Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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2 de mayo de 2014

No les queda otra

Con el día que hace, tener que venir al parque. Solo a una mujer se le puede ocurrir semejante idea. Y para colmo, domingo. Lo bien que podría estar uno ahora delante del televisor, mirando algún partido de fútbol. ¿Qué diferencia puede haber entre un mate cebado en el living de tu casa y uno entre los yuyos, con los mosquitos dando vueltas y las hormigas esperando que uno se distraiga para morderte en alguna parte?
Pero está la otra, decís que no y enseguida el grito en el cielo. Qué uno vive encerrado, que uno no sale a ninguna parte, que esto, que aquello y la verdad, para que te rompan las guindas con eso, más vale salir un rato al parque y a otra cosa mariposa. Pero la verdad, como cuesta, mirá que perder el tiempo...
- ¿Está bien el mate, viejo o querés que le ponga algún yuyito? Tengo menta.
- No, dejalo así, no le metás esas mierdas, que después parece que estás chupando un perfume.
- Siempre exagerando vos. Un poquito le pongo. Una hojita apenas si le cambia el sabor.
- Dejate de joder, si querés con menta, te hubieras traído otro mate.
- Seguro que lo probás y te gusta.
No le iba a dar el brazo a torcer en esta. Con cáscara de naranjas me gustaba el mate, incluso, con un poco de tomillo. Pero a una mujer si uno le da la mano, le agarra el codo. Y si le dejo ponerle menta, mañana le está poniendo la huerta de aromáticas que tiene en la quinta, en el fondo del terreno. No, más vale decir que no y evitar una pelea más adelante. Eso es lo que no entienden las mujeres. Uno es diplomático y además piensa como los ajedrecistas, que se anticipan a los movimientos. Bueno, uno hace eso. Pero las mujeres no lo entienden.
- ¿Y vos que decís, viejo?
- ¿De qué?
- ¡Cómo de qué! Te acabo de decir que Norma nos invitó al bingo de la escuela donde trabaja la hija.
- ¿Y con eso? ¿Querés ir?
- Es lo que te estoy preguntando. Si me acompañás.
- ¡Cuándo! ¿Hoy?
- No ves que no me escuchás cuando te hablo. Sos igual que el nene vos, y después te preguntás por qué el nene no te da bola. Pero si te acordás bien...
Y siempre la misma cháchara. Porque en el fondo no está diciendo que somos iguales con el Matías, sino que me está haciendo culpable de cómo es él. Cómo si la crianza hubiera sido responsabilidad mía solamente. No la conozco a ésta. Ja. Si siempre hace lo mismo, te desvía cualquier diálogo para hacerte ver como el culpable hasta de la caída de la capa de ozono. Y deben ser todas iguales. Las mujeres digo. No me quedo con eso de qué "justo me venís a tocar vos". Cualquiera te debe romper las guindas con lo mismo. Aquella que está sentada contra el árbol debe tener las mismas conversaciones con el marido. La del banco de madera, otro tanto. La pelirroja sobre el mantelito verde... bueno, a esa la veo sola. Y la verdad, está linda la colorada. Bien cuidada. ¿Qué tendrá? ¿Cincuenta? No sé, eh. No sé. Los brazos parecen firmes y al menos como está sentada, no tiene rollitos.
- No me confirmó, pero vendría el domingo.
- ¿Cómo?
- Tu hija, que viene el domingo.
- ¿Por qué "mi" hija? ¿Acaso no es tuya también?
- Te estoy diciendo que la vas a tener que ir a buscar a la terminal.
- Qué se tome un taxi.
- Ay viejo, teniendo el auto, que te cuesta ir a buscarla. ¿Sabés lo que cuesta un taxi?
- Claro. Que me cuesta. Total, el que tiene que sacar el auto, cargarle nafta, conducir, soy yo.
- Ya salió él. Nunca va a decir que si de entrada. Nunca.
Y si, al final, a la hora de comprar el auto todos opinan, que el color, que con aire, que tenga para escuchar música, que los airbags, que rojo, que verde, pero a la hora de pagar las cuentas quién está. Y si, el mismo imbécil de siempre. Che, pero que linda la colorada. Ahora que le veo las piernas, no creo que llegue a los cincuentas esa mina. No debe ser de por acá, la tendría que haber visto antes. Tendría que ver la forma de pasar cerca y verla más detenidamente. Pero con ésta acá, como para moverme estoy. Pero la verdad, que buena está la colorada por favor. Pero si, mirá ahora que se puso de pie a espantarse mosquitos. Mamá, sabés cómo te los espantaría con placer...
- ¡Viejo!
- ¿Eh? ¿Qué pasa?
- ¡Qué agarrés el mate, che! Siempre en babia vos. Como para que no te caguen en el laburo. Hace dos años que te deberían haber jubilado y todavía estás ahí, con esos papeles de porquería.
- Pero qué sabés vos, siempre opinando gratuitamente. Para abrir la boca, son todas mandadas a hacer.
- ¿Todas quiénes? ¿Tenés alguna más que te opina gratis? ¿O alguna te cobra?
- Bueno, empezó la hora de la pavada.
