Se despertó con gusto amargo en la boca. Una sensación extraña, como de un mal presagio rondándole. La persiana estaba levantada y el sol penetraba con fuerza, obligándole a cerrar los ojos. El lado de su esposa estaba vacío. ¿Dónde ha ido? ¿Acaso era domingo y había ido a llevar a los chicos a la misa?
No se molestó en buscar calzado. Prefería sentir el frío del porcelanato bajo sus pies. Fue hasta el baño y se miró al espejo. Todavía podía llamar la atención de las mujeres, no le quedaban dudas. Le sonrío a su imagen. Se mojó la cara. Se había levantado bien, no sentía cansancio. Si no fuera por ese sabor difícil de describir, ese no se qué... en fin, se dijo y volvió a mojarse el rostro.
Buscó sin éxito el cepillo de dientes. Le pegó un grito a su mujer, después recordó que no estaba. Tampoco encontró la espuma de afeitar. Gruñó por lo bajo. Si no fuera por esa sensación particular que lo preocupaba, ya se habría puesto de mal humor.
En la cocina encontró todo limpio. Si habían ido a la iglesia, entonces se habían levantado temprano, con tiempo incluso de limpiar las tazas y la mesa. Se preparó un café. Pero apenas probó un sorbo. Horrible de sabor.
¿Qué hora era? Pasadas las diez de la mañana. Bueno, sería domingo entonces. Puso la tele, esperando ver alguna carrera de autos o algún partido de fútbol. Nada de eso en los canales deportivos. Bueno, se dijo, un domingo aburrido. Apagó la tele.
Se asomó al patio. Miró por encima del cerco de madera que separaba la casa con la de su vecino. El viejo Ramírez no estaba sentado en su reposera, como todas las mañanas. Cómo envidiaba a Ramírez, jubilado de la prefectura, con un buen sueldo y todo el día para no hacer nada. Raro que no estuviera allí.
El mal presagio volvía a rondarle las ideas. ¿Pero de qué? ¿Por qué en realidad? Un día bárbaro, a pleno sol. Su mujer en la iglesia, con los chicos...
El auto estaba en la cochera. ¿Su mujer se había ido caminando a misa? No, era imposible. Iban a la catedral, al centro. Se acercó al coche. ¡No! ¡Por Dios! Tremendo golpe le dieron. Claro, ahora entendía. Su mujer lo había utilizado seguramente a la noche y lo había chocado contra un árbol o algo y por eso ni lo llamó a la mañana ni se fue en el auto. Con lo qué sale reparar una abolladura.
Algo no le cerraba de todas formas. ¿Por qué no le avisó que lo había chocado? Bueno, si, la única vez que lo había rayado y sin querer con la puerta del garaje él la había retado fuertemente y delante de los niños. Pero podría haberle dicho, al menos eso.
¿Era eso el presagio? ¿El auto chocado? Algo le decía que no. Pero dejó de lado el asunto. Si era domingo, podría invitar a su hermano a comer un asado. No recordaba tener planes ni que su mujer le dijera que venía alguien a almorzar. Y apenas eran las diez, tenía tiempo para comprar la carne, el carbón... se fijó en el número que había marcado y si, era el de la casa de Alberto. Pero llamaba y no atendía nadie. ¿Lo molestaría al celular? No, mejor no. Vaya a saber Dios dónde pasó la noche. Si no estaba en casa, es que estaba durmiendo en otra parte. Seguro.
O, pensó, está en lo de mamá. Aunque difícil que el chancho vuele, se decía mientras terminaba de marcar el teléfono de la casa de sus padres. Siempre les hacía un chiste cuando atendían, aprovechando tanto que mamá como papá eran un poco sordos. Pero el teléfono llamó y llamó y nadie contestó.
¿Pero qué pasa hoy? El mal presagio volvía a instalarse en su mente. ¿Es una coincidencia que no hay nadie en casa, ni que tampoco le contestara su hermano ni si madre? pensaba mientras recordaba que tampoco el viejo Ramírez estaba en su reposera en el patio. Aunque en realidad, que le importaba a él el viejo Ramírez. Pero era otra arista en el enigma mañanero le ponía delante de los ojos de su pensamiento.
