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14 de junio de 2012

Piropeador de alma

La anécdota del nacimiento de Esteban era sabida por toda la familia. Era algo pintoresco y al mismo tiempo llamativo, un detalle que brillaba con luz propia en un día ya de por sí, especial. Había sonrisas al momento de contar que Esteban, con apenas segundos de vida fuera del vientre de su madre, le había guiñado el ojo a la enfermera. Y se aclaraba rápidamente que no había sido un tic o un movimiento involuntario, fue un guiño de ojo con todas las de la ley.
Aquella fiesta duró un par de años. Porque Esteban fue creciendo y guiñarle el ojo a las mujeres se convirtió en un ritual que comenzó a asustar a sus padres. Las sospechas sobre aquel comportamiento se acentuaron con la llegada del habla. Su primera palabra no fue papá ni mamá, sino bombón, dicha a su tía, que realmente era una belleza.
Esteban podía estar sentado en la vereda de su casa por horas, con un solo objetivo, que era mirar mujeres. Las contemplaba con deleite, como cualquier niño a edad temprana podría estar observando un helado o una barra de chocolate.
Su sonrisa era tan grande y genuina, que cuando asomaba en su rostro no le quedaba otra a la mujer que entonces pasaba delante suyo que devolverle ese gesto. Entonces Esteban, envalentonado por esa respuesta, saludaba diciendo "adiós hermosa" o "hasta luego mi ángel".
El comienzo de la escuela fue un suplicio para sus padres. A la maestra le había preguntado el primer día de clases si su padre acaso era un pirata. ¿Por? preguntó asombrada la docente, aunque más asombrada quedó con la respuesta: Porque usted es un tesoro.
Con el aprendizaje de la escritura, el síndrome del piropeo (al menos cada compañerita recibía dos piropos al día y las alumnas de otros cursos, uno) se hizo alarmante. Ya no solo los decía, sino que los enviaba por escrito en hojas dobladas a la mitad.
Por debajo de las puertas, fue dejando cada día un piropo para cada mujer del barrio. Y lo que para muchas era un gesto dulce y tierno, del que tendrían que aprender los grandes, para sus padres era un dolor de cabeza en aumento. No analizaban el presente, sino que temían al futuro. Una cosa es un niño enviando piropos o diciéndolos todo el día, y otra es un adolescente o persona mayor en el mismo estado. Lo que es tierno en un momento pasa a ser pajero, alzado, pervertido, e incluso, viejo verde.
Frases como "quisiera ser picaflor, pequeñito y volador, para volar hasta tu pecho y cantarte versos de amor" o "quisiera ser caramelo para derretirme en tu boca" eran monedas corrientes en Esteban. Si algo había que reconocerle, era que no había piropos guarangos en su repertorio. Le gustaba lo delicado, aquello que realmente agasajara a la mujer que le destinaba sus palabras.
Llegó a la adolescencia y a pesar de querer ponerse de novio, jamás lo consiguió. A ninguna chica le gustaba que estando juntos, él le dijera piropos a toda mujer que pasara cerca. Lo suyo se había vuelto una patología, tal como vaticinaran en silencio sus padres.
Su soledad era inalterable, no podía evitar piropear a toda mujer que viera. Esteban era buen tipo, nadie lo ponía en duda, incluso las chicas que había apostado a salir con él, confiando en que una vez juntos, solo tendría ojos para ellas. Trataba de explicarles que era algo más poderoso que él, pero no lo entendían.
Tenía veinticinco años cuando, angustiado por su soledad, por no poder amar y ser correspondido, atrapado por la depresión, se tomó un frasco completo de ansiolíticos.
Pero no pudo evitarlo, no pudo.
Al llegar la muerte le dijo: "Si tu cuerpo fuera una cárcel y tus brazos cadenas, qué bonito sitio sería, para cumplir mi condena".
Y la muerte, encantada, lo dejó con vida para volver tantas veces como él se lo propusiera. 

2 comentarios:

SIL dijo...

Neto, más que genial, más que genial, más que genial.



Desde que salgo con la pálida dama
ando más muerto que vivo,
pero dormir el sueño eterno en su cama
me parece excesivo,
y, eso que nunca he renunciado a buscar,
en unos labios abiertos,
dicen que hay besos de esos que, te los dan,
y resucitan a un muerto... (los versos son de Joaquín S. =)


Buenísimo, estaría genial para dibujar ;)


SIL

mariarosa dijo...

¡¡¡NETO....!!
Que bueno cuento, una historia que comienza y termina con la sonrisa del lector.

Buen fin de semana.

mariarosa