Se acercan las fiestas, como cada año, inevitablemente. En las calles, los niños juegan con pirotecnia desde horas tempranas, beneficiados por el tiempo libre y la poca atención que les prestan sus padres.
De noche es común escuchar pasar por la vereda grupos de jóvenes y no tanto, bastantes jocosos, entonados con alcohol y vaya a saber uno que más. Todos están felices o aparentan estarlo.
Me levanto siempre aturdida, con el achaque de los años a cuestas. Hay días, últimamente, que ni siquiera el bastón pareciera mantenerme en pie. Pero resisto, vaya que lo hago. Mi decena de pastillas al despertarme, antes del desayuno. Las otras cinco con el almuerzo y tres más por la tarde. Así resisto, envenenándome.
La calle ya no es un buen lugar. Los gritos de los chicos, los coches a toda velocidad, la falta de respeto de los más grandes, los chismes de las vecinas e incluso las veredas deterioradas, que me hacen sentir insegura.
Me siento cerca de la ventana, para poder observar sin ser parte de ese mundo exterior cada vez más extraño. El polvo del tiempo se ha quedado dentro de casa, en cada rincón y desde allí me azota con recuerdos desoladores, que incrementan mis miedos, intensifican mis penas.
María me hace las compras desde tiempos inmemoriales, pero jamás la había escuchado renegar tanto como ahora. Qué los precios, que las colas, que todo. Y la entiendo pobrecita. Si para mi que estoy semi postrada en una silla, cuando no en la cama, el exterior se me antoja una pesadilla, no quiero pensar que representará para ella, que se mete en las fauces de esa bestia salvaje disfrazada de modernidad.
Me da pavor el solo hecho de encender el televisor. Apenas si lo hago, solo para ver las misas, los fines de semana. Me estremezco de solo pensar en la perversidad que existe en la sociedad, en la violencia que los canales no se cansan de pasar. Y las noticias... para que enterarse de cosas malas, si ya bastante tiene uno con sus problemas.
Y como si no estuviera mal todo, se acercan las fiestas. Epoca maldita, tirana, cruel como pocas, que te refriega en la cara casi con sorna todas las ausencias. Y en mi caso, las ausencias son totales. Ni un amigo vivo. Ni un pariente. En esta casa no hay ningún espíritu navideño, ningún deseo de año nuevo.
Los viejos amores, todos enterrados. Los seres queridos, sepultados. Los sueños, maltratados por la vida y destruidos con los años. La esperanza, una broma que nunca entendí.
Los veo pasar por la ventana, a casi todos riendo. Los niños corren de un lado a otro, escapando de la mecha encendida y esperando el rugido del petardo. Las parejas de jóvenes caminan muy juntos, se besan, se abrazan. La gente está de buen ánimo. Pero nada de eso es cierto, es la época de mierda que los vuelve así. No son felices, no lo serán cuando regresen a sus hogares, a sus miserias cotidianas, las cuentas por pagar, los problemas laborales, los roces matrimoniales, las discusiones con sus hijos, sus padres, sus hermanos...
Entonces, recién entonces, pensarán como lo hago yo desde hace tiempo. Pueden llamarme vieja amargada si así lo quieren. Pero no se olviden de algo, conozco de la vida hasta el último detalle, pero desde hace siglos me sabe tan amarga que los únicos recuerdos que sobreviven, son aquellos envueltos por el velo del luto y la oscuridad del desengaño.
Y en esa tiniebla que se forma en mi mente alcanzo a recordar puntualmente la maldición de aquel brujo que fuera mi esposo, aquel que algunos llamaran Merlín, condenándome a la vida eterna, en la desdicha de la noche eterna, tras aquella traición que ya ha escapado de mi mente.
La noche eterna, dentro de mi corazón.
Así resisto, para al menos mantener vivo mi cuerpo, puesto que mi alma sufrirá eternamente. Así resisto, mientras las fiestas otra vez caen, como demonios, sobre mi y la alegría de los demás se vuelve una daga lacerante, que me desangra en vida y me vuelve a condenar.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 1 día.
13 comentarios:
Que triste una amarga vejez, sobre todo si es eterna...
Es muy bonito
Beso
Excelente. Me amargó tanto que no me dan ni ganas de cumplir ni un solo año más. Habría que hacer un libro sobre lo oscura y desanimada que es la navidad para muchos.
"Los viejos amores, todos enterrados. Los seres queridos, sepultados. Los sueños, maltratados por la vida y destruidos con los años. La esperanza, una broma que nunca entendí", FANTÁSTICO.
Acá estoy...Netuzz :)
Vaya marido célebre y maldito.
La Navidad es cosa de chicos.
Lo dije siempre.
Lo sigo sosteniendo.
TKmucho.
Un abrazo inmenso
SIL
A mi al contrario de Sil, me encantan las fiestas y eso que a mi edad he perdido a mucha gente amada.
Considero que no son para nada "cosa de chicos" sino "de todos", un punto de reunión -con hipocresías incluídas- no puede ser nunca malo,por definición.
El cuento es extraordinario,Neto, no se deje influir por los lectores, es decir: por nosotros.
Pero déjeme resaltar esta frase genial que usted puso allí:
"El polvo del tiempo se ha quedado dentro de casa, en cada rincón y desde allí me azota con recuerdos desoladores"
Brillante es poco.
Un abrazo ¡y váyase a festejar la Navidad y Fin de año,carajo!
jeje
¡Felicitaciones Ernesto, por los nuevos premios!
Felipe:
Una consulta menor: qué tengo que hacer para que esté de acuerdo alguna vez en algo conmigo...?
PD: no vi lo de los nuevos premios Netito... y van, y van !!
:D
Great!
Doña Novia Burtoniana, lo triste sin dudas debe ser la eternidad. Saludos!
Don Leandro, bien lo ha dicho usted, una recopilación no vendría mal para una especie de "Caricias de Verano", pero con el nombre "Caricias de Navidad" ja. Un abrazo!
Doña Sil, es una época para tomar sidra jaja. Saludos!!
Don Felipe, chas gracias. Las fiestas son para relajarse, no hay dudas, pero también un gastadero de dinero jaja. Y gracias por las felicitaciones!
Doña Sil, gracias también! Que dúo ustedes dos, no coinciden en nada jajaja.
Bello relato, me gusta la transición final donde se aprecia el salto entre la realidad y el personaje condenado esa vida/ muerte eterna, sin ilusión, sin comprensión...
A mí la Navidad me gusta...tengo mucho "trabajo" preparando comidas, regalos y demás...pero...ahí también se disfruta si se hace de corazón.
Felicidades por los últimos premios. Este ha sido un año para enmarcar...Y yo espero que el que viene aún sea mejor...¡Creo en la progresión geométrica!
Besos enormes.
Que bueno.
Esa anciana condenada, sabe del sufrimiento.
Le has puesto en los labios las palabras, los dolores de la vejez abandonada.
Como siempre...¡Grande Neto!
Un beso.
mariarosa
Doña Tinta, muchas gracias. Ahora, eso de que prepara comidas, bueno, podría verse como hacernos llegar la muestra, no? Jaja. Saludos!
Doña Mariarosa, muchas gracias! Sabe y con creces. Saludos!!!!
Bueno, que Don Merlín también lleva la tira de años aburriéndose dentro de la montaña, gracias a la señora esta; que no nos venga ahora con quejas de magia Doña Nivian
Bueno, ese final no me lo esperaba.
Me gusto que cambiaras de sexo en este relato, esta bueno escribir siendo mujer (en tu caso) u Hombre (en el mío)
Con respecto a las fiestas, a mi me gustan, hace un par de años no me gustaban, pero hace otro par de años me volvió el interes por festejar...
Pero no se como será cuando llegue a grande grande, espero no tanto como esta señora...
Don Mannelig, una venganza a largo plazo? Ja. Un abrazo.
Doña Carla, cómo que cambié de sexo?? Apa, que peligroso es esto de escribir! Jaja. Muchas gracias! Saludos!
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