Para ese hombre de mirada perdida, su meta iba más allá de este mundo. Locura era lo que todos veíamos en él. Agachado en todo momento, buscando en los zócalos, en las uniones de las paredes, en los escondrijos más insólitos.
Qué es lo que buscaba. “Resquicios” decía él. Qué pasaría cuando los encontrara, indagábamos. “Sería al fin libre” explicaba. La gente afirmaba con la cabeza, fingiendo, como se suele fingir ante lo que nos desconcierta.
Libre de qué, le pregunté un buen día. “Libre de aquel que nos vigila con una lupa, desde lo alto. No te das cuenta… somos un experimento, una gran caja de cristal donde nos estudian, no es un cielo lo que nos cubre, sino la lente de una lupa”. Fingí, por supuesto. Hice que entendía.
Al tiempo nadie volvió a verlo. Encontró su “resquicio” nos decíamos. Ya casi no lo recordaba, pero hoy lo he visto del otro lado del río, agitando sus brazos. Señalaba hacia arriba, desesperado. No fue hasta entonces que levanté la mirada y esquivé la pinza gigantesca que venía hacia mí. Huí.
Estoy escondido, aún temblando. Necesito encontrar un resquicio y escapar. Dentro, la lupa me delatará tarde o temprano.
La Gardenia.
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Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa
simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca había
tr...
Hace 21 horas.
2 comentarios:
No hay que hacerse problema, si la lupa no te delata, te quema en la luz infinita.
nooooooooo! esperaba la inexistencia de esa maldita lupa! ahora el poder de saberse buscado es insostenible!
porfa quiero la parte II.
;)
mil besos!
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