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16 de agosto de 2012

Arnulfo y Etelvina

Etelvina tenía una compulsión por hacer crucigramas. Era tal su adicción que tenía por costumbre contar las letras de cada palabra y dar a conocer ese dato en conversaciones que poco tenían que ver con su pasatiempo, además de expresarse según las definiciones que habitualmente leía para resolver los mismos.
- Margarita, me alcanzás la vasija pequeña, de loza o de metal y con asa, empleada generalmente para tomar líquidos. Cuatro letras. Vertical, que si no se vuelca.
Sus amigas le habían perdido la paciencia rápidamente. Quizá quince o veinte años que lo hicieran sus hijas. Pero el pobre de Arnulfo, que ya tenía el cielo ganado según palabras de los familiares, aún seguía escuchando a su (para todos los demás) insoportable esposa.
Había aprendido que la forma de sobrellevar mejor las cosas, era proveerle material para que se entretuviera. Por eso, le compraba entre cinco o seis revistas de crucigramas por día. Muchas veces se hacía largos viajes hasta librerías que vendían publicaciones usadas y compraba ediciones de larga data, que seguramente ya había comprado uno, dos o tres veces, pero que servían para que ella se pusiera a hacerlos. Lo bueno, se decía, era que por suerte resultaba imposible que se acordara si había completado la revista con anterioridad.
- Arnulfo, vale la pena decirlo de nuevo, tengo hacia vos un sentimiento que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear. Cuatro letras. En la cama, horizontal.
- Me amás, ¿eso querés decir?
- Si
- Yo también vieja, yo también.
La paciencia de Arnulfo podía medirse en años luz. Por eso fue la persona que además sintió con mayor dolor y pena la muerte de Etelvina. También, fue el único que estaba con ella cuando sucedió el fatal accidente. Aún hoy, se reprocha su accionar.
- Querida ¿otra empanada?
Etelvina lo miró, rojas sus  facciones y con mucho esfuerzo, le dijo:
- Arnulfo, ocho letras, vertical, el fruto del olivo me produce, siete letras, horizontal, suspensión o dificultad en la respiración, creo que me, nueve letras, vertical, ahogo por detenerse algo en la garganta y me, cinco letras, horizontal permanente, llego al término de mi vida.
Acostumbrado a trazar una cuadrícula mental para descifrar a su mujer, el pobre de Arnulfo no pudo completar las pistas a tiempo y vio, con angustia, como ella caía desplomada hacia atrás en la silla.
La enterró junto a muchas de sus revistas y en la lápida las palabras Querida y esposa se cruzaban como en un crucigrama.
Sueña despierto, que en alguna intersección de la vida, Arnulfo y Etelvina, volverán a juntarse.

3 comentarios:

Con tinta violeta dijo...

Pobre Arnulfo. Yo hubiera puesto en la lápida solo el acrónimo RIP para simplificar. Me gusta esta forma de enfocar la muerte con toques de "humor".
Saludos!

SIL dijo...

Dicen que los crucigramas también suelen ser una adicción que se llevan a la muerte.


El epitafio estuvo bueno.



Abrazo


SIL

Juan Esteban Bassagaisteguy dijo...

Triste historia, con toques de humor que la hacen aún más triste.
Muy bueno...