La noche eterna abarcando el mundo, solo las farolas de la calle dejaban un rastro que seguir con la vista. El paso temeroso, las manos extendidas tanteando los árboles de un lado y la pared del otro, la cabeza dando vueltas mientras el alcohol recorría su circuito habitual.
Y los sonidos... espeluznantes; alaridos que dolían, como relámpagos provenientes de la nada y ese murmullo insoportable abarrotando los tímpanos, una caricia de espina permanente, que sangraba sin sangre.
Las baldosas se convertían en crueles enemigos, entorpeciendo el avance, mientras los primeros pájaros se mofaban en su rostro, ocultos en las altas ramas, donde los insultos no llegaban, como tampoco los manotazos.
El zumbido de los vehículos al pasar por la calle producían una ola invisible, casi devastadora, pero no alcanzaba a guarecerse; cuando las luces lo iluminaban todo, el oleaje era inminente.
Cayó una, dos, tres veces. Vomitó otras cuantas. Y alrededor, la noche.
La noche mirándolo.
La noche riéndose de sus pasos.
La noche jugando con él.
De pronto sintió que la odiaba. Que quería matarla. La cabeza pulsaba, era un solo latido. Pero la bronca lo superaba. Intentó gritarle un improperio, pero apenas si balbuceó dejando escapar saliva por la comisura del labio.
Las cosas no quedarían así. ¡Cómo quedar así! Se fue hacia atrás, pero un árbol detuvo su caída. Aprovechó a enderezarse y empujó su cuerpo hacia delante. La pared de un tapial lo detuvo. Allí había huecos. Pequeños lugares donde los ladrillos lo invitaban a colocar un pie. Uno para después subir el otro. Y así para llegar a lo alto. Y en lo alto golpear a la noche. A la mismísima noche, de lleno en el rostro. Y hacerle saber que nadie se reiría de él.
Subió, demorado por la parsimonia del alcohol, por la dificultad de aquella cruzada. En lo alto se irguió, con la postura de un héroe. La brisa refrescó su rostro y sonrió. Una sonrisa estúpida, propia de quién se cree el rey de un tapial.
Enfocó la vista al cielo, tan negro como sus recuerdos. Los puntos brillantes no eran más que alfileres que escocían sus ojos. Y sin perder tiempo, con el puño derecho golpeó a la noche, de lleno en el rostro. Y la noche, dolorida, aulló de dolor en forma de relámpago, para luego llorar, en forma de lluvia.
Pero no alcanzó a sentir el agua sobre la piel, aquella luz cegadora e imprevista fue demasiado para ese cuerpo intoxicado. Y una vez que el corazón blandió la bandera blanca, el resto se desmoronó como una consecuencia lógica y esperada.
El cuerpo fue encontrado con las primeras luces del día, luego que la noche y su llanto se retiraran en medio de la congoja que solo puede llegar a producir el haber causado una muerte y la posterior consciencia de ello.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 16 horas.
8 comentarios:
No tengo autoridad para distinguir géneros ni etiquetar cosas, pero a juzgar por sensaciones, creo que he leído prosa lírica de altísimo nivel.
Se podría encolumnar en versos.
El resultado sería igual de magnífico.
La imagen de la muerte del protagonista se puede VER y OIR.
Great, Netuzz.
SIL
Magnifico Neto. Es un don el hecho de poder describir lo sucedido a un personaje, como si el lector se hubiese metido en su piel...
Abrazos!!!
¡vaya si había empinado el codo!
¡Y vaya atenuante que se buscó la noche, para el delito!,ja,ja.
Me hiciste acordar a varios que terminaron así. La mayoría sin merecerlo. Como Jovino.
Abrazo
esa consciencia será la misma verduga que lo perseguirá día y noche... es lo que tiene el trago vio? jeje
Que buena narración. Tiene momentos en los que parece un poema, por la belleza con que enfocas las situaciones.
Neto: admirable.
Cariños.
mariarosa
Doña Sil, gracias por sus palabras, quise hacer algo distinto en la narración y me alegra saber que le gustó. Saludos!!!
Doña Tinta, yo la sigo creyendo inocente a la noche, creo que es una confabulación para sacarle dinero y hacerle mala fama. Ja. Gracias. Saludos!!!
Don Oso, don Jovino, entrañable desde su relato que aún me conmueve. Abrazo!
Dieguito, el trago condena a todos, o bien, se hace cómplice. Claro que en las malas, a uno lo deja solo. Abrazos!!!
Doña Mariarosa, muchas gracias por lo que dice y el concepto! Saludos!!!
Cada vez que termino de leer algo por aquí, me dan unas ganas locas de abrir la ventana y gritar: ¡es buenísimooooo, todo el mundo conéctense a este blog YA!
Don Mannelig, ud siempre con halagos de enorme magnitud. Se agradecen mucho. Gracias! Un abrazo.
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