Si no se hubiese levantado con esa sensación, se echaría en el sofá hasta que su mujer llegara y los críos le treparan encima, sacándolo con seguridad de la mejor parte del sueño... pero no se podía sacar de la cabeza esa mala espina que lo atravesaba como un puñal.
Estaba inquieto. Se movía impaciente por la casa. Salía al patio, volvía dentro. ¿Llamaba a su mujer? ¿Y si se preocupaba después ella? Pero ¿y si le había pasado algo? ¿O a los chicos?
Tomó el teléfono. Buscó en la agenda de tapa verde que siempre estaba sobre la pequeña mesa junto a las guías telefónicas y marcó el número de celular de su mujer. Llamó varias veces y apareció la casilla de mensajes. Cortó.
Iba a desistir, pero siguió un impulso y oprimió la tecla de rellamada. Escuchó el sonido del marcado. Los trece números eran eternos. ¿Tienen que ser trece? pensó ya fuera de si. Sonó una vez, dos veces
- ¿Hola quién habla? dijo una voz nerviosa de mujer.
- Mi amor, por fin, mirá no es nada, solo...
- ¿Quién habla?
- Soy yo corazón, pero no te preocu...
- ¿¡QUIEN HABLA!?
- Enrique, quién va a hablar. Qué te pasa. ¿Dónde estás?
- No. No sos vos.
- Amor, dónde estás.
- Enrique... estoy en tu entierro.
El presagio. La ficha cayó al instante. Escuchó el sonido del teléfono al caer al suelo. Ahora lo tenía todo tan claro, el accidente, el choque con el auto. Pero cómo se había olvidado! Siempre había sido distraído, pero hasta ese punto...
Empezó a temblar. No quería estar en la piel de su mujer en ese momento. Por Dios. Si hay algo que los muertos no pueden olvidarse, es justamente que han muerto. Levantó del piso el teléfono y lo dejó en su lugar. Mientras se marchaba raudamente escuchó el aparato sonar. Pero dejó que el sonido repiqueteara en la habitación. No se atrevía a levantar el teléfono para decirle a su esposa que había cometido un error y había vuelto sin querer.
Bastante explicaciones debería dar de seguro, ni bien regresara al más allá.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 2 horas.
18 comentarios:
hay olvidos que nos pesan más que otros, hay malas sensaciones, presagios que nos golpean la nuca; indicios que nos hacen temblar....
Pobre Enrique, ser tan despistado peude resultar un error fatal, y en este caso lo fue....
Un texto precioso Neto, como siempre, me gustó mucho el recorrer del personaje en su casa jutno a sus pertenecias, el observar de Enrique, los pensamientos hacia su familia, las dudas...
Es genial, si al final en forma de espectro o en carne y hueso seguiremos siendo siempre los mismos no?
un abrazo!
Neto ! Querido !
Sexto Sentido me resulta un cuentito de jardín de infantes al lado de ésto...
Lograste que me quede muda, el más difícil de los milagros.
GREAT, HERMANITO...
GREAT !!
Sos un grande, nene, hora de que te vayas enterando.
Entonces, ¿a los espectros no les gusta el sabor del café? Bueno es saberlo, voy a esparcir un poco en el desván del caserón del pueblo, porque durante las noches se escuchan ciertos crujidos...
Neto: ¡¡¡ es muy original eso de un muerto despistado!!
Y también eso de que los muertos no pueden olvidar que lo están.
Ahora: si podia beber café y llamar y hablar por teléfono entonces
no estaba muerto para nada,
era un resucitado.¿o no?
¿Y para que va a regresar al mas allá?
Nos diste un lindo cuento para leer con una sonrisa...
dime que tiene continuacion por favor!!!!
esta excelente.
me has dejado clavada...
un beso
Buenisima historia Neto... La verdad que sensacion horrible es estar muerto sin saberlo.. y despues enterarte!!! naaaaaaa....
Abrazo Neto!