¿Para esto quiere que venga al parque con ella? ¿Para recriminar estupideces? Para colmo, el mate tapado. Y no está lavado de casualidad, si casi siempre hierve el agua y se le lava al tercero o cuarto. Para lo único que ha servido esta caminata es para ver a esa colorada. Mirá que tener unos años menos y... no sé, no sé. Claro que con ésta al lado, qué carajo me voy a chamuyar a alguien. Si tendría que haber venido solo al parque. Con la excusa de distraerme. Ahora me estaría hablando con la cuarentona esa. En cambio, estoy renegando con el mate tapado...
- ...y churros, aunque sean dos.
- ¿Qué churros?
- Pero che, una cosa es volverse viejo y otra viejo y pelotudo. ¿Todos dos veces te tengo que decir? Te digo que cuando vayas a tirarle la yerba al mate, te llegues hasta el hombre de allá que tiene un puesto de churros y me traigas aunque sea dos.
- Pará, ¿y por qué no vas vos? Ya que la señora es tan viva, digo.
- Dame el mate. Y me traigo churros para mí nomás.
Pero si, andá un rato a otra parte. Si querés cruzar el río para ir a comprar churros, andá. Que yo aprovecho ahora que está mirando para este lado. ¿Me está mirando a mí? ¿Podrá ser, che? No tendré la facha de antes, pero me conservo. Además, ahora a estos rollitos lo ven sexy. Lo decían el otro día en la televisión. Y si, para mí me fichó. Me está relojeando. Fijate como entorna la mirada para este lado. Si, es cierto, tiene anteojos de sol, pero me doy cuenta, no soy ningún boludo. Y digo, ¿si me llego y le pregunto alguna trivialidad? ¿Quedará muy mal? Y si, la vieja, la vieja. Me ve y se arma un escándalo. Si tendría que haber venido solo yo. Por ahí si me apuro, total le pongo de excusa que necesitaba estirar las piernas y...
- ¿Dónde vas?
- ¿Ya volviste?
- Si, cuánto querés que demore. ¿Dónde vas?
- A ninguna parte.
- Entonces para que te parás. Desde allá te veía, parado y acomodándote las pelotas, como hacés cada ve que te preparás para ir a alguna parte.
- Fue para estirar las piernas.
- Y para eso te tenés que apretar las bolas. ¿No te das cuenta que es repugnante? Qué te vas a dar cuenta vos. Viejo y sucio.
- Habló la culo limpio.
- Bien limpio tengo mi culo señor, claro que si. En cambio, no puedo decir lo mismo de otros. No hay calzoncillo que te lave que no esté cagado.
- No exageres, mujer.
- Ahora le dicen exagerar.
No le basta con no darme tiempo a nada, sino que viene a despotricarme, así, como si nada, en medio del parque. Pensar que uno se acostumbra, que si tuviera unos años menos, me voy de sus narices hasta la manta de la pelirroja, me tiro al lado y dejo que se muera de celos. Pero uno a cierta edad tiene que guardar composturas, tampoco es cosa de estar haciendo las cosas a la ligera. Cuando uno es pibe, vaya y pase. Pero a los setenta pirulos, otra que el qué dirán.
- ... para esta noche.
- ¿Qué?
- ¿Qué qué?
- Qué pasa esta noche.
- Vos realmente no me escuchás o lo hacés solo para hacerme enojar.
- Ahora que lo decís, no se me había ocurrido. Pero podría empezar a implementarlo.
- Qué tenemos que pasar por la carnicería a comprar un kilo de picada para esta noche.
- Entonces marchemos, que se va a hacer tarde.
- Está bien, pero pasemos por aquel caminito que quiero saludar a tu sobrina.
- ¿Mi sobrina...? ¿Dónde?
- La pelirroja aquella. ¿No la viste? Si estabas dele mirar para aquel lado.
- Ah, vos decís ella. Estaba pensando en la otra, la hija de Ricardo.
- ¿Rocío?
- Esa misma.
- ¿Y cuando viste pelirroja a Rocío?
- Qué se yo, a ésta tampoco.
- A ésta... ay viejo, que mal que estás.
- Mirá, yo la voy a saludar, vos hacés lo que quieras.
- Yo voy apurándome para sacar número en la carnicería, que después nos tenemos que comer una cola de una hora.
- ¿Y qué le digo? ¿No vas a saludarla?
- Mandale besos de mi parte.
- Pero...
Y si, que voy a hacer. Si me vio cuando la miraba seductoramente a la distancia y me acomodaba el amigo y las aceitunas para aparentar un bulto más grande, me va a odiar de por vida. Al menos, así, evito el confrontamiento ahora. Pero mirá vos que resultar la hija del Esteban. La pucha que hace tiempo que no la veía, mirá que está crecida la nena. Y claro, la más grande. ¿Y que estará haciendo por acá? Pero claro, si seré pelotudo, si mañana es el cumpleaños del Esteban. Pero no pego una yo, que cagada. Es cierto que muchas posibilidades de quedar al margen no tengo, con esta pinta, que mina no se me queda mirando. Y si, lo mejor es salir solo. O bien, quedarse en casa, cómodo en el living, televisor encendido, unos mates y un partido de fútbol. Por lo menos de esa forma, uno preserva el matrimonio por buen camino. Y las minas que esperan a uno en la calle tendrán que esperar por su galán. No les queda otra.


1 comentario:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Que odiosa es la mujer. No sólo lo obliga a salir a tomar mate, que arruina con tantas innovaciones.
Sino que además lo aburre con conversaciones monotonas y con exigencias, exacerbadas con descalificaciones.