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13 de enero de 2013

Futuro inmediato

La reunión había sido pactada en secreto. Los mandatarios más importantes del mundo estaban allí y acompañándolos, los ministros relacionados a las finanzas y el comercio. En el hotel todo se había manejado con cautela, un silencio absoluto.
Baldomero era conserje desde hacía treinta años. Era la primera vez que se organizaba delante de sus narices un evento tan importante. Pero era el halo de hermetismo que tenía la convocatoria, que la hacía aún más misterioso y relevante.
A mitad de la noche, tras supervisar el libro contable del día, se topó con uno de los ministros de su país. No sabía con certeza el nombre, pero lo veía con asiduidad en los noticieros. El hombre, de estatura media, llevaba puesto saco y corbata, pero se había desajustado ésta última, y tenía visible aspecto de cansado. Se había apoyado en el mostrador principal, de cara a las puertas giratorias que daban a la calle, mientras se quitaba el sudor de la frente con un pañuelo color celeste.
- ¿Complicada la reunión? - preguntó con timidez Baldomero.
El ministro se sorprendió de estar acompañado, sin dudas no había visto al conserje, porque se sobresaltó ante la pregunta. Luego de unos segundos, recuperó su habitual postura, la misma que transmitía seguridad ya sea desde el televisor o allí mismo, de pie en la planta baja del hotel.
- No se crea, nadie vino a discutir, sino a ponerse de acuerdo.
- Es bueno que los países de pongan de acuerdo, eso evita conflictos.
- Usted lo ha dicho.
El ministro guardó silencio y Baldomero sintió curiosidad por los temas que se estarían tratando. Si se había evitado informar del encuentro, se traían algo enorme entre manos.
- ¿Allí arriba está en juego la paz mundial? - preguntó.
El hombre de saco y corbata sonrió. Al parecer, lejos estaban de estar tratando ese tema.
- Mire - dijo el ministro - en realidad se está dejando las bases para un nuevo tratado mundial de comercio, algo revolucionario.
- ¿Para el bien de todos?
- Nada es para el bien de todos, partamos desde eso. Y más cuando se trata de negocios. Existen conveniencias, por eso mismo se redacta el tratado, para evitar que el día de mañana alguien proteste.
El conserje asintió con la cabeza como si comprendiera.
- ¿Y dígame - prosiguió Baldomero, perdiendo el miedo - se puede saber de que se trata?
Ahora lo que escuchó fue una risotada. Con un además de mano a modo de saludo, el ministro se alejó hacia donde estaban los ascensores.
Baldomero bajó la vista, algo avergonzado. ¿Cómo pretender que un ministro le diera información que con seguridad, era confidencial? Se estaba recriminando mentalmente cuando el carraspeo de alguien lo puso en guardia. El ministro estaba otra vez delante del mostrador.
- ¿Tiene café en la oficina que está detrás del mostrador?
- Si... claro que tengo. Pero si lo desea, el servicio del hotel le servirá en su....
- Usted quiere saber y yo quiero hablar. Si me invita una taza de café, le contaré que está pasando allá arriba.
Se acomodaron en la oficina y el ministro pidió permiso también para encender un cigarrillo. El conserje se lo permitió a pesar del cartel de prohibido fumar que pendía sobre su cabeza.
- El mundo está por verse revolucionado. La comercialización de los productos dará un giro de ciento ochenta grados. Por ejemplo, usted ahora compra una taza y si quiere, la presta y cualquiera la puede usar. Aquí mismo, quizá la taza ésta en la que me sirvió café es la misma que usan todos los empleados que comparten esta oficina. De ahora en más, las tazas, como cualquier otro producto, será intransferible. Es decir, usted y solo usted, podrá usar una taza que haya comprado. Si alguien la quiere usar, rechazará lo que quiera volcarle dentro.
- ¡Por favor, no es posible!
