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31 de agosto de 2012

El moderador de contenidos

Me encontraba escribiendo delante de la computadora, como cada noche, cuando escuché el timbre. Me sorprendió tanto la hora en la que alguien me estuviera visitando como el propio hecho de que alguna persona se dignara en hacerme una visita.
Al abrir la puerta de calle no encontré a nadie conocido. Pero había alguien. Era un hombre desgarbado, de sobretodo color ocre y sombrero a tono. Lucía una barba candado y llevaba un maletín que sujetaba sobre el pecho, aferrado por su brazo izquierdo.
Me tendió su mano y se presentó: Augusto Locorso, moderador de contenidos.
Respondí el saludo por educación y me quedé mirándolo. No sabía que venía a venderme y más siendo tan tarde. No necesité invitarlo a pasar, él mismo lo hizo, sin mediar palabra alguna. Cuando me di cuenta, estaba en mi sala. Se quedó allí, parado, esperando que cerrara la puerta. Lo hice, aún sin salir de mi asombro.
- Un vaso de agua está bien - me dijo.
No comprendí y lo debo haber observado de forma extraña, porque de inmediato agregó:
- Digo, un vaso de agua, para cuando usted me ofrezca algo de beber. Me gusta anticiparme a los hechos, es vital contar con una respuesta para todo, más en estos tiempos que corren tan vertiginosos.
Estupefacto, me dirigí a la cocina y regresé a la sala con el vaso de agua en la mano. Locorso ya no estaba allí. Me alarmé, como correspondía para una situación así. Había un extraño en mi casa y ahora se me había perdido. Podía estar robando en cualquier habitación. Sin embargo su voz me llegó desde el estudio.
- Filomeno - Filomeno es mi nombre - ¿esto que tiene aquí es su próxima novela?
Me apuré en llegar hasta la computadora, volcando gotas de agua por todo el camino. Nunca mostraba mis escritos en proceso y menos a un desconocido. Estuve a punto de recriminarle su actitud al entrar al estudio, pero verlo sentado en la silla, colocándose unos lentes al tiempo que tomaba control del mouse e iba al principio del texto, me shockeó.
Quedé mudo. Era como llegar temprano y encontrar a tú mujer leyendo el diario desnuda en las piernas del diariero. Sentí que estaban manoneseando mi manuscrito, que el mouse recorría sus partes íntimas, previo a haberle quitado toda su ropa.
Logré vencer el síndrome de estatua que me dominaba y dejé caer el vaso. El sonido sobresaltó a Locorso, que desvió la mirada hacia donde me encontraba.
- Filomeno, mire que dejar caer un vaso encima de esa alfombra persa, que derroche por favor. Pruebe de prestar un poco más de atención.
Avancé decidido a tomarlo del cuello, pero el hombre me volvió a sorprender.
- No, imposible Filomeno querido, imposible que esto pueda salir publicado así - vociferó, visiblemente ofuscado.
Me detuve. ¿Se refería a mi novela? No podía creerlo.
- Mire Filomeno, acá usted está criticando al estado. No se puede. Esto no saldrá impreso, está fuera de toda discusión. Para que no se olvide, hagamos lo siguiente... - tomó el mouse, marcó varios párrafos y oprimió Delete.
Grité. Fue el "no" más fuerte que jamás había dicho. Locorso guardó los cambios y siguió leyendo, como si nada.
Me agarraba la cabeza, sentía la impotencia ganándome. Busqué a tientas algo con que pegarle a ese tipo. Había un paraguas encima de una pila de libros. Lo agarré con firmeza, como si fuera una espada. Pero él habló de nuevo.
- ¿Y ésto? Es una barbaridad Filomeno. ¿Piensa que puede meterle esto a la gente en la cabeza? No me subestime por favor.
Ante mis ojos borró todo un capítulo.
Agité el paraguas en el aire y lo lancé hacia la cabeza del extraño visitante. Estaba seguro que le rompería el cráneo por la fuerza que llevaba. Pero el paraguas atravesó el aire y golpeó el respaldo de la silla. Miré hacia ambos lados. ¿Dónde se había metido?
-Veamos - escuché su voz provenir de atrás del escritorio - En el tercer capítulo están de más los últimos cinco párrafos. Muy tendenciosos.
Quedé atónito. El archivo de texto se marcó solo y se borró sin que Locorso estuviera sentado al frente de la máquina.
- Y en esta parte del quinto capítulo, esta que le subrayo - varias oraciones aparecieron de repente resaltadas en amarillo - lo que dice está fuera de lugar, así que no me queda más remedio que suprimirla.
Corrí hacia Locorso, pero cuando llegué ya no estaba. Al girar lo vi de nuevo en la silla. Miraba de cerca la pantalla y su rostro se fruncía en gesto de reprobación.
- Sinceramente Filomeno, mirando bien, no creo que nada de esto valga la pena. No le haga perder tiempo a los lectores. Borremos todo.
Para cuando me abalancé encima de él, ya era tarde. La silla estaba vacía y el archivo había sido suprimido de la computadora. Busqué por todas partes a uno y a otro, pero no encontré en la casa a Locorso y en ningún pendrive o carpeta de backup al archivo de la novela. Grité fuerte, tan fuerte, que desperté a mi mujer.
Puso una mano sobre mi hombro y me zamarreó.
- Filomeno ¿estás bien?
Desperté muy confundido, envuelto en el espanto. Fui comprendiendo de a poco que todo había sido una pesadilla. Ella me calmaba pero no era suficiente, tenía un pálpito extraño. No atiné a cambiarme, ni nada. Salí de la cama semi desnudo y corrí al estudio. La computadora estaba prendida.
Me senté lentamente en la silla y me coloqué los anteojos que estaban al lado del mouse. Miré la pantalla y busqué el archivo. Allí estaba, donde siempre. Le hice doble click y se abrió. Estaba completo, tal como lo había dejado antes de acostarme. Suspiré aliviado.
Volví a la habitación relajado, con el corazón mucho más tranquilo. Al entrar el estupor volvió a invadirme. Mi mujer estaba desnuda leyendo el diario, sentada sobre las piernas de Augusto Locorso que le pasaba crema en la espalda.
- Hubiese sido muy fácil si todo era un sueño, Filomeno. Y ahora salga de la habitación, que lo que viene a continuación con su esposa, no puedo permitir que salga publicado.