Diego, que gran reflexión la del final, en carne y huesos o como espectros seguiremos siendo siempre los mismos. Me gustó! Ah y felicitaciones por el nuevo blog y más que nada, por el estudio que comenzaste! Cuando vengas por Villa filmamos un corto jaja.
Doña Sil, no exagere, por lo de Sexto Sentido digo, no por lo de quedarse muda. Eso no se lo creo jaja. Gracias!
Don Mannelig, no se si no les gustará, al menos no le deben sentir buen sabor, supongo. Pero mire que el café no es para estar desperdiciándolo o con qué va a convidar a sus invitados cuando tenga que ofrecerles algo? ;)
Felipe, gracias! Hace todo eso porque se olvidó que estaba muerto. Es decir, el que se muere no vuelve porque está más cómodo en su nuevo lugar jaaa. Y tiene que volver porque esas son las reglas Muerto, en el más allá. Vivo, en la Tierra. Saludos!!
Sonia, no tiene, pero podríamos negociar jaja. En realidad termina allí, no hay esperanzas que vuelva, su vida ya no tiene lugar con los vivos, claro que el pequeño detalle es que lo olvidó. Gracias!
Lisandro, si, debe ser horrible, más cuando metés la pata como este tipo. Porque la metió y grande, pobre la mujer ahora... Un abrazo!
jejeje q lindo Neto sería hacer un corto de este relato no? si es que ya me lo estoy imaginando...
gracias por el apoyo!
abrazos!
Genial cuento!!!! Te lo aplaudo.
Un gusto leerte.
Saludos.
uuf..me dejaste temblando! me hice un ratito en la oficina para leerte y la verdad me queda ese sabor unico que logràs con tus climas y giros inesperados. Me gustò para un corto.
un abrazo!
PD. Ando medio perdido porque estoy preparando unos laburos de dibujos, y no me dan los tiempos.
Neto, Algunos muertos olvidan que lo estan, y salen a pasear... muy bueno este cuento! Un abrazo
Esta bueno, pero en la mitad del cuento descubrí el final... creo que tendrías que sacar algunas cosas, por ejemplo los llamados y que nadie estuviera.
Pero en general, me gusto mucho, sabes que disfruto la lectura de tus cuentos.
has echo que mis ojos se pongan como platos neto!una vez mas te felicito!
escribes maravillosamente biem!
un abrazo!
y me gusta mucho que toque estos temas:)
Excelente sin palabras!
Presagio.
una señal
que nos marca la vida
pensar antes de actuar
quien sabe lo que nos espere al final
Desde una habitacion en la joven Buenos Aires te dejo un fuerte abrazo
Dieguito, cuando estés por estos pagos, algo hacemos, no lo dudes.
Salvador, muchas gracias!
Marcos, muchas gracias! Y suerte con eso que estás preparando, que estoy seguro, te va a dar buenos resultados, que por otro lado, merecés.
Carlita, gracias. La verdad que la idea no era dar la sorpresa tipo "Sexto Sentido", sino contar la historia de un "muerto distraído" que olvidándose de su estado, vuelve al mundo de los vivos. Como si la vida y la muerte fuera una línea que una vez muertos no volvemos a cruzar porque sencillamente estamos cómodos del otro lado. Saludos!
Leo, muchas gracias!
Forbidden, un gusto recibirte. Saludos!
Volviendo en mí...
Me mató el distraído, no esperaba que sea así. Pero me solidarizo con Enrique, yo, que soy medio distraído.
LO bueno que tiene es que uno puede pegarse el faltazo y nadie se da cuenta.
Brillante, Neto. Bah, ¡mortal!, digamos...
Ah, ok Neto...
Ahora si entiendo lo que quisiste contar, pense que era alfo asi, el efecto sorpresa al final, como nos tenes acostumbrados
Un tema explorado muchas veces y con mucho éxito, pero que sigue siendo terreno fértil para el talento. Muy bueno, Neto. Yo le habría dado un poco más de suspenso al final, pero igual está genial.
Voy a seguir leyendo.
Abrazo,
F.
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