suavidad de una pluma.
Un par de aplausos se dejan escuchar en el campo. Acaba de observar ese peregrinaje de la pelota y nota recién entonces que tiene una bolsa de palos de golf en la mano. Levanta la vista hacia los jugadores y reconoce a su padre, y a su lado... ¡no podía ser! Es el. Y... y está haciendo señas hacia donde está ahora, parado con los palos de golf. Pero...
Se mira los pies, la ropa, las manos y no se reconoce. ¡Es el caddy! Recuerda unas luces, un monstruo, otras luces, aunque no recuerda el orden exacto. También un sonido fuerte, agudo y luego, la nada. Lo está llamando, el joven con su mismo aspecto lo está llamando. Nota en su mirada una complicidad siniestra. Algo más allá de lo incomprensible. Lo llama con un simple gesto con los dedos y le guiña el ojo. Y en el momento exacto que su padre se le adelanta, dándole la espalda, el Torres Gómez que es igual a él coloca el antebrazo horizontal, el codo flexionado y el puño en alto y haciendo el gesto de un camionero tocando su bocina de cuerda, sube y baja dos veces la forma representada.
Y tras ese gesto, la locura, que no conoce de estratos sociales, decidió instalarse en esa mente extraviada, que ya no reconocía si en realidad algo de todo aquello había sucedido o bien, jamás había dejado de suceder.
La Gardenia.
-
Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 1 día.
8 comentarios:
Ché, que divertido relato. Al final no solo el protagonista tiene dudas de quien es en realidad o de lo que le ha sucedido...hasta el lector está tan embarullado, que dice: "un momento loco, dónde me quiere llevar esto?".
¡que se le va a hacer, yo tampoco creo en marcianos!, ja. Pero sí en lo que pasa cuando uno toma (consume) lo que no debe, ja!.
Abrazos!!!
22 de marzo de 2011 15:39
No sé si va a creer o no en los marcianos, pero que la mala suerte le atacó de golpe, no hay dudas.
Nosheshishega éste...
Abrazo
Este relato mete miedo.
No sé qué pensar, si no sabe él...
Saludos.
las mentes sanas se esfuerzan por imaginar realidades enfermas. pero los esquisofrenicos no tienen ese problema.
muy bueno, muy neto.
pancho
Vaya, vaya... está vez esta dificil...
los marcianos le han quedrido dar una lección. ¿Lo dejarán ahí o regresará a su anterior vida?
Neto , esta historia vino con algo de miedito, nos puede suceder a cualquiera. ¿O no?
Despues del chuchi, te saludo.
mariarosa
Doña Tinta, tampoco cree en venusinos o plutonianos? O se los agarró con los de Marte solamente? Relato raro, no me caben dudas. Algo me había caído pesado ese día, con seguridad. Quise jugar con las realidades, los tiempos y salió esto. El pobre Torres Gómez deberá conformarse con los designios que le han deparado en el cosmos ja. Saludos!!!
Don Oso, dónde shishega seguro es al manicomio jaja.Un abrazo!
Doña Mariela, más vale no pensar y desconfiar de todo camión que nos pase al lado. Y por qué no, de todo plato volador que esté volando cerca. Saludos!!
Don Panchuss, los esquizos son privilegiados, no necesitan imaginar demasiado! Gracias! Y felicitaciones por el blog, era hora gran Panchuss!!!! Un abrazo.
Doña Mariarosa, difícil al punto de releerlo por no recordar que había escrito, seguramente me secuestró ese ser amorfo cuando lo escribía y ahora no soy yo, sino solo un nick de blogger! Saludos!!!
Bueno, a mi me sonó a intercambio de espíritus.
Una venganza del discriminado empleado...
Una versión aggiornada y con moraleja de Príncipe y Mendigo.
Muy bueno, Netito.
ABRAZO INMENSO
SIL
Doña Sil, chas gracias. Ud cuídese que le van a intercambiar los ojos en cualquier momento!!! Saludos!!!
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