8 comentarios:

Con tinta violeta dijo...

Ja, ja. Muy ocurrente. Yo pensé al principio que estaba luchando con su "censor interno" previo a publicar el texto...pero al final el tal Locorso había llegado para quedarse con...Pobre hombre...Filomeno, un consejo: un directo a la mandíbula no falla. Hasta puede ser noticia en las páginas deportivas de "Clarín" (por poner un diario que vd. conozca). Ja!
Muy bueno Neto: sorprendente.
Besos!

mariarosa dijo...

Jajaja... no sé que hubiera sido mejor, escribir la novela de nuevo o condenarte de por vida a no poder usar sombrero....

Muy bueno Neto, felicitaciones y que pases un buen fin de semana.


mariarosa

HUMO dijo...

Me pasó lo mismo que a tinta violeta :) excelente!!!

José A. García dijo...

Cosas que le pasas sólo a los escritores que trabajamos hasta muy, muy, tarde...

Saludos

J.

Natán dijo...

Genial, genial! :) Una vez me pasó, por eso nunca pude publicar mi novela :P

Abrazo!

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Puede ser una metafora de cierta red social cuyo nombre no quiero acordarme, muy paternalista, con rapidez para cerrar blogs, pero muy lenta en rehabilitar cuentas.

SIL dijo...

Está muy bueno Netito, te hace matar de risa.

Hasta que pensás que puede ser una terrible metáfora de ciertas sombras que en todas las épocas existen, y con la excusa de moderar contenidos, borran escritos, te amenazan, te sorprenden, y despúes van por todo (esposa incluída)


Un abrazo.


SIL

Juan Esteban Bassagaisteguy dijo...

¡Genial!
Qué manera de reírme, por favor.
Gracias, Netomancia, por lograr eso: suspenso y humor de la mano en una mágica mezcla muy difícil de encontrar.
Te felicito...