- ¡Claro que si! Porque todo cambiará. Las botellas impedirán la salida del líquido si detectan que la taza no está siendo usada por su dueño. Esto no solo será propicio para que cada integrante de una familia tenga que tener su taza particular en su casa, en el trabajo, sino que además facilitará los estudios de mercado. Imagínese, se podrá saber qué toma, en que horarios, la cantidad, todo, absolutamente todo. Piense en los vehículos, usted podrá manejar el suyo y llevar a quién quiera, pero nadie podrá ponerse al mando del volante a menos que sea usted, y eso implica que si bien su mujer tendrá que tener uno propio si desea manejar, por otro lado no se lo podrán robar.
- No me parece práctico, si hay una emergencia...
- Olvídese de las emergencias, se contemplará cada caso. Vamos de a poco. Ciertas cosas, entenderá, si se podrán compartir. Los alimentos, las bebidas, por citar algunas. Pero ya no se podrá prestar un libro. Si el libro detecta que quien lo abre no es su dueño, ocultará el texto. Por supuesto, hablamos de avances tecnológicos necesarios, pero aunque no lo crea, muchos países ya disponen de estas tecnologías. Este tratado permitirá cooperar en ese sentido.
- ¿Y cada uno deberá llevar su libro a la biblioteca, o su taza a un bar para desayunar?
- ¡Pero no hombre, me hace reír! Un libro sabrá su ubicación y mientras esté dentro de una biblioteca, será público. Lo mismo una taza, si detecta que está en un recinto donde debe ser utilizada comercialmente, se comportará como tal. Es más, se está analizando que existan líneas de tazas que fuera de esos ámbitos, no se puedan usar.
- ¿Pero... cuál es el objetivo? Estamos hablando de nuevos procesos de fabricación.
- ¡Vamos más allá de eso mi amigo! Estamos hablando de nuevos conceptos, de un nuevo mundo.
- Más egoísta.
- No, no se trata de egoísmo. Es delimitar a las personas, poder tener una certeza de cada una de ellas.  Saber sus gustos, para que las empresas, las grandes marcas, no pierdan el tiempo con proyectos que no sirven. Ahora sabrán las tendencias casi en tiempo real. Habrá menos pérdidas, más ganancias.
- Pero las personas deberán hacer un gran desembolso para llegar a tener todas esas tecnologías.
- Si, sin dudas que si. Es un gran cambio.
- ¿Y los que no tengan el dinero?
- En toda sociedad hay relegados, mi amigo. En toda. No será la excepción. Esto es una revolución, no un milagro. El mundo sigue girando y el que se queda atrás, se queda atrás. Siempre fue así y siempre lo será.
- Me asusta.
- Los cambios asustan, pero luego el mundo se adapta. Y la vida sigue.
- ¿Y ustedes, que tajada sacan de todo eso? Porque no creo que lo hagan solo por el avance de la humanidad.
El ministro rió con ganas. Colocó el pocillo de café en la mesa y se puso de pie, sin dejar de sonreír.
- Para cuando todo esto esté en marcha, nosotros nos estaremos jubilando. Pero nadie nos quitará haber puesto el granito de arena.
- No le creo que eso los conforme.
- Pero es lo que diremos.
- ¿Y a alguien que le ha convidado un café y que sabrá guardar el secreto, que le puede decir?
- Que lo de estar en el lugar y momento justo es mentira. El lugar y el momento, deben hacerse. Y eso, mi amigo, equivale a los millones que bien merecido nos darán por aprobar este tratado. Y mientras en alguna parte figure que es por el avance de la humanidad, todas las conciencias estarán tranquilas.
- ¿Y los billetes? - preguntó Baldomero, mientras el ministro se acercaba al ascensor - ¿Los billetes también tendrán nombre y apellido?
Burlón y picarezco, el hombre no dudó.
-¡Si! ¡Los nuestros!
Y riendo desapareció dentro del elevador.

3 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Es ciencia ficción de primer nivel,comparable a J. G. Ballard. Muy inquietante y satirica.

Con tinta violeta dijo...

Neto ¿volviste a los relatos de terror? Ya veo, ya veo...vaya mundo nos espera!
Saludos!

SIL dijo...

El mundo sigue girando, y el que se queda atrás, se queda atrás.


Esa sentencia es tan real y tan llevada a cabo en el mundo actual, que creo abarca todo el terror posible.



Abrazo, Netito.



SIL