La carta llegó después de su muerte. Era de hacer esas cosas, de sorprender de las maneras menos esperadas. Pero aquello... aquello era demasiado.
En lugar de abrirla, la guardó sobre la pila de libros que estaba leyendo antes de ese fatídico viaje y que nunca terminaría.
De tanto en tanto se detenía a observarla, pero no atinaba a agarrarla. El polvo se fue acumulando sobre la carta y los libros. Los años cambiaron muebles, color de las paredes, pero aquel rincón parecía ajeno a todo, sumando cada vez más telarañas, que es la forma que toma el olvido.
La carta se perdió para siempre en un montículo de nostalgias, junto a otras lecturas perdidas.
Misteriosas palabras que jamás dirían aquello para las que fueron escritas.
De cómo participar en política partidaria y no ser un miserable
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Unas palabras para quienes se interesan en participar e política
partidaria.Escribo estas líneas a propósito de una entrevista que un medio
local realiz...
Hace 14 horas.
1 comentario:
Si lo que se escribe no se lee se puede decir sin ninguna duda que no ha llegado a existir. Buen texto.
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