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22 de agosto de 2012

Adicto

Solo un poco más, se dijo, pero cuando observó el reloj habían pasado cinco horas. Se asustó. Apagó de inmediato la computadora y se acostó. Quería dormirse, pero no podía. ¿Cómo es que se había quedado tanto tiempo levantado? En menos de tres horas tendría que estar saliendo a trabajar y sin embargo aún no había podido descansar.
Lo logró, pero por muy poco tiempo. Se despertó entumecido, con dolor de cabeza. El sol se filtraba por la persiana, como burlándose de su cansancio. Volvió a maldecir su estúpida idea de quedarse hasta tan tarde delante de la pantalla de su máquina.
Aún seguía sin entender como se había dejado llevar por el momento, sin percatarse de la hora. Le costó bastante permanecer despierto en el trabajo. Salió malhumorado, con ganas de llegar a su casa y arrojarse sobre la cama. Pero sabía que era imposible, su agenda estaba repleta de mandados para la tarde.
Regresó con la noche ya avanzada. Se cocinó algo rápido y encendió la computadora para chequear el correo electrónico antes de acostarse. Ya se había puesto cómodo, con la ropa que utilizaba para dormir y las alpargatas que le había regalado su novia para el cumpleaños.
Mientras miraba los mails, abrió en otra ventana un juego online de estrategia. Respondió unos cuantos, escribió otros, eliminó algunos que eran publicidad, guardó en carpetas aquellos que sabía podría llegar a necesitar en otro momento y de vez en cuando, alternaba con la otra ventana del navegador y clickeaba aquí y allá, según la necesidad del juego.
Terminó con los correos y llevó el mouse a la esquina superior del lado derecho, para cerrar la aplicación. Solo un poco más, se dijo y puso su atención en el juego. Cuando miró el reloj, habían pasado cuatro horas. Sobesaltado apagó la computadora y corrió a acostarse. Mientras apagaba la luz y se acomodaba debajo de las sábanas, pensaba que no podía ser que le ocurriera otra vez lo mismo.
Durmió apurado y con pesadillas: estaba en un lugar muy oscuro y debía salir corriendo, pues habían comenzado a bombardearlo, pero no podía, por alguna razón delante de él había una computadora y en la pantalla estaba el juego de estrategia que tanto le fascinaba, entonces se acomodó y se puso a jugar, mientras las bombas caían cada vez más cerca...
Despertó temblando. Aquel bombardeo había sido demasiado realidad, hasta podía jurar que aún sentía el suelo moverse tras la última explosión. Algo debía hacer, ese juego lo estaba traumando.
En el trabajo consultó si había alguna forma de bloquearlo. Un compañero le sugirió la forma de hacerlo. No dudó en tomar notas. Llegó a su casa pensando solamente en hacer paso a paso lo que decían sus anotaciones.
Tomó el papel y leyó lo que había anotado. Luego volvió al primer punto e inició el proceso. Primero debía abrir el navegador. Luego, abrir la dirección web del juego. Luego... solo un poco y después lo bloqueo, se dijo. Cuando se percató ya era medianoche. No había hecho las compras, ni comido, ni bañado... nada, solo había estado delante de la computadora, con el juego de estrategia.
No podía creerlo, no entraba en su cabeza. Jamás había sido adicto a nada y ahora... debía hacer algo, urgente. El no podría bloquearlo, porque abriría la web otra vez y quedaría enganchado como le había pasado. Buscó su celular y sin detenerse por el horario, llamó a su compañero del trabajo. Le suplicó que por favor lo ayudara, que si era necesario le pagaba el taxi, pero que por favor se llegara para bloquearle la página.
- ¿Vos estás bien? - le preguntó con un tono entre sarcástico y enfurecido desde el otro lado de la línea.
Volvió a insistir que era urgente, que le pagaba el taxi. Su compañero le dijo que no era necesario y de mala gana le anunció que ya salía en el auto.
A los veinte minutos estaba delante de la computadora.
- Bien ¿qué página hay que bloquear?
Le enseñó cual era.
- ¿Un juego? ¿De qué se trata?
No quería explicarle, solo deseaba que la bloqueara y punto. No quería, pero lo hizo. Le comentó lo maravilloso que era, lo emocionante de ser un estratega, las ventajas de expandir sus imperios, la posibilidad de interactuar con otra gente... y a los pocos minutos estaban jugando.
Los despabiló el teléfono celular, cinco horas después. Era la mujer de su compañero. Gritaba como histérica preguntádole que estaba haciendo que no regresaba. No supo que contestar, no tenía noción del tiempo. Le pidió perdón y le prometió que salía para la casa.
Se miraron, sin comprender muy bien que había pasado, cómo era posible que ya fuera tan tarde.
- Bueno, se hizo tarde, me mata mi mujer si no salgo ya, vuelvo mañana y la bloqueo ¿te parece bien?
- Si, dale. La puerta está abierta. Mientras voy apagando, así me acuesto.
Se saludaron. A los pocos segundos sintió el motor del coche de su compañero ponerse en marcha para luego partir. Miró la pantalla y amagó a cerrar todo. Pero aquello fue más fuerte. Solo un poco más, se dijo.

4 comentarios:

Con tinta violeta dijo...

Peor que una droga!!! ja,ja. Muy bueno!
Besos!!!

SIL dijo...

Podría ser la protagonista.





Abrazo grande.




SIL

Anónimo dijo...

Da miedo.

Juan Esteban Bassagaisteguy dijo...

Fantástico. Muy real...
Saludos.