Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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20 de abril de 2016

El jaracandá

Conozco cada rama, cada una. Le temo a la noche, a sus recovecos, al silencio que genera y los sonidos que escupe, a las sombras que la luna dibuja con mala intención. Y por culpa de ese temor, es que las conozco mejor que nadie. Podría dibujarlas con los ojos cerrados. Podría, pero me aterro de solo pensarlas.
En mis noches de insomnio he podido observarlas en detalle, descifrando sus siluetas caprichosas, aprendiendo sus movimientos oscilantes y el repliegue ante el viento o la quietud ante la brisa.
Ese jacarandá justo delante de mi ventana ha sido en estos años de vida una compañía inquietante. He tratado de no mirarlo, de hacer el esfuerzo por voltearme en la cama hacia el lado contrario, pero el susurro de sus hojas me llama, me obliga a mirarlo, a tener la certeza que aún está allí y que sus ramas permanecen del otro lado del vidrio y que nada hacen por querer penetrar en mi cuarto.
Las noches en vela, que se traducirán en el cansancio y malestar durante el día, son la prueba irrefutable del conocimiento de las ramas del jacarandá. He imagino miles de historia sobre ellas, he visto como las hojas van y vienen, temporales moradoras. Y sin embargo, a pesar de todo, no me creen.
He llamado varias veces y me han tratado de absurdo, de loco, de estúpido. Conozco cada centímetro de ese árbol, cada contorno en la oscuridad. Por eso, cuando digo al teléfono a la operadora del 911 que aquello que pende a mitad de altura entre las primeras ramas y la cercanía de la copa no es otra cosa que un brazo colgando, lo digo con la total certeza que el miedo y las horas muertas me han brindado.
Es un brazo y se mece a voluntad del viento; es un brazo y ningún cuerpo.

1 comentario:

Juan Zara dijo...

¿Es un crimen oculto en lo cotidiano sólo perceptible por un ojo obsesivo?, ¿o una obsesión en forma de esquisofrenia que confunde lo visto con lo pensado?, nunca sabremos qué es lo que puede convertir a un ser tan inocente, como a éste que la misma María Elena Walsh le canta tan inocentemente, en algo tan humano y oscuro.

Muy bueno, me voy a seguir recorriendo el